Las Tradiciones son las leyes que se encuentran en el corazón de la sociedad de la Camarilla. Todo lo demás son variaciones o elaboraciones. Sin embargo, unos 4000 años de historia y tradición tienen su propio peso, y cuando se llama al orden en los tribunales de la Camarilla, 40 siglos contemplan a los partidarios de la secta. Los príncipes están tradicionalmente encargados de mantener la ley en sus ciudades, y hasta bien entrado el Renacimiento, muchos príncipes y señores de la guerra hicieron justamente eso.
Con autoridad absoluta, los príncipes de la Estirpe dispensaban justicia como el Rey Salomón, o más frecuentemente como Hammurabi y Draco. Con los años, a medida que las ciudades crecían y los príncipes se encontraban con más responsabilidades, muchos príncipes delegaron algunas de las tareas policiales a otros subalternos, casi siempre a los sheriffs y guardianes del Elíseo. En estas noches, los sheriffs, guardianes y algunos primogénitos (habitualmente Ventrue) llevan el peso de hacer cumplir las leyes que decreta el príncipe.
En las altas esferas, los justicar son responsables de hacer cumplir las leyes de la Camarilla en toda la secta, ayudados por los arcontes que escojan. La mayoría de las leyes de la Estirpe propias de una ciudad abordan circunstancias y situaciones específicas de esa ciudad. Dichas modificaciones del código legal básico de la Camarilla pretenden fundamentalmente mantener la Mascarada y la paz (aunque a veces hay pocas diferencias entre las dos). Tales leyes normalmente son sólo variaciones de las Tradiciones, que tienen que ver con circunstancias únicas de esa ciudad. Por ejemplo, la Primera Tradición se considera esencialmente inviolable, pero un príncipe puede regular aún más en contacto entre mortales y vampiros, decretando, por ejemplo, que un Vástago pueda relacionarse con los mortales mientras que no haga nada que le marque como antinatural, o que se prohíba por completo incluso un contacto casual entre mortales y Vástagos (dejando de lado la alimentación). En una ciudad extensa como Houston, puede interpretarse la Segunda Tradición para que un refugio incluya al refugio en sí y a un radio de una manzana, mientras que en la superpoblada San Francisco, es únicamente el refugio. Lo cierto es que los príncipes casi tienen carta blanca a la hora de crear legislación. Es improbable que la mayoría de los justicar hagan hincapié en examinar las minucias de las leyes de cada ciudad, mientras la Mascarada se cumpla y las demás cosas sigan sin novedad. Se espera de los sheriffs y guardianes que estén al tanto de los cambios en el código legal del lugar y que los aprendan sin modificarlos o trastornarlos. Se pide a la primogenitura que informe a sus clanes acerca de cada ley según se redacta, y de los sires se espera que enseñen a sus chiquillos.
Si el Círculo Interior decide dictar una interpretación de una Tradición, se espera que el decreto sea obedecido, y no es necesario enviar a los justicar para asegurarse. De hecho, la mayoría de los príncipes están demasiado ocupados gobernando sus ciudades para preocuparse de seguir al pie de la letra la última enmienda. Los príncipes normalmente hacen todo lo posible por hacer efectivas las nuevas normas, pero en estos tiempos, no es raro encontrar una ciudad que haya preferido ignorar una proclama debido a circunstancias atenuantes.
¡Detenido!
¿Cómo se coge exactamente a un Vástago in fraganti? Patrullar las calles no está incluido en la descripción del trabajo de sheriff, e incluso con un grupo de ayudantes, es imposible que su pelotón y él puedan estar en todas partes. Por tanto, hacer cumplir la ley depende de la información que pasan otros Vástagos que ocupan diferentes posiciones.
Un guardián del Elíseo puede vigilar las violaciones del Elíseo o la Mascarada en su ámbito, mientras que el azote persigue a los que incumplen las Tradiciones y las leyes de la ciudad en los yermos, y se pide a los ayudantes del sheriff que se mantengan vigilantes en todo momento. Unas pocas veces, cámaras de televisión mortales o ghouls observadores leyendo el periódico se han enterado de algún Vástago infractor de la ley. Un neonato que mire en el momento adecuado y vea el delito puede acudir a su primogénito o antiguo con la información (lo que a menudo termina con el antiguo quedándose con el crédito de la advertencia). La mayoría de los arrestos y detenciones se producen por avisos al sheriff o al príncipe, a menudo con trampas orquestadas para que las autoridades adecuadas cojan con las manos en la masa al infractor.
Cuando el príncipe considera “molesto” al Vástago en cuestión por algún motivo, las autoridades pueden estar dispuestas a emplear fuentes habitualmente poco fiables o incluso preparar una trampa, cualquier cosa para atrapar al delincuente. Entre los Vástagos no hay habeas corpus, la ley del príncipe es absoluta y es asunto suyo cómo decida aplicarla. Esto no quiere decir que los Vástagos nunca queden impunes, a menudo es así, sobre todo si están entre los que saben perfectamente dónde llega la influencia del príncipe, dónde es probable que no les vean y qué puede hacerse oculto tras las sombras. También suelen saber cuál es el precio del sheriff, o si eso falla, cuál es su punto débil. ¿Qué le pasa a un Vástago al que se coge infringiendo la ley? Puede variar bastante dependiendo de las circunstancias del delito y de cuándo se lleva ante el tribunal al acusado. Si el delincuente tiene suerte, su antiguo o sire le encuentra antes y se encarga del asunto.
Públicamente, el sire hace todo lo posible por tapar el incidente o al menos por suavizar el golpe. Un cachete en la mano y una actitud avergonzada pueden hacer milagros en el Elíseo. Como el sire puede ser responsabilizado de los actos de su chiquillo, cuanta menos gente haya pensando en los actos de un chiquillo díscolo, menos personas se acordarán de su sire. El príncipe querrá asegurarse que no se ha producido ninguna ruptura de la Mascarada, pero es improbable que conceda demasiada importancia al tema. De puertas para dentro, no obstante, es un asunto totalmente diferente. El sire se asegura que el chiquillo entiende lo que hizo mal, los esfuerzos que ha tenido que hacer para arreglar el asunto y lo que tendrá que hacer para reparar el daño. Una plétora de disculpas y alguna contrición servil sólo son el primer paso en la rehabilitación del infractor. El sire también puede exigir que el chiquillo realice ciertos actos de compensación o que se quede “enterrado”, dejándole salir únicamente para cazar, y sólo si va acompañado por el sire. También se suele dar medidas disciplinarias más severas, con castigos físicos (tal como romper todos los huesos de la mano del infractor cada noche durante una semana) o la humillación en privado, particularmente si el sire en cuestión está alejado de su marchita Humanidad. Si el chiquillo no da importancia al asunto y no demuestra arrepentimiento (si actúa como si su único error fuera el haber sido cogido), el sire está en su derecho de castigarle con mayor severidad.
Los juicios dependen por completo del capricho del príncipe y de los precedentes; no hay nada en las Tradiciones o leyes que concedan al acusado ningún tipo de derecho. Un príncipe puede decidir dejar que el acusado languidezca en una celda, y nadie podría contradecir su sentencia. Tradicionalmente, el príncipe, con el consejo de la primogenitura, actúa como juez. El clan del acusado puede exigir que presida el tribunal un antiguo ajeno a la ciudad o incluso un arconte, si el clan tiene la influencia suficiente, si el delito es lo bastante grave (se considera lo bastante grave cualquiera que pudiera acabar en un castigo mediante la Muerte Definitiva), y se generan suficientes dudas acerca de la capacidad de juicio del príncipe. El último es una apuesta complicada; las acusaciones de incompetencia pueden derivar en peleas completamente distintas, mientras que es muy difícil probar la parcialidad. Algunos Vástagos modernos tratan de emplear la estrategia de la “publicidad anterior al juicio”, pero suelen ser el hazmerreír del Elíseo. Todos los infractores se consideran culpables a menos que se demuestre lo contrario, con la carga de las pruebas en contra del acusado. Se espera que el culpable se defienda a sí mismo, a menos que él o alguno de su clan pueda conseguir a un Vástago que esté dispuesto a actuar de abogado suyo. Si el príncipe no se encuentra presidiendo el tribunal, tanto él como el guardián del Elíseo pueden actuar en la fiscalía.
Cuando los vampiros tienen la capacidad de alterar las mentes de otros o crear ilusiones de acontecimientos, obtener la verdad puede ser difícil. Una persona en el estrado o su defensor puede solicitar que se examine su aura durante el interrogatorio, o que se busquen en sus recuerdos pruebas de bloqueos o intromisiones. Si resulta evidente que el acusado está diciendo la verdad (tal y como la cree, dejando de lado si es cierta o no), las circunstancias exigen que se le permita que se examine su bloqueo mental. Por desgracia, los más diestros en tales actividades suelen ser los Tremere y Malkavian, e incluso la amenaza de la muerte puede no bastar para convencer al acusado de que deje entrar en su mente a uno de esos clanes. A aquellos que registran las mentes de los testigos se les ordena que juren que no interferirán o modificarán nada, pero se han dado casos en los que se ha extraído otra información durante la investigación, o se ha hurgado aún más en el bloqueo que se estaba examinando.
Un príncipe puede tratar de enjuiciar a un antiguo que haya quebrantado la ley, pero muchos antiguos se burlan de la autoridad del príncipe, negándose a aparecer ante el tribunal y devolviendo al sheriff metido en varias cajas por la temeridad de la exigencia. En tales casos, un príncipe puede solicitar ayuda a un justicar, después de lo cual el justicar decide si los cargos merecen un cónclave. Si es así, el justicar convoca un pequeño cónclave que sirve de juicio, celebrado normalmente en la ciudad en cuestión.
Una reunión así no se anuncia tanto como un cónclave regular, estando reservada específicamente para el juicio y no para tratar otros asuntos. El antiguo puede solicitar que un ayudante le asista en su defensa; si no quiere, está solo. Cuando un príncipe quebranta la ley, el cónclave se encarga del asunto, y no se hacen más preguntas. Se espera que los príncipes sean los baluartes de la Camarilla en las ciudades, y se debe castigar pública y ejemplarmente al que muestre desprecio por la ley. También se lleva a juicio ante el cónclave a aquellos que hayan violado las Tradiciones de alguna manera general o espectacular que afecte a una región o nación. Los juicios propios de los cónclaves pueden dejarse en espera de uno de las reuniones anuales, o puede convocarse dentro de la ciudad para celebrar el juicio, sin tratar muchos más asuntos.
Por la Cuarta Tradición, si un chiquillo infringe la ley su sire es castigado. La mayoría de los castigos de este tipo suelen ser públicos y visibles, para que el chiquillo contemple de primera mano lo que le va a suceder y como recordatorio visceral del cambio de su situación. Se incide en el sire para que eduque y guíe a su chiquillo convenientemente para que no vuelvan a pasar este tipo de cosas. Lo más probable es que, si el sire sobrevive a su castigo, el chiquillo aprenda su lección si no lo ha hecho ya. El sheriff y el príncipe habitualmente se encargan de estas rupturas dentro de la ciudad.
En un juicio, se espera que el acusado esté sentado en silencio (a veces amordazado o Dominado), escuche las acusaciones lanzadas contra él y responda a ellas lo mejor que pueda. Si tiene ayuda legal, el abogado puede llamar a testigos o solicitar que sean examinados los recuerdos de su cliente en busca de manipulaciones. Se sabe de algunos primogénitos que han adulterado la mente de un miembro de su clan sólo para sembrar la semilla de la duda en las mentes de los otros primogénitos (y a veces en la del príncipe). Sin embargo, un príncipe puede, por las atribuciones de su puesto, negar al infractor la posibilidad de hablar y dictar sentencia de inmediato. Aquellos que son procesados en un cónclave tienen un puesto lo bastante alto como para disfrutar de la oportunidad de hablar, y no la desaprovechan. Se sabe que más de un príncipe se ha salvado de la pira de medianoche o del siguiente amanecer gracias a un discurso conmovedor, aunque otra cosa es lo que le suceda a ese príncipe en su ciudad.
Los juicios pueden ser asuntos de pesadilla a varios niveles. Para el acusado, significa soportar la difamación, el desprecio de sus iguales, el saqueo de sus recuerdos, y la amenaza real de la Muerte Definitiva en el método más doloroso posible. ¿Sorprende, pues, que se desplieguen todos los recursos a medida que las cosas se van poniendo peor? Durante este tiempo, el Vástago del estrado se entera exactamente quién son sus peores enemigos y sus mejores amigos.
Los amigos y compañeros del clan pueden incurrir en deudas extraordinarias mediante sobornos y favores prometidos al príncipe o la primogenitura para poder hablar en nombre del acusado, mientras tratan de pujar más alto que los enemigos que quieren asegurarse que no tengan la oportunidad de hacerlo.
El primogénito del Vástago puede reclamar varios años de deuda de prestación para asegurar un resultado más razonable.
Los cargos de la ciudad que son compañeros de clan o amigos a menudo se ven empujados en diferentes direcciones, al indicarles el príncipe que no “abusen” de su autoridad, querer ayudar a un amigo en apuros con información obtenida gracias a su posición y ver amenazada su persistencia por los poderes fácticos. No pocos Vástagos pueden recordar cómo se pierden de repente pruebas cruciales a causa de una deuda de prestación reclamada o como un testigo se “da un paseo” por las cloacas en el peor momento posible.
Se Pone Peor
Implícito en el castigo de un sire está lo que algunos neonatos llaman el efecto “Espera a que llegue tu padre a casa!”, que significa “Tómate la medicina que te da tu sire y sonríe, porque si entrega tu culo al príncipe, vas a enterarte.” Aquellos detenidos por un agente de la ciudad y entregados al príncipe, van “a su padre”, y a partir de ahí es todo cuesta abajo. En tales casos, el sire también termina salpicado de mierda, y es castigado junto a su chaval descarriado. Huelga decir que un sire castigado de esta manera no va a mirar con buenos ojos a su chiquillo a partir de ese momento.
Picapleitos
Shakespeare pudiera ser partidario de matar a todos los abogados, pero muchos de los picapleitos más infames acaban en el enorme sistema de la Camarilla. Los abogados defensores de oficio a menudo son elegidos como posibles chiquillos por los Brujah, los letrados del mundo del espectáculo y de derechos de autor encuentran su sitio entre los Toreador, y los Ventrue escogen a los abogados corporativos y fiscales del distrito. Una vez, dentro, estos abogados suelen continuar justo donde lo dejaron, aprendiendo todo lo que pueden acerca de las leyes de la Camarilla, los pormenores del organismo legal de una ciudad, y todos los agujeros imaginables en las Tradiciones. A menudo, aquellos que se toman muy en serio el estudio aprenden con los legisladores de antaño, desde los juristas y griegos a los pensadores Iluminados e incluso un grupo selecto de letrados “modernos (entre los que se rumorea que se encuentran luminarias de la talla de Daniel Webster y William Jennings Bryan). Algunos que han estudiado en la Academia de Lichtenstein recuerdan las noches pasadas perfeccionando las técnicas de debate bajo la atenta mirada de antiguos cónsules de Roma o miembros del Sanedrín. Los graduados de la Academia de Virginia rememoran la vez que se invitó a Clarence Darrow, poco después del juicio de Competencias, a dar una conferencia (después de la cual, el presidente de la escuela borró sus recuerdos del encuentro).
Las águilas legales que sirvieron como abogados defensores en vida también continúan sus cruzadas durante sus no vidas, ofreciendo sus servicios a aquellos Vástagos que no tienen recursos o por orden del clan del Vástago. Como en la vida, los que trabajan de notarios pueden pedir tarifas exorbitantes por su ayuda y un clan puede verse ante la disyuntiva de contratar a un abogado para su compañero de clan y, de ese modo, empeñar hasta los colmillos, o esperar que su colega pueda defenderse a sí mismo. Los “defensores de oficio” son pocos, pero encontrar a uno de ellos es el mayor golpe de suerte que pudiera tener un Vástago desesperado. Muchas veces, a los abogados defensores se conoce de oídas o gracias a una tarjeta de visita maltrecha que ha pasado con cuidado de mano en mano. Es probable que, estos abogados ejerzan en los tribunales por la emoción de la victoria más que por el dinero.
Un abogado Toreador describió el discurso de las conclusiones como un arte no menos bello o imponente que pintar un retrato, mientras que un abogado Brujah afirmó que la emoción de la victoria era mejor que cualquier vitae que jamás había bebido. Aunque estos abogados rara vez piden dinero, la mayoría de sus clientes son indigentes, con amigos igual de indigentes, un Vástago inteligente encuentra alguna manera de expresar su “gratitud”. Favores proporcionales, préstamos de Influencias, ayuda, información, reliquias, marionetas, la enseñanza de nuevas Disciplinas o Habilidades, incluso su servicio, todos han sido ofrecidos como pago en un momento u otro.
Pagar el Precio
Los castigos en la sociedad de la Estirpe son públicos, y pretenden dejar patente cómo funciona la justicia y la disposición de la Camarilla para usar cualquier método con el fin de mantener el orden. La mayoría de los castigos sentenciados por príncipes y arcontes pueden dividirse entre sociales, físicos y creativos; lo que los sires y los líderes de un clan decidan hacer en el ámbito particular con los infractores es un asunto suyo.
Los castigos sociales sueles aplicarse sobre aquellos sires de chiquillos infractores que aún no han sido liberados, y sobre aquellos cuyos delitos no son lo bastante graves como para merecer un castigo físico. Tales delitos incluyen una mala acción al tratar con un mortal u otro Vástago que estaba igualmente culpado, o no seguir las normas de etiqueta adecuada al tratar con otros Vástagos. El delincuente puede contar con ser convocado en el Elíseo y sufrir la humillación ante todos sin excepción. Las arpías destrozarán su reputación, y pueden llegar incluso a correr la voz de su imprudencia como castigo. Debe renunciar inmediatamente a todos los cargos que ocupe en favor de su segundo, y puede contar con estar fuera de las listas de invitados durante un buen tiempo y ser ignorado y rechazado en general, mientras es vigilado atentamente por si comete otro desliz similar. Los clanes con orientación social, tal como los Toreador y los Ventrue, sienten terror ante estos castigos.
Los castigos físicos recuerdan a los viejos métodos de marcar criminales, cortar manos, marcar con un hierro candente, hacer cicatrices, azotar, etc. Suelen reservarse para los anarquistas (si no se les mata en el acto) y a clanes como los Brujah, aunque un príncipe puede exigir este tipo de castigo contra cualquiera. Para asegurar la visibilidad del castigo, el infractor no puede regenerar el apéndice o miembro durante un periodo determinado de tiempo, o debe regresar cada noche para que vuelvan a aplicarle el hierro candente. A menudo se somete a la caza de sangre a aquellos que traten de evitar su castigo o que lo ignoren, ya que demuestran ser incorregibles, y no merecedores de ser salvados.
Los castigos creativos son los que ponen los pelos de punta a todo Vástago que tenga medio cerebro. Podría ser cualquier cosa; desde entregar al infractor al clan que ha agraviado (algo fatal en el caso de lo Brujah y los Tremere, y terrorífico en el caso de los Malkavian) a enviarle en una búsqueda similar a la de Diógenes. Los castigos creativos pueden generar resultados... interesantes. Un Brujah indisciplinado, al que se le ordenó que limpiara la biblioteca de su antiguo y leyera unas cuantas obras a causa de su mal comportamiento en el dominio de otro, descubrió que le gustaba leer muchos de los clásicos que le habían dado, y la última vez que se le vio trataba de encontrar a Vástagos que fueran mortales contemporáneos de Jonathan Swift. Lo normal, no obstante, es que “castigo creativo’ equivalga semánticamente a “tormento creativo;” pocos príncipes están más interesados en la rehabilitación que en enfatizar su autoridad y vengarse.
Los procesados en cónclaves se enfrentan a castigos más graves, de acuerdo con sus delitos.
El acusado, sin embargo, no carece de opciones. Puede apelar el fallo solicitando una ordalía, creada por el justicar. Una ordalía puede ser casi cualquier tarea ardua imaginable, impuesta con límite de tiempo para su terminación.
Si el acusado no finaliza su tarea asignada a satisfacción del justicar, debe aceptar su sentencia.
Si se considerara el delito demasiado atroz para permitir al infractor una ordalía, éste puede desafiar a uno de sus acusadores a un combate ritual. Como las ordalías, un juicio por combate puede incluir prácticamente cualquier detalle extraño, desde vendas en los ojos a la prohibición de armas o Disciplinas. Aún así, muchas veces la suerte de estos combates está echada de antemano, y el acusado los ve como una oportunidad de morir de pie y no arrodillado. (Si tiene suerte, podría incluso eliminar a uno de los Vástagos que le acusaron durante el proceso).
En las raras ocasiones en las que un acusado ha superado a su acusador, su sentencia normalmente es reducida. La reducción no siempre es significativa, y la mayoría de las veces la clemencia es la muerte, en vez del exilio. Incluso la victoria en un juicio por combate no es un camino seguro para escapar; hay muchos relatos de combatientes victoriosos que terminaron muriendo porque el espectáculo del sangriento combate lanzó al frenesí a la multitud.
Ordalías Habituales
• Resistir la luz solar o una llama durante un tiempo predeterminado.
• Proezas de fuerza, como soportar bajo una prensa.
• Pasar sin alimento durante un tiempo predeterminado; si el acusado entra en frenesí durante la ordalía, falla.
• Ignorar las provocaciones de otro Vástago que puede insultarle o atacarle libremente. Si el acusado responde de alguna manera, falla.
• Encontrar algo (como un fragmento del Libro de Nod o un zafiro estrellado) para el justicar con un límite de tiempo preestablecido.
• Pasar un día entero en vela sin caer dormido ni perder la concentración.
Las ordalías son un asunto serio, y su creación no es algo que los justicar se tomen a la ligera. Un Vástago que sugiera una ordalía frívola o claramente imposible puede verse sirviendo de conejillo de indias.
Sentencias Ordinarias
Algunos de los castigos más habituales sentenciados por los príncipes son:
Delitos Menores
• Servidumbre forzosa a otro Vástago o incluso a un ghoul, a menudo durante un año y un día.
• Labores domésticas, como limpiar las calles o hacer recados para otro vampiro.
• Aparecer en el Elíseo en un cepo (este castigo es especialmente popular con los príncipes entre tres y cinco siglos de edad.)
• Pérdida de cargo.
Delitos Moderados
• Exilio temporal de la ciudad.
• Pérdida de deudas o favores.
• Pérdida de criados (que son asignados a otro Vástago o asesinados en el acto).
• Pérdida de dominio.
• Obligar al infractor a tomar uno o incluso dos sorbos de la sangre del príncipe, acercándole a estar vinculado con su sangre. Sin embargo, es raro que se complete el vínculo; la primogenitura suele molestarse con este tipo de cosas.
Delitos Graves
• Eliminación del vampiro (clavándole con estacas y dejándole al sol).
• Destrucción de la progenie.
• Exilio permanente.
• Donación forzosa de parte de la sangre del infractor a la capilla Tremere de la zona, como fianza de su buen comportamiento.
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