Según la doctrina oficial de la Camarilla, el Sabbat no existe. Al fin y al cabo, la Camarilla reivindica su hegemonía sobre todos los vampiros, incluyendo a aquellos que no quieren tener que ver con la secta. Técnicamente, pues, los vampiros del auto proclamado Sabbat no son más que miembros de la Camarilla que reniegan de su verdadera afiliación. Huelga decir que exponer esta cuestión de lógica mientras una manada del Sabbat está penetrando en tu refugio con sus armas centelleando es igual de eficaz como táctica defensiva que ponerte una bolsa en la cabeza y gritar “Cu cu, tras tras”. Más bien es una buena manera de convertirse en un montón de cenizas.
Dejado a un lado los tecnicismos, el Sabbat está ahí fuera y también los Lupinos, los Catayanos, los Resucitados y un buen número de otros enemigos, todos resueltos a destruir la Camarilla. Como consecuencia de esto, la Camarilla se ha visto obligada a crear tácticas y estrategias para cada contingencia, desde una invasión a gran escala de una ciudad por parte del Sabbat al rescate de un prisionero enterrado hasta los ojos para realizar Ritos de Creación. Declarada o no, la Camarilla está en guerra, una guerra constante por su propia supervivencia, y si sus métodos no están a la altura, la secta está condenada.
No te equivoques, el comportamiento de la Camarilla en el campo de batalla es eficaz. Al fin y al cabo, la secta ha durado medio milenio, incluso sufriendo ataques constantes. A pesar de los recientes reveses que ha sufrido la Camarilla, los generales y estrategas de la secta saben lo que se traen entre manos, y son muy, muy buenos en lo que hacen. Tienen que serlo. El precio del fracaso es la exterminación.
Estrategias
•Ataque
A gran escala, la estrategia de la Camarilla es muy similar a la del Imperio Romano, la idea es convertir a todo el mundo a la Camarilla, asimilar en vez de conquistar. Ergo, la Camarilla no organiza ofensivas, y no trata de asaltar las ciudades del Sabbat. Así no funciona la Camarilla. Por un lado, el combate en las calles equivaldría a coger a la Mascarada por la espalda y apretar el gatillo. Por otro, es una perogrullada decir que, aunque el vampiro medio de la Camarilla es más viejo, fuerte y poderoso que el vampiro medio del Sabbat, en cualquier campo de batalla va a haber muchos más vampiros del Sabbat que de la Camarilla. Los números cuentan, y en los altercados violentos, con mucha frecuencia los vampiros de la Camarilla caen por la superioridad numérica de sus adversarios.
Así que, en las raras ocasiones en las que pasa al ataque, la Camarilla recurre a técnicas más sutiles. A menudo, las ofensivas de la Camarilla se llevan a cabo mediante títeres y ghouls mortales. Una de sus tácticas favoritas es localizar una barriada en una ciudad del Sabbat que alberga a una manada especialmente molesta del Sabbat, comprar la finca y meter dinero en un proyecto de alto nivel de “renovación urbana”. Se despliegan unos cuantos ghouls entre los obreros para limpiar cualquier “obstáculo” para el proyecto, y voila, la Camarilla se queda con el refugio y el territorio de la manada y los entierra, junto a alguno de sus miembros, bajo toneladas de brillante acero y hormigón. La idea subyacente de esta y de otras tácticas similares es hacer retroceder al Sabbat, barrio a barrio, privándoles cada vez de más efectivos. El proceso es eficaz, tranquilo y mortal, y cuando se hace adecuadamente sirve para eliminar la ventaja numérica del Sabbat. Cuando acaba la construcción, la dirección del Sabbat está encajonada y sin refuerzos, y puede acabarse con ella desde una posición fuerte.
En resumidas cuentas, la estrategia ofensiva definitiva de la Camarilla no es nada más que un proceso lento de asimilación, y no de ataques rápidos. Las batallas suelen volver paranoicos a los mortales (ó matarlos), provocando disturbios y otras catástrofes entre el ganado que hacen más difícil que la ciudad siga funcionando, y terminan en conflagraciones masivas que pueden hacer la existencia tremendamente desagradable a los vampiros. Es mucho mejor desde cualquier perspectiva estrangular al Sabbat hasta expulsarlo de la ciudad.
