Los prisci son poderosos vampiros del Sabbat de gran edad, seleccionados por el consistorio para unirse a sus filas como consejeros. Los prisci no necesitan ostentar poder temporal, ya que no son responsables de mantener la influencia del Sabbat en una ciudad ni deben coordinar asedios u otros esfuerzos militares.
Lo que hacen es ofrecer sus conocimientos a los demás miembros de la secta, especialmente al regente, los cardenales y los arzobispos. Sin embargo, a menudo logran alcanzar una cierta influencia política, normalmente a expensas de aquellos que les fallan. Casi todos pertenecen a los clanes Lasombra, Tzimisce y Toreador antitribu, aunque no existen reglas formales que limiten el acceso. Por supuesto, para convertirse en priscus hay que demostrar que se es de un inmenso valor para la secta; ningún vampiro de menos de 200 años ha logrado nunca este cargo.
Para los más jóvenes, los prisci epitoman la hipocresía del Sabbat. Sí, han demostrado su valía, pero no de forma consistente.
Puede que el Priscus Nosequién haya hecho algo una noche olvidada de hace más de cien años, pero, ¿alguien recuerda algo reciente y memorable? Por supuesto, estos neonatos no suelen tener la ocasión de ver a los prisci en acción. Al estar dedicados a ayudar al regente, gran parte de sus asuntos tiene lugar en los centros de poder del Sabbat. Sin embargo, los jóvenes no andan totalmente desencaminados. El consistorio, que también incluye a algunos cardenales, recuerda en muchos aspectos a las capas superiores de la Camarilla, ya que los vampiros más viejos se apuñalan en la espalda y usurpan su mutua influencia en un eterno juego por lograr la supremacía. El papel del priscus es asegurar el éxito a largo plazo del Sabbat mediante el asesoramiento y la planificación cuidadosa. Esta función sirve al interés de todos, ya que permite a los más jóvenes ver resultados reales por sus esfuerzos, y a los mayores disfrutar de los lujos obtenidos de una no-vida de traición y duplicidad, junto con algún esfuerzo ocasional.
Casi todos los prisci han alcanzado una gran edad y pasan buena parte de su tiempo en letargo, despertando solo cuando se les necesita o cuando un golpe importante requiere su atención. Son responsables de gran parte del avance en los escalones superiores de la secta; se necesita el patrocinio de uno de ellos para convertirse en arzobispo, por ejemplo, y el consistorio selecciona a sus propios miembros entre los niveles inferiores.
Hay que señalar que ser priscus no es una vida de Banquetes de Sangre y epicurianismo. Muchos fueron nobles o estrategas antes de convertirse en vampiros, y su vasta experiencia, templada por la precaución necesaria para haber alcanzado su cargo, es de gran utilidad a la secta. Muy a menudo, el éxito o fracaso de un asedio depende de una pequeña información, como las defensas de las que el príncipe puede disponer, o los vampiros simpatizantes a los que se puede convencer para que miren hacia otro lado mientras el Sabbat asola la ciudad. Ese es su papel: maximizar los, defectos de los demás mediante estrategias adecuadas. Algunas ciudades llegan a tener prisci a mano para aconsejar al arzobispo o al concilio obispal en asuntos de relevancia vampírica. Como hacedores de reyes, suelen ser el verdadero poder que se oculta tras los dirigentes.
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