Relato - Lambach en New York City

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"Las buenas noticias son que no tenemos que temer que los Nictuku ataquen Nueva York desde los tuneles"
             Tio Smelly, administrador de Schrecknet.


Lambach Ruthven deseó haber elegido otra semana para visitar Nueva York y su Museo de Historia Natural. Anoche luchaba contra la Camarilla. Hoy seguía a un esclavo por los túneles más profundos de Manhattan. Túneles que no se encontraban en ningún mapa, túneles escarbados por los Nosferatu. Y le seguía porque el esclavo obedecía a alguien a quien Lambach no se atrevía a desobedecer.

El obeso Ghoul habló por encima de su hombro, "Ya estamos, Señor". Ruthven y el Ghoul doblaron otra esquina y encontraron un sueño febril. Venas y tendones de tres centímetros de ancho atravesaban la carne y continuaban mas allá de los bordes como enredaderas. Bajo la mirada de Ruthven, una arteria sobresalía de la niebla de carne y se bifurcaba en delgadas hojas. Brillantes ampollas emitían una luz de luciérnaga.

Zantosa se dio cuenta de que Ruthven había detenido su paso. Se giró hacia él "Venga conmigo, señor, se le espera". Ruthven le siguió lentamente, tambaleándose mientras la blanda carne se hundía a su paso. El Ghoul le conminó a acelerar su marcha. Ruthven apretó los dientes y obedeció.

El Ghoul guió a Ruthven a través de más de quinientos metros de túneles. A veces otros túneles se unían a este, creando cavernosas salas en las intersecciones. Enredaderas e hirsutos musgos crecían sobre grandiosos cañones; Ruthven no podía imaginar porqué los Nosferatu habían instalado esa clase de armamento casi un kilómetro por debajo de la ciudad. Cada trescientos metros mas o menos, la miríada de venas se unía a un corazón palpitante. Una amalgama de vísceras, tan grandes como el puño de Ruthven, se abrió para liberar un enjambre de mariposas de alas carmesí. Una de ellas se poso sobre una orquídea cuyos pétalos asemejaban unas fauces, que se cerraron de golpe para devorarla. Patas y ojos bulbosos crecieron de un cuerpo brillante, que comenzó a moverse. Una rana luminosa.

Ruthven recordó como un poderoso Matusalén de su Clan había amasado a sus enemigos vencidos en la forma de una catedral de carne. Eso fue hace siglos en Transilvania, pero Ruthven conocía a otros que podían igualar esa hazaña. El Ghoul le condujo a través de un jardín que se adornaba con cabezas de niños en vez de con flores, y Ruthven se estremeció mientras las bocas de los niños cantaban una canción de cuna rumana que recordaba de su juventud mortal.

Los dos entraron en la sala mas amplia. En el centro de esta, la amalgama de carne con forma de rosa rodeaba un árbol. Un gigantesco corazón palpitaba lentamente en el tronco del árbol y frutos rojos como la sangre colgaban de sus ramas.

"Maestro" susurró el Ghoul con reverencia, "Él está aquí".

Ruthven miró a su alrededor. Una delgada capa de sudor sanguinolento oscurecía su frente. Algunos pájaros revoloteaban desde los túneles para encontrarse en el árbol. Se unieron y apretaron entre sí y contra sus ramas, formando algo que comenzó a tomar forma oval... una cara. La cola de un pájaro y el cuerpo de otro formaban un ojo, con la cabeza de otro como la pupila, dos alas formaban una nariz. Otros pájaros se balancearon para hacer que la boca hablase.

"Lambach". La voz era dulce y aguda, como la de cientos de pájaros cantando a la vez. Lambach cayó sobre sus rodillas, imitando al Ghoul.

"Padre" contestó, temblando de miedo.

La cara permaneció en silencio. Hasta que Ruthven no pudo resistir la espera, "Maestro, ¿por qué me habéis llamado?", La cara no respondió, "¿Qué es este lugar?".

La cara se contrajo de nuevo.

"Yo", cantó, "metamorfosis, ascensión. Soy lo que soy". La cara se deshizo de nuevo en cientos de pájaros.

Un manojo de enredaderas se comenzó a mover, rodaron sobre sí mismas y tomaron la forma de un lobo verde como las hojas de los arboles. Dijo "Yo soy la tierra, revivida por la sangre", y giro hasta desaparecer.

"No más un embrión" Ahora hablaba una orquídea, "El estado de vigilia acaba, para mí y para los otros".

La carne bajo los pies de Ruthven se retorció en una gigantesca efigie. Susurró, "¿No te prometí encontrarme contigo en la Gehenna?" y se desvaneció de nuevo entre la carne.

Zantosa se levantó y caminó hasta el árbol. Arrancó uno de los frutos lobulares, lo partió en dos y ofreció una mitad a Ruthven. Un zumo rojo comenzaba a manchar sus dedos, pero no, el olfato de Lambach le decía que era vitae, la vitae más poderosa que había olido nunca.

"Come" - dijo el Ghoul - "Serás como dios". Mordió su mitad, y la sangre salpicó su mejilla.

Lentamente, Ruthven tomó la fruta que le era ofrecida.

"¡Come!" ordeno Zantosa de nuevo mientras caminaba hacia Ruthven "Deja que la sangre del Padre te mantenga, de la vida a la muerte, y a la vida otra vez".

Ruthven acercó la fruta a sus labios, y entonces dudó. "¿De qué se alimenta?" agitó la fruta mientras contemplaba el siempre cambiante paisaje que se extendía ante él. "¿Cómo puede mantener todo esto?" Tocó la carne junto a él, "Está caliente".

"El Padre ha ascendido de entre los no muertos. Se alimenta de la vida de la Tierra y se une en uno con el mundo. Te ofrece, ofrece a toda su descendencia, lo mismo, ¡comparte su metamorfosis! ¡Come!".

Ruthven lanzo la sangrienta fruta a la cara del Ghoul, girando sobre sí mismo, e incrustó la pesada linterna metálica en la cabeza calva del Zantosa.

El cráneo del Ghoul reventó en una explosión de sangre y Zantosa cayó al suelo. Su cuerpo se agitó en sus ropas y comenzó a fundirse con la palpitante carne que cubría toda la estancia. Entonces Lambach Ruthven corrió, rezando porque su antepasado estuviera tan perdido en su inmensidad que no se diera cuenta de lo que él estaba haciendo. Tropezó con una enredadera y cayó al suelo con un grito, soltando la linterna.

Una de sus manos se hundió en el carnoso suelo. Mientras se disolvía, Ruthven oyó la voz del sire de su sire en su cabeza, "Únete a mí, Lambach, UNETE A MI".

Aterrorizado más allá de cualquier dolor, Ruthven giró su codo y separo la carne y los huesos. Se alzó como pudo y siguió corriendo mientras su antebrazo se hundía en el palpitante suelo de la caverna. Mil voces le llamaban. Voló a través del repugnante mar carnoso que formaba el cuerpo del sire de su sire hasta volver a encontrar los negros túneles bajo Manhattan, apoyándose en los muros. Seguía oyendo la voz, susurrada desde mil diferentes bocas, formando ecos en los confines del laberinto, "Únete a mí, Lambach.... Únete a mí...".

Cuando Ruthven llegó a la superficie, trató de alertar a sus compañeros de clan de lo que crecía bajo Manhattan. Se rieron de él. Entonces, en la portada de un periodicucho, vió una foto de una cara que había aparecido en una pieza de carne en Nebraska. El periódico sugería que era la cara de Cristo. Lambach la reconoció como la del sire de su sire. Así, Ruthven abandonó su intento de que alguien le creyera, y cazó yonquis y borrachos para tratar de olvidar todo esto. Nunca funcionaba durante mucho tiempo.
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