• Defensa
Por desgracia, hay pocas ocasiones estos días en las que la Camarilla pueda permitirse realizar una ofensiva. Mientras el estancamiento perpetuo de Europa avanza pesadamente hacia el nuevo milenio, en Norteamérica se libran furiosas batallas, y la Camarilla las está perdiendo. En la Costa Este, el Sabbat está tomando una ciudad tras otra, pasando a la ofensiva tras años de agresiones indecisas. En la Costa Oeste, los denominados Estados Libres Anarquistas (que en el fondo mantienen buenas relaciones con la Camarilla, a pesar de las bravuconerías) están siendo tomados por invasores Catayanos, y al sur se encuentran la fortaleza del Sabbat en Ciudad de México. Al norte se encuentran los interminables bosques y extensiones de tundra a las que los Lupinos llaman hogar. En Norteamérica, la Camarilla está en una caja, que va encogiendo cada vez más. Al ser la situación tan desesperada, la Camarilla está decidida a conservar cada centímetro de terreno que pueda.
La estrategia de la secta en estos días es fundamentalmente defensiva, y en algunos aspectos está paralizada por la necesidad de mantener la Mascarada y sostener las Tradiciones, incluso en medio de una guerra. Una defensa de una ciudad que desvele la presencia vampírica es peor que perder la ciudad ante el Sabbat; ninguna ciudad vale el precio de romper irrevocablemente la Tradición más antigua y sagrada de la Camarilla. Un movimiento así, al final, costaría a la Camarilla la ciudad en cualquier caso, y el resto del mundo poco después.
Por tanto, el perímetro debe establecerse con anticipación. Si el Sabbat nunca pone pie en una ciudad, no hay posibilidad de que la Mascarada la rompan los que defienden a la ciudad del Sabbat. En vez de centrarse en expulsar al Sabbat de territorios ocupados, la Camarilla prefiere hacer todo lo posible por evitar que sus enemigos infesten más zonas que controla. Más vale prevenir que curar, especialmente en estas circunstancias. Además, la estrategia de la Camarilla se hace a gran escala. Los individuos, salvo en raras excepciones, son prescindibles; las ciudades y las propiedades son más importantes. Los vampiros son, finalmente, reemplazables. Un vampiro de la Camarilla que sea capturado no debe esperar un rescate; los estrategas de la Camarilla aprendieron por las malas que no merece la pena perder tres vampiros y media docena de ghouls bien entrenados para recuperar un prisionero. Estos días el Sabbat ni siquiera se preocupa en secuestrar Vástagos como cebo, salvo si el jefe de las fuerzas de la zona de la Camarilla es muy inexperto o crédulo. El lugar y la secta son lo que importan en las estrategias de la Camarilla, no el individuo. Al final, debe mantenerse fuera de las ciudades al Sabbat y sostenerse a la secta; todo lo demás debe sacrificarse a este objetivo.
•Cadena de Mando
La Camarilla no es ahora, si ha sido nunca, una organización militar. No hay ejército permanente de vampiros esperando la llamada de las armas. Los generales vampiros no reúnen a sus soldados en alguna llanura oscura, en formación militar hasta que se les ordena marchar a su máxima Celeridad. Las batallas libradas con falanges y demás son claras violaciones de la Mascarada, y por tanto, no sirven a la causa de la Camarilla. Un primogénito Ventrue puede haber conocido en persona a Tácito o a Trajano, pero no está en disposición de aprovechar ninguno de sus consejos.
En la mayoría de las ciudades, los asuntos militares o pseudo militares se dejan al sheriff y a sus chiquillos, aunque el sheriff cuenta con el permiso de nombrar ayudantes a otros Vástagos cuando tenga algún asunto importante que atender. En realidad, esas situaciones se parecen a las costumbres de reclutamiento de la edad de oro de la Marina Imperial Británica, ya que se recoge a los neonatos de la calle y se les empuja al servicio. Sólo en extraordinarias circunstancias el príncipe echa una mano dando órdenes; al fin y al cabo, para eso está el sheriff. Cuando un príncipe tiene que luchar en la calle, algo va muy mal. Habitualmente, el príncipe idea una estrategia general sobre cómo quiere proteger la ciudad, qué (o quién) considera más importante y que es prescindible, y después deja las tácticas al sheriff.
