La creación de enemigos comienza en el mismo lugar que la creación de
personajes, historias, crónicas y escenarios: el concepto. ¿Necesitas
una poderosa amazona, capaz de fregar el suelo con el grupo entero de
personajes? ¿Qué tal un seductor manipulador, que utiliza sus encantos
astutos para enfrentar entre sí a los miembros del grupo, haciendo que
ellos cumplan los objetivos de él? ¿Y qué tal un antiguo con gran
sentido de la ética, cuyo única meta es asegurar que ningún mocoso
neonato (como los personajes) viole la Mascarada?
Este trabajo de conceptualización puede seguir la forma que desees, pero a continuación te damos un método.
En primer lugar, determina el objetivo del malo. ¿Es la acumulación de
poder?, ¿Vengarse de alguien odiado?, ¿Hacer que alguien se enamore de
él? Examinar las listas de naturalezas y arquetipos puede ser una buena
forma de idear su objetivo.
Ahora, decide el papel del antagonista en la historia o crónica. ¿Es el
malvado principal, alrededor del cual gira todo? ¿Es un actor
secundario, que no es más que una molestia? ¿O es su papel algo que los
jugadores determinarán con las acciones de sus personajes? Si le tratan
con compasión y comprensión, ¿podría convertirse en un aliado, en lugar
del enemigo eterno que sería si le atacasen?
A continuación, decide el lugar que tiene este enemigo en la sociedad.
Ya sea un Príncipe, un marginado o un cazador mortal, la situación del
oponente en el mundo desempeña un papel importante a la hora de
determinar cuánto puede afectar a la historia o a la crónica y de qué
forma.
La cuarta etapa de este proceso consiste en decidir las armas y
herramientas que el enemigo podrá usar. ¿Es un maestro de artes
marciales, que usa una lanza larga japonesa para clavársela en el
corazón a sus enemigos e inmovilizarlos? ¿Tiene un activo de miles de
millones y ejércitos de seguidores que hacen lo que él diga? ¿Están tan
avanzadas sus Disciplinas que puede matar a los personajes sin más que
parpadear? ¿O son sus únicas armas su astucia y decisión, una
combinación que puede ser excesiva para muchos personajes?
Lo siguiente es decidir los aliados y enemigos que tendría el malvado.
Sus aliados hacen más que simplemente acudir en su ayuda cuando esté en
peligro (aunque puede que no hagan esto último), le proporcionan
información que oyen en las calles, se ponen de su parte en las
maniobras políticas y presionan a sus enemigos para que hagan lo que el
malo quiere. Por otra parte, puede que sus enemigos constituyan la única
posibilidad que tienen los personajes de derrotarle. Imagínate la
sorpresa de tus jugadores cuando oigan que un justicar está investigando
a ese "Miembro de la Primogenitura" que pide sus cabezas. Piensa lo
contentos que se pondrán cuando se enteren de que un grupo de
anarquistas tiene una cuenta que saldar con el líder de la banda de
Brujah. Por supuesto, siempre está el problema de cambiar lo malo
conocido por lo desconocido.
En este momento, deberá determinarse la historia del antagonista.
Después de todo, un Gangrel que haya viajado por todo el mundo será muy
distinto de uno que nunca haya salido de los montes donde su sire le
Abrazó. ¿Era ese Caitiff de Décima Generación cuando lo crearon o ha
habido unos cuantos casos de Diablerie por el camino? ¿Qué tipo de
humano era antes del Abrazo? Quizás lo más importante: ¿quién le Abrazó,
y por qué?
La historia de un antagonista puede ser de gran ayuda a la hora de
comprender sus motivaciones, que son la etapa siguiente del proceso de
creación. ¿Ansía el poder? ¿Espera crear una dinastía vampírica que
cumpla todas sus órdenes? Desea derrocar a los Vástagos que detentan el
poder y crear una utopía igualitaria? La naturaleza del antagonista
puede ayudar mucho a la hora de idear sus motivaciones, pero éstas
deberán ser más concretas.
Ahora que el Narrador ha anotado toda esta información, le será fácil
poner todos los números sobre el papel. Vampiro da sugerencias sobre el
número de puntos que los enemigos deberían tener, pero no hay razón de
aferrarse a esos consejos. Eres libre de crear neonatos muy poderosos
que caminen por las calles como si fueran de su propiedad o antiguos
débiles que se acurrucan en sus refugios cuando los neonatos se pavonean
por las calles.
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