Muchos anarquistas forman una secta en el interior de otra secta, ya que todavía se encuentran bajo los auspicios de la Camarilla. Sólo los anarquistas más radicales se mantienen totalmente separados de la Torre de Marfil, ya que muchos de ellos reconocen la utilidad de la estructura existente.
Sin embargo, para la mentalidad anarquista, esta estructura se ha podrido desde dentro, por lo que ha llegado el momento de llevar a cabo los cambios necesarios en la Camarilla para convertirla en el gran protector de los Vástagos que reclama ser.
¿Pero en qué consisten esos cambios?
Pregunta a una docena de anarquistas y obtendrás respuestas muy variadas. El fenómeno social del anarquismo está más dedicado al cambio que a los métodos para conseguirlo. Lo que los anarquistas desean es una redistribución del poder desde las jerarquías más elevadas de los Vástagos hacia abajo. Desean que la sociedad Cainita se base más en el mérito que en la edad, el Abrazo o los privilegios heredados. El que este cambio provenga de una guerra de guerrillas o deba canalizarse a través de los salones del Elíseo depende de cada individuo. La causa del anarquismo es igualitaria, esté rodeada de retórica anarquista, propaganda comunista o decretos fascistas.
Por supuesto, estas tendencias son lo que ha convertido a los anarquistas en una espina clavada en el costado de la sociedad de los Condenados. Pocos antiguos, sean de la Camarilla o del Sabbat, sean independientes o tengan otras simpatías menos identificables, desean renunciar a las comodidades por las que han luchado durante tanto tiempo. Los ancillae luchan por conseguir los derechos de los antiguos, por lo que no soportan ver como algunos Chupones que sólo tienen unas pocas semanas de vida reclaman los mismos beneficios que ellos. Incluso los neonatos no simpatizan con los anarquistas. Los chiquillos de sires poderosos suelen disfrutar de las mismas comodidades que sus sires, y los novatos menos privilegiados ven a los anarquistas como una carga que lleva a los antiguos a tratar a todos los chiquillos jóvenes como si fueran radicales. El Sabbat desprecia a los anarquistas, a los que considera como unos vampiros ineficaces con los que solo consigue formar alianzas demasiado inestables. La Camarilla suele tolerarlos, aunque los considera como un factor desestabilizador.
Por lo tanto no debe sorprendernos que la existencia de los anarquistas sea frustrante y vivan con mentalidad de asedio. Sus caminos son amplios, ya que no sólo deben atraer a otros hacia su modo de pensar, sino que tienen que convertir sus ideas en realidad. La Revuelta Anarquista que se puso en marcha hace siglos no ha muerto, sólo se ha ocultado. Muchos anarquistas creen que se deben volver a hacer oír en las Últimas Noches. A pesar de ciertos retrasos, amanece una nueva era para aquellos que están dispuestos a desafiar el éxtasis que caracteriza a la sociedad de los no muertos.
La Experiencia Anarquista
El propósito de este espacio es expandir el concepto de los anarquistas y abrir nuevas opciones con las que los jugadores puedan crear sus personajes y los Narradores puedan introducir a estos revolucionarios en sus crónicas. Resulta más fácil decirlo que hacerlo, ya que en el pasado, el estereotipo de los anarquistas que poseían los jugadores de Vampiro no era demasiado diferente del que tenían los antiguos de la Camarilla. Nuestra intención es cambiar esta visión. Los anarquistas representan una secta viable que sufre de la falta de inercia que mantiene en pie a las dos sectas principales. La desorganización del Movimiento Anarquista es la que ha evitado que alcanzara la posición de la Camarilla o del Sabbat, y existen muchos factores que contribuyen a su incapacidad latente de renacer de sus cenizas. De hecho, muchos anarquistas modernos se muestran irrespetuosos (y algunos se comportan de forma abiertamente hostil) con los que admitieron su derrota en la Convención de Thorns. Los anarquistas carecen de héroes formativos, ya que no tienen a un Hardestadt o un Rafael de Corazón que simbolice la personificación de sus ideales. Incluso aquellos campeones de la causa que reverencian son recordados más por sus actos que por sus filosofías. El anarquista Smiling Jack, cuyo nombre está en los labios de todo miembro joven de la causa, es más reconocido por sus actividades que por el anarquismo caótico que defiende para conseguir la redistribución del poder. El icono Jeremy MacNeil era tan reaccionario como cualquier anarquista, aunque todavía continúa siendo un héroe por el trato recibido a manos de un príncipe cruel y por los esfuerzos que llevó a cabo para defender el Estado Libre Anarquista.
