Es posible que la Camarilla tenga más diversidad en los clanes que la componen, pero sus enemigos eternos se enorgullecen de la visión universal de sus vampiros. Por supuesto, estos Cainitas son tan únicos como los demás Condenados del Mundo de Tinieblas, aunque su ideología común tienda a unirles de forma más cohesiva.
Hasta hace poco los Lasombra y los Tzimisce eran los más numerosos. Sin embargo, en las noches de conquista y asedio las filas del Sabbat se llenan de un mayor número de miembros de otros clanes y líneas de sangre.
Aunque los dos grupos tradicionales aún tienen la superioridad, la proporción ya no está tan descompensada como antes. Los más críticos se preguntan si el liderazgo de la secta estará sufriendo un cambio, como refleja el aumento en los clanes y líneas “menores”.
Los grupos del Sabbat suelen referirse a ellos mismos como antitribu o “anti-clanes”, ya que han vuelto la espalda a la Camarilla o a los clanes independientes de los que surgieron. No suele existir precisamente afecto entre los antitribu y los clanes principales; se separaron hace tiempo por cuestiones filosóficas, y la reconciliación parece improbable, especialmente a medida que se acerca la Gehena en las noches modernas. No hay duda de que los detalles de estas viejas rivalidades se han perdido en las brumas de la historia, pero pocos vampiros se encuentran con una hostilidad como la que se profesan los antitribu y sus grupos “paternos”.
A continuación se presenta una descripción de los clanes y líneas de sangre del Sabbat.
Sobre los Tremere Antitribu
El Hermano Saiz no realizaba el esbat desde hacía un mes. Debo admitir que me desconcertaba, aunque pudiéramos ir de un lado a otro como nos apeteciera. Quizá hubiera ocurrido algo; podía haber caído a garras de los Lupinos o haberse cruzado con las magias secretas de los brujos. Quizá el Diablo llegara para reclamar su alma, o puede que sus rituales salieran mal. Como soy el responsable de la manada, tenía que saberlo. Me llevó seis meses encontrar el lugar, la Universidad del Tercer Círculo de la Serpiente Dorada. Estaba enterrada casi medio kilómetro bajo tierra. Supuse que habría incontables protecciones y maldiciones en las puertas, u otros modos de evitar que alguien la descubriera, pero no era así. Imagina mi sorpresa cuando atravesé sin problema alguno las puertas de su cámara más secreta. (“Sin problema” no es correcto, ya que tuve que superar un vestíbulo fétido que un enorme caimán blanco había convertido en su hogar. Se encontraba en una de las gradas superiores del laberinto que conduce a la capilla bajo las calles de Ciudad de Méjico.) Por todas partes veía señales de una gran conflagración (aunque aparentemente breve). Los viejos libros y estantes estaban chamuscados y ennegrecidos, las seña- les rituales en el suelo habían sido destruidas y una bruma insoportable cubría toda la estancia. Lo más curioso fue el descubrimiento de unas cien columnas de ceniza, una extraña característica arquitectónica. Sin embargo, inspeccionando más cuidadosamente advertí que los pi- lares no eran parte de la estructura, ya que cada uno te- nía un claro rostro humano. Cuando los toqué (¡un leve roce!) se derrumbaron en un montón de polvo, cayendo un anillo de plata parcialmente fundido sobre los restos calcinados. Temo que el Hermano Saiz no vuelva a unirse a nosotros, así como ninguno de sus compatriotas Tremere.
—Matilde Solís, sacerdotisa de manada, en una carta al Obispo Cicatriz de Tijuana.
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