Las cosas no siempre van bien en el calor de la batalla, y los factores como los condicionantes por lentitud en el uso de Dominación y el poder del vínculo de sangre puede hacer que dar órdenes sea un ejercicio de frustración para el más brillante táctico. Aunque la defensa de la ciudad tiene prioridad sobre las rivalidades personales, no siempre es fácil librarse de los rencores de tiempos de paz para guerrear con mayor eficacia.
•Frentes
Los tácticos de la Camarilla saben que están rodeados por todas partes. También saben que la Camarilla no dispone de los recursos para librar una guerra en varios frentes, incluso si es la que está luchando actualmente. Con eso en mente, la Camarilla hace un esfuerzo consciente por enemistar a sus adversarios, o al menos por mantenerlos desequilibrados para que los ataques se produzcan de uno en uno, y no todos a la vez.
Para ese fin, los miembros de la Camarilla hacen tratos con el Diablo con cierta frecuencia. En un centenar de ciudades, la danza tiene lugar todas las noches. Se cierran tratos con Lupinos incautos para intercambiar territorios que albergan templos Setitas o bases de avance del Sabbat, o con una manada del Sabbat alejada de su base para “aliarse” contra una pareja intrusa de kuei-jin (intentando al mismo tiempo que sea la manada la que siempre esté en vanguardia para encajar la mayoría de las bajas). Dichas alianzas a corto plazo no son sagradas, la traición y la aparición de nuevas amenazas hacen que estas alianzas siempre sean a corto plazo; el viejo aliado es prescindible para afrontar la nueva amenaza. La idea subyacente es preservar la Camarilla. Todo lo demás es secundario, la eliminación de enemigos es un método de salvaguardar la seguridad de la Camarilla. Incluso hay un buen número de figuras importantes de la Camarilla (más de las que uno podría sospechar) a los que no les importa lo que haga el Sabbat mientras que deje en paz a la Camarilla. Desgraciadamente, la presión de la población vampírica, las viejas rivalidades y las manipulaciones de los maestros de la Yihad aseguran que esta situación no varíe.
Ajustar las Reglas
Todo buen comandante necesita refuerzos. Al final, los números cuentan. Este tópico militar es igual de cierto para los vampiros que para los mortales. Por desgracia, las Tradiciones prohíben el método más eficaz de crear refuerzos, mientras que el Sabbat no tiene esas restricciones. Esto significa que todo mando de la Camarilla entra en combate sabiendo que está en desventaja, y sus enemigos también lo saben. Por eso, durante la guerra, las restricciones al Abrazo suelen aflojarse un poco. Se sabe de príncipes que han ofrecido carta blanca limitada a sus sheriffs y a otros aliados, claves para Abrazas a los mortales que necesiten (mientras que no se vuelvan avariciosos), dejando para después el papeleo. Con más frecuencia, el príncipe se encarga personalmente de crear y vincular a los refuerzos. El pasillo de la Camarilla en Nueva York es un ejemplo de primera clase de esta táctica en funcionamiento; si el Sabbat abandonara mañana la ciudad, se inundaría con la progenie Ventrue del príncipe (y todos ellos han sido Abrazados durante los tres últimos años como “ascensos” por acciones en el campo de batalla).
Un beneficio adicional de esta táctica es que lo más probable sea que los “refuerzos” creados de esta manera tengan un Vástago bastante poderoso de una generación relativamente baja como sire. Como consecuencia de esto, incluso si la carne fresca no está excesivamente bien entrenada en el arte de ser un vampiro, tiene mucho poder innato al que poder recurrir si su no vida está en peligro. En una lucha entre un neonato Ventrue de octava generación creado por el príncipe del lugar y un Brujah antitribu de 13 generación creado como en un Abrazo masivo por un miembro de una manada callejera, harías bien en apostar por el Ventrue.
Tácticas
•Al ataque
Es raro que la Camarilla se embarque en una ofensiva con todas sus fuerzas, ya que no dispone de los efectivos necesarios para llevarla a cabo. Además, el vampiro corriente de la Camarilla tiene mucho cariño a su no vida, ha sido un vampiro el tiempo suficiente para saber a lo que se arriesga al atacar un bloque que el Sabbat de la zona ha tenido tiempo de convertir en una trampa mortal. Por otro lado, las tropas de la Sabbat con las que probablemente se encuentren los invasores de la Camarilla están recién salidos de la tumba y ni siquiera se han enterado que tienen toda una eternidad por delante; ergo, están más que dispuestos a organizar defensas suicidas. Esto hace que los vampiros de Camarilla sean prudentes por naturaleza, sobre todo aquellos que saben que se encuentran en territorio enemigo. Cualquier ofensiva que lancen estos vampiros extraordinariamente cautos, probablemente sea una ofensiva extraordinariamente cauta. Nadie quiere arriesgar su pellejo inmortal a menos que sea totalmente inevitable, e incluso a los vampiros más jóvenes de la Camarilla no les entusiasma la idea de entrar en lugares peligrosos, a menos que se les obligue por medios sobrenaturales u otros métodos.