Pero este es sólo uno de los muchos conflictos a los que debe enfrentarse un anarquista, otro motivo por el que los anarquistas son unos personajes tan convincentes. El hecho de que la sociedad de la Camarilla (y hasta cierta extensión, la del Sabbat) continúe existiendo convierte su lucha en una lucha ideológica, ya que aún deben demostrar de forma empírica que su sociedad es viable. Incluso el anarquista más dedicado desconoce si su idea funcionará, aunque cree en ella. Este es el motivo por el que muchos de ellos odian a las sectas. Como instituciones, están anquilosadas, ya que reemplazan los derechos individuales de los Vástagos con costumbres anticuadas que permanecen porque, a diferencia de los mortales, la gente que las estableció no murieron cuando envejecieron. Desde el anarquista adolescente carente de una verdadera convicción hasta el idealista cuyos principios lo son todo, los anarquistas forman una secta de individuos feroces. Cierto, algunos Vástagos jóvenes se relacionan con el Movimiento Anarquista por la rebelión, pero el considerar que todo el grupo es un grupo de fanáticos violentos no es tan sólo incorrecto, sino peligroso.
Los anarquistas cuentan con un arma que pocos antiguos de las sectas poseen, la pasión. Todos los anarquistas (excepto los más cínicos) creen en la causa. En algunos casos, esta creencia puede atribuirse a la inexperiencia o a la candidez, pero para aquellos que han pasado varios años entre los anarquistas, la lucha posee cierto sentido de responsabilidad social. Los anarquistas nunca han sido tratados de forma honesta por la sociedad Cainita. Sabiendo esto, ¿por qué querría alguien ser anarquista? Porque creen en sus ideales. Porque deben creer. Es esta dedicación a sus principios la que mantiene a los miembros de las otras sectas enfrentados con los anarquistas. Para los Vástagos, el conservadurismo se adquiere con la edad. El cambio es una aberración para los Condenados. La Yihad, la Guerra de las Edades, es una faceta inherente a la existencia del anarquista. Los detractores del Movimiento Anarquista suelen pasar por alto el alto grado de cosmopolitismo de la facción, ya que la consideran como un grupo de chiquillos empobrecidos e iconoclastas truculentos. Aunque esta visión es cierta en algunas ocasiones (la rebelión forma parte de la vida adolescente de un Vástago), los verdaderos anarquistas que prestan su apoyo al movimiento impulsados por sus ideales son algo más que rebeldes sin causa. Dejando a un lado la pureza de la política de los Vástagos, el Movimiento Anarquista es probablemente la estructura Cainita más parecida a la de los mortales. Mientras que las instituciones de la Camarilla o del Sabbat representan órdenes sociales, los anarquistas intentan modelar comportamientos gubernamentales para conseguir nuevos órdenes. La Camarilla y el Sabbat giran en torno a los favores y contraprestaciones, la posición y la admiración del prójimo. El Movimiento Anarquista, incluso cuando defiende la anarquía, intenta reemplazarlo por un sistema más definido.
Si esto nos parece extraño cuando contemplamos las tácticas destructivas de los anarquistas, considerémosla desde su punto de vista. Para los anarquistas, el orden social no funciona, no se puede confiar en que los Vástagos hagan lo correcto por toda la raza de Caín, ya que son demasiado egoístas. Estos Vástagos se han apropiado de lo que debería ser compartido (o como mínimo de la oportunidad) por todos los Condenados.
En algunos casos, este código ético cristaliza en una visión personal de la sociedad ideal. De hecho, la mayor fuerza de los anarquistas es su debilidad más acusada. Un anarquista es un Vástago que desea redistribuir el poder entre todos los de su raza. Si su último objetivo está relacionado con la creación de una anarquía iluminada en la que todos sean “Cainitas” o una sociedad totalitaria que obligue a todos los Cainitas a responder ante un sólo igual, los anarquistas desean el cambio. Y lo desean conseguir eliminando el privilegio de aquellos que lo han blandido durante tanto tiempo. La diversidad es lo que mantiene la fuerza y la pasión en los anarquistas, pero también los convierte en una secta poco comunicativa y desorganizada. De nuevo volvemos a desvelar el conocimiento de los anarquistas. Muchos de los Vástagos creen que los anarquistas desean arrebatarles sus riquezas en beneficio propio. Nada más lejos de la realidad. Cierto, algunos anarquistas liberales o comunistas pueden desear redistribuirlos de forma equitativa entre los Vástagos, pero otras visiones incluyen modelos neo-feudales, en los que el príncipe sería un aristócrata letrado, o estados socialistas regionales, no muy alejados del nazismo aunque con distinciones sobre lo que constituye una amenaza para el “estado”. Como hemos dicho anteriormente, una gran parte de la causa anarquista está enraizada con las estructuras gubernamentales mortales.
Los motivos para este paralelismo son varios: por un lado, resulta sencillo establecer un modelo social regido por un gobierno central, y por otro, el gobierno es un vehículo apropiado para la ética de la rebelión. Son pocos los anarquistas que desean destruir la Camarilla, ya que como mínimