El Libro de Nod

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No puedo explicaros el desabrigado miedo que siento, escribiendo estas palabras por primera vez y de forma definitiva. Quizás me arrepentiré de ellas; quizás jamás sean impresas. Pero es mi naturaleza narrar esto. Lo llevo, como suelen decir, en la sangre.

Mi sire, y su sire antes que él, siguió esta grande y gloriosa tarea. En efecto, nuestra propia naturaleza se ha formado gracias a ésta búsqueda; no somos capaces de dejar de buscar algún saber oculto. Nosotros somos de los Mnemosínidas, los Buscadores de Recuerdos.

Específicamente, a nosotros nos encargaron la tarea de buscar el Libro, el tomo de todas las tradiciones de los Vástagos, una colección de escritos de Caín, sus hijos y los hijos de sus hijos. Es este libro, supuestamente escrito por primera vez en la tierra de Nod, al este del Edén, quien captura las pesadillas diurnas y convierte cada noche en un sendero doloroso que va desde la ignorancia hacia la verdad. 

A pesar de todo, saboreo cada momento de mi no-vida. Saboreo la sensación de mi vieja piel arrugada a través de guantes de seda, girándolos página a página. Mis manos tiemblan con placer mientras sujetan suaves, frías luces y leen tinta que se secó cuando Carlomagno era joven. Saboreo el gentil, quieto terror de leer tabletas cuneiformes que amenazan con desmenuzarse ante mi presencia. Más que esto, quizá más que la mortalidad en sí misma, es la búsqueda que quema en mi interior. Es explorar. He viajado alrededor del mundo, quizás más que ningún otro de mi línea de sangre.

Allí donde mi búsqueda me lleve, ¡no conoceré temor alguno! Aunque pequeño de talla y de cuerpo débil, mi corazón es fuerte y mi sangre aún más. ¡No tengo miedo de ir a esos lugares sombríos donde los fragmentos de las lecciones de nuestro Padre, lanzados a lo lejos, yacen descansando!

Me he perdido en la cruda brutalidad de Nueva York, libado té con el gobernador de Kingston, hecho rencorosos enemigos en Johannesburg, alquilado los mejores cavadores en el Cairo, luchado para poder arribar a Casablanca, estudiado la antigua siderurgia y los antiguos monumentos en Toledo, cavado en los blancos riscos de Dover, apenas evitado una pelea mortal en Dublín, pasado furtivamente ante observadores ojos en Brest, y liberado antiguos tomos del monasterio Colonia.

He salvado doce rollos sagrados de la quema en Berlín, bebido el mejor café y hablado con los más grandes eruditos austríacos en Viena, estudiado antiguo sumerio con un Matusalén como mentor en los túneles ocultos bajo la Universidad de Praga y resistido los más fríos inviernos que Oslo podría ofrecer. Pero no lo he hecho tan sólo con mis habilidades. Apenas pasa una noche que no agradezca a nuestro Fundador por su previsión al proveerme con los secretos métodos para esconderse, la forma de ver más allá de la vista y la voz de la dominación que parece ser adquirida fácilmente por los de nuestra saga, y he largamente bendecido mi guerrero amigo Karsh, quien me enseñó el secreto de ver en la oscuridad y dormir en la tierra. 

Y, todavía, aún me pregunto con qué más nuestro fundador nos proveyó. Mi sire y su sire parecen haber sido víctimas de una horrible maldición. Una locura, oscura y apacible al principio pero rápidamente agravada hacia una pérdida terrible de pensamiento coherente y comunicación, parece que los haya golpeado ¿Puedo estar yo muy lejos de este estado? Mi amigo Tremere me ha escrito diciendo que la necesidad ardiente que afecta mi línea de sangre debe de haber sido la causa de la locura. Debo ser sincero, no puedo luchar en contra de adquirir más conocimientos. Es tan difícil de resistir como lo son la necesidad de dormir y la de beber sangre.

Es quizás esta locura, lo que yo más temo, lo que me obliga a ir con prisas a galeras con esta traducción. Sabed que no intento romper la frágil Mascarada de Raphael imprimiendo estas palabras. Es mi intención que el escaso número de diez copias de este libro sean impresas, y que ninguna de estas caiga en manos de los hijos de Seth (como nuestro Padre ordena en la Crónica de las Sombras). Debo publicar esto ahora, sin embargo. Es la más completa compilación de las Crónicas del Libro de Nod que jamás ha sido reunida. 

Ninguna otra traducción, incluso el Códice de Caín de Critias, ha sido tan completa. Y sin embargo me apena decir que éste no reúne el texto completo. Nada más lejos. He visto enteros fragmentos convertirse en humo mientras las llamas consumían antiguos edificios. He tocado una versión completa del Libro en la tumba de un Antediluviano, y visto cómo se convertía en polvo.

Sé que en las catacumbas de la Ciudad de Oro Perdida, escondida en las profundidades de la jungla amazónica, hay trece fragmentos de piedra de los que se dice contienen mensajes específicos para cada una de las trece tribus de Vástagos, pero los pude vislumbrar un instante antes de que fuera expulsado de allí. Por consiguiente, sólo me puedo enorgullecer de tener una parte del puzzle: la más extensa parte jamás reunida, cierto, pero todavía sólo una parte del total. He escogido el inglés ya que es mi lengua materna. Es, en mi opinión, la lengua que con más comodidad danza entre los antiguos conceptos de Sumeria, la noble lengua de la Roma clásica y los estentóreos ensalmos de la Alemania medieval. Debo rogar perdón esta, en algunos casos poco sincera, simplificación. Sin embargo, defenderé siempre mi elección. El inglés regio me servirá bien, especialmente desde que muchos de los textos originales se han perdido para mí. 

Es quizás mi particular travesura que siga las hebras del recuerdo de cada uno de los fragmentos de este Libro, y sin embargo sé que hay quienes me acosan a cada paso que doy. Sé que Amelek ha intentado frustrar mis investigaciones, del mismo modo que lo han hecho otros Matusalenes. Es difícil encontrar, por ejemplo, los listados de los nombres de los Antediluvianos y los Matusalenes ya que ellos saben que en los nombres reside poder, y ellos, temiendo que algunos magos pudieran aprender cómo controlarlos con él, los han borrado de la Historia, sin importar dónde éstos hayan podido ser recobrados.

He logrado descubrir algunos de ellos, pero sospecho que éstos fueron nombres falsos creados por los antediluvianos para alejarme de mi objetivo, por lo que los transcribo aquí. Ésta puede ser la única manera de identificar ciertos Antediluvianos. Además, he caído en la costumbre (lamentablemente) de referirme al fundador del clan con el nominativo del nombre del clan. Por ejemplo, “Malkav” equivale a “malkavian”. Esto es, admitámoslo, poco más que fórmulas mnemotecnias poco sólidas, pero no he tenido otra elección. Una vez averigüé el verdadero nombre del Antediluviano Brujah y descubrí mi propio nombre grabado en mi antebrazo al siguiente anochecer. Inmediatamente juré no volver a buscar los nombres de estos fundadores.

Estoy casi seguro de que, incluso mientras escribo estas palabras, hay agentes de la Jyhad que me siguen. Esta noche no iré a la sala comunitaria en el piso de abajo porque anoche bebí demasiada sangre perfumada con vino y vi a una mujer con los ojos de color verde plateado mirándome. Llevaba bordado el símbolo Ventrue del cetro en su túnica. Sé que era ella, buscándome, enviada por Ventrue para hostigarme. No importa ¡Escribiré la verdad y el resto de vosotros sed condenados! He intentado compilar estos fragmentos textuales en una historia coherente, como mínimo en el interior de los con textos de las varias Crónicas. Donde veáis una elipsis, sabed que hay más palabras en ese particular fragmento, pero que de alguna manera se han perdido, borrado o escondido de mí.

Sólo espero que un paquete proveniente de Londres para finalizar esta misiva y haber concluido este libro. Este paquete me traerá una de las copias del Códice de Caín que todavía existen, y será la última pieza de mi complejo puzzle. Deseo tocarlo, abrazarlo, con gran expectación. Y si cualquiera de mis hermanos o hermanas se acerca a él... ¡los llevaré a la muerte de Fuego! Dejad que la espada sagrada de Miguel los marque, por todo lo que protejo. Nadie ha llegado tan cerca. Reinaré triunfante entre los míos.

Con Triunfo,
Aristotile de Laurent
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