El Misterioso Inconnu

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Hay una presencia flotando sobre esta ciudad, vigilando. Puedo sentirla cuando recorro las calles supuestamente vacías. Puedo notarla cuando estoy entre la multitud en el Elíseo. Y casi puedo escuchar su voz susurrándome en las horas previas al amanecer, justo antes de quedarme dormido. Creo que la voz también me dice cosas cuando estoy durmiendo. 

Es indescriptiblemente vieja y triste, y me cuenta relatos de la historia no especialmente ilustre de esta ciudad. Me despierto cada noche y hay otro recuerdo, otra imagen de algo que pasó hace cien años, apagándose en las márgenes de mi mente. Es imposible que sepa de qué color era la corbata que llevaba Su Majestad cuando clavó la estaca a su sire, en 1874, pero tengo estas visiones, y que me aspen si no he visto todo tal y como sucedió.

Me asusta, creo. Me asusta que esta presencia, este poder, haya estado vigilando la ciudad desde hace tanto, y me asusta que ahora me vigile a mí. 

Me gustaría creer, en mis momentos más optimistas, que me vigila porque está sola, y quiere compartir parte de lo que ha visto con alguien. Si te vale ese argumento, me ha escogido porque soy pequeño e insignificante en la gran escala vampírica de las cosas, y no importa si sé estas cosas porque, francamente, no le importo a nadie. 

La otra posibilidad (que estoy siendo vigilado porque voy a hacer algo que va a merecer la pena ver) es la que realmente me da miedo.

Pregunta a un centenar de Vástagos qué pretende el Inconnu y obtendrás doscientas respuestas diferentes. La secta permanece, misteriosa y omnipresente, en el fondo de los pensamientos de todo vampiro. El hecho de que el Inconnu no parezca hacer nada es enloquecedor para los demás vampiros. Los vampiros están acostumbrados a las intrigas y las conjuras, a las estocadas, las paradas y las réplicas. De modo extraño, la eterna danza de intriga y conflicto es reconfortante; al fin y al cabo, todo el mundo sabe lo que debe esperar.

Pero el Inconnu no juega a este tipo de juegos. No hacen nada, al menos nada que pueda ver el Vástago corriente.Y eso hace que los demás miembros de la comunidad vampírica se vuelvan locos de curiosidad, fundamentalmente porque nadie que lleve Abrazado más de una hora puede creer que seres tan viejos y tan poderosos puedan abstenerse de enfrascarse en el mismo tipo de juegos que juegan el resto de los vampiros.

Quizá este punto de vista sea un fallo de la perspectiva vampírica; los vampiros más jóvenes sencillamente no pueden concebir que sus antiguos no sean como ellos. Quizá los Inconnu se limiten a sentarse, a mirar, y en algunos casos, a buscar eternamente la Golconda. Quizá...

Pero no hay nadie que se lo crea.

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