Como consecuencia de todo esto, las ofensivas de la Camarilla son lentas, marcadas por largos periodos de subversión de antemano y lideradas por mortales y ghouls. Si los vampiros de la secta tienen suerte, nunca han de disparar un tiro o alzar una garra para lograr sus metas. Cuando el problema no es más que una manada del Sabbat que recorre el campo en una, furgoneta trucada, no es necesario que los vampiros se ensucien las manos. Una llamada telefónica a un supervisor de la policía estatal ghoul, un pequeño soborno y de repente hay patrulleros estatales tras los pasos del vehículo infractor hasta una hora después del amanecer. Se resuelve el asunto, queda libre un nuevo tramo de autopista para los vampiros de la Camarilla, y no resulta amenazado nadie importante, al menos, según el punto de vista de la Camarilla. Incluso cuando se exigen medidas más directas, los tácticos de la Camarilla prefieren ir a por los mecanismos de apoyo del Sabbat, refugios, terrenos de alimentación y similares. Si limpian una barriada, de repente las depredaciones de una manada van a llamar la atención de los gendarmes de la ciudad.
Si construyen un edificio en medio de un solar vacío, los antitribu se van a quedar sin sitio para sus ritos. Si empujan a la diócesis local a enviar a un par de sacerdotes que crean de verdad a una barriada infestada por el Sabbat, va a hacer una sorpresa con sabor de Verdadera Fe para cualquier Lasombra que se las dé de listo. Aunque estas medidas no parecen gran cosa, sirven, con un riesgo mínimo para los vampiros que manejan los hilos. La Camarilla tiene muchos más recursos mortales que sus adversarios, y no tiene miedo de emplearlos. Es mejor que mueran media docena de agentes de policía en el desalojo de un refugio subterráneo que un solo Vástago leal.
Hay veces, sin embargo, en el que el conflicto entre vampiros es inevitable. Incluso en estos casos, los agentes de la Camarilla tratan de protegerse y se rodean con ghouls armados y blindados hasta los dientes, vinculados a su sangre y más que dispuestos a morir para salvar a sus “patrones”. Los estrategas de la Camarilla prefieren los combates quirúrgicos a los sitios prolongados. Prefieren escoger a un objetivo, aislarlo, después atacarlo con todo lo que tienen y superar cualquier oposición mediante una aplicación precisa de la fuerza. Idealmente, sólo se tiene que atacar a un objetivo cada vez, ya que no se puede exigir un esfuerzo excesivo a las fuerzas de la Camarilla o serían aniquilados por las interminables hordas que puede reunir el Sabbat. Por tanto, en cuanto un edificio se convierte en el objetivo, se va tomando planta a planta, empezando por la planta baja, con un anillo de tropas de apoyo en los edificios circundantes para cubrir las rutas de escape. Los ataques de la Camarilla son precisos, eficaces y sangrientos; los atacantes se aseguran de sus muertos antes de pasar a nuevos objetivos. Una vez que se ha controlado el edificio, el equipo de asalto pasa al siguiente, y después al próximo, la velocidad es esencial. La Camarilla no puede ganar una guerra de desgaste, y por eso sus ofensivas deben ser rápidas y letales.
Los avances de la Camarilla también están limitados por la necesidad de mantener la Mascarada, y los asaltos armados a las fortalezas del Sabbat no son muy sutiles que digamos. Por tanto, los equipos de ataque de la Camarilla necesitan tener algún tipo de cobertura lista, ya que no pueden incendiar el edificio que acaban de vaciar siempre. En momentos como estos, entra en juego la ventaja de la Camarilla con los recursos humanos. Un ruidoso pero inútil tiroteo entre fuerzas de dos señores de la droga controlados por la Camarilla sirve de camuflaje perfecto para una operación vampírica, ya que los testigos están más que dispuestos a ver toda la acción -con humanos y vampiros, en términos que puedan entender. También sirve a los propósitos de la Camarilla contar con obreros de la construcción, policías municipales, empleados de la compañía del gas y otros mortales en puestos que les permitan acceder a cinta adhesiva amarilla en la que pone “No Cruzar” para acordonar zonas de conflicto; cualquier golpe, grito, disparo o ruido puede explicarse como parte del problema que exige despejar la zona.
•Defender las Ciudades
La defensa del territorio de la Camarilla es implacable. La Camarilla debe defender las ciudades, y no a los individuos, para mantener una entidad viable. Siempre se pueden Abrazar a nuevos Vástagos, pero no hay demasiadas ciudades disponibles para ser ocupadas, ni suficientes lugares para fundar nuevas urbes.
Muchos vampiros más jóvenes de la Camarilla no entienden la santidad del territorio, pensando que es mejor retirarse a otra ciudad y luchar otra noche. Los antiguos, los sabios que han visto como se juega la partida durante medio milenio, tienen otro punto de vista. Toda ciudad es, a la vez, una armería y un almacén de suministros, por no mencionar que también es una fuente casi ilimitada de nuevos reclutas. Por otra parte, los vampiros son criaturas de lugares y hábitos. Además, los chiquillos de Caín, especialmente aquellos que han pasado unas cuantas décadas al otro lado de la tumba, prefieren un entorno confortable y seguridad. Para dichos vampiros, la pérdida de un hogar es algo más que mover una línea unos cuantos kilómetros en un mapa. Es la pérdida de identidad, el arranque violento de raíces que habían crecido cuidadosamente durante décadas. Por todas estas razones, y por más, la Camarilla defiende lo suyo con la furia de una leona protegiendo a sus cachorros.
Las tácticas defensivas empleadas contra el Sabbat son sencillas: entender qué o quién es prescindible en una ciudad. Defender el resto hasta la Muerte Definitiva. Usar las fuerzas de mortales y ghouls para mantener una presión implacable durante el día sobre los campamentos del Sabbat. Quemar todos los edificios necesarios para detener a los invasores, y echar la culpa a un pirómano y si es necesario, hacer que tus ghouls sonrían a la cámara cuando prendan el fuego. Siempre se puede reconstruir la zona más tarde, que proporciona oportunidades y recompensas para los neonatos y ancillas que se distingan en la defensa de la ciudad. El tiempo de respuesta también es clave en las defensas de la Camarilla. Si el Sabbat se asienta en una ciudad, entonces la secta puede empezar a crear tropas de choque a nivel masivo dentro del área del conflicto. Esto no sólo genera una mayor oposición a un ritmo exponencial, sino que también amenaza la Mascarada. Si se permite al Sabbat que sea “enérgico” en su reclutamiento, los recursos de los defensores deben dividirse entre la defensa de la ciudad y la protección del secreto de la Camarilla.
La presión aumenta con el paso del tiempo, y si no se elimina rápidamente la infección, puede que nunca desaparezca. La verdad sea dicha, la Camarilla casi da la bienvenida a los ataques frontales del Sabbat. Sí, pueden perecer Vástagos, destruirse propiedades y gastarse recursos, pero en esos casos el enemigo es visible, reconocible y al final se le expulsa. Por otro lado, la infiltración por parte de agentes secretos del Sabbat es la pesadilla de todo príncipe. El lento cáncer subversivo pudre a más de una ciudad que podría ser lo suficientemente fuerte para resistir un ataque frontal. Como consecuencia de esto, cualquier príncipe digno de su título está constantemente en un estado de paranoia médicamente certificable. ¿Qué ancilla está lo suficientemente insatisfecho para negociar con el enemigo? ¿Qué neonatos no han recibido suficiente formación de sus sires, y han sido seducidos por las promesas de un infiltrado? ¿Qué miembro de la primogenitura, creyendo la promesa vacua de que los invasores se retirarán “en cuanto se haya derrocado al príncipe actual”, está planeando un golpe? Es difícil saberlo, y a menudo la paranoia que engendra la amenaza de un infiltrado hace más por la causa del Sabbat que las acciones de un auténtico topo.
Por tanto, la mayoría de los príncipes tienen preparadas elaboradas medidas de contraespionaje. Las opciones van desde sobornar a los anarquistas para que ronden al Sabbat con el fin de reunir información, hasta secuestrar neonatos y ancillas para realizar interrogatorios con Dominación (borrando todos los recuerdos después, por supuesto) u otorgar a los sheriffs plenos poderes para encargarse de los sospechosos de traición. Lo último rara vez funciona, y no le extraña a nadie, pero los príncipes testarudos siguen intentándolo.
Diablerie
Los ataques contra posiciones del Sabbat proporcionan una de las pocas opciones para la diablerie autorizada que un vampiro de la Camarilla probablemente vea jamás. Aunque no hay una política oficial de la Camarilla al respecto, la regla extraoficial siempre ha sido: “Primero, ocúpate del asunto, y no dejes que te cojamos mientras estás en ello.”
Cuadrillas de Guerra
La cuadrilla de guerra es un invento relativamente reciente, cuyo crédito (o culpa) corresponde al difunto Lodin de Chicago. Las cuadrillas de guerra son esencialmente piratas autorizados (o su equivalente terrestre y bebedor de sangre), bandas de neonatos y el ancilla ocasional que se sienten limitados en su posición actual y reciben carta blanca para causar estragos a los enemigos de la secta en las malas calles. Las cuadrillas de guerra actúan siguiendo, ligeramente las pautas dadas por el príncipe o sheriff de la zona, que básicamente da cuerda a las cuadrillas, las señala a un enemigo apropiado y las deja ir. Si la cuadrilla consigue hacer algo útil, hay vítores y se recompensa a los supervivientes (aunque probablemente vuelvan a ser los que repitan la próxima vez que surja la necesidad). Si la cuadrilla queda destruida, se elimina a un grupo de agitadores potenciales, y los demás vampiros de la ciudad aprenden una lección práctica acerca de por qué es mala idea ir contra el Sabbat sin instrucciones estrictas.
Ocuparse de la Casa de Fieras
El Sabbat no es el único enemigo de la Camarilla, sólo el más importante y peligroso. Sin embargo, los conflictos con los clanes independientes, los Lupinos y demás rara vez requieren una guerra a gran escala. Lo normal son los enfrentamientos tangenciales. La Camarilla y los Lupinos, aún estando lejos de cualquier acuerdo oficial, saben las reglas de la partida que juegan: las ciudades pertenecen a los vampiros, y el campo a los Garou, y cualquiera que entre sin permiso es un blanco legítimo. Los Vástagos más enterados de los asuntos geopolíticos se refieren al acuerdo, como una ‘Buena Vecindad”, y tratan de no causar perturbaciones.
Las relaciones con los clanes independientes son más delicadas. Aunque la Camarilla o el Sabbat podrían, supuestamente, aplastar a todos los independientes a la vez, el vencedor quedaría debilitado y sería a continuación presa fácil de la secta adversaria. A la inversa, el apoyo de uno de los independientes como aliado es un contrapeso valioso en la báscula del conflicto, y por eso la Camarilla a veces corteja a los independientes hasta el punto de perdonarles infracciones que nunca serían toleradas, por ejemplo, a un Toreador. A la larga, los Setitas, Giovanni o los que sean, terminan cruzando la línea del comportamiento aceptable y necesitan un escarmiento. A menudo, la discusión fatal es acerca de un negocio lucrativo regentado por la Camarilla del que está adueñándose un independiente (las drogas, la pornografía y las apuestas son los principales escenarios de conflictos con los Setitas, por ejemplo).
Con menos frecuencia, los miembros de los clanes independientes se burlan desde su posición ajena a la Camarilla violando las Tradiciones, dejando al agraviado príncipe de la ciudad sin otra opción que actuar, dejando de lado si existen pruebas reales o no. En tales casos, el principio general de la acción de la Camarilla es resolver el asunto rápidamente: enviar una fuerza aplastante para encargarse de los vampiros problemáticos, aniquilarles y disculparse y conceder privilegios para apaciguar a la dirección del clan de los infractores. A diferencia de los enfrentamientos con el Sabbat, en lo que respecta a los independientes la Camarilla cuenta con la superioridad numérica, y le gusta aprovecharla. No obstante, los conflictos armados en público son raros. Es más habitual que el príncipe de la zona imponga “sanciones de alimentación”, organice una campaña de persecución por medio de marionetas mortales, o incluso obtenga privilegios de la dirección de su clan como compensación por las “faltas” de los intrusos. Es raro que se produzcan enfrentamientos agresivos entre ambas partes. Es demasiado costoso para todas las partes implicadas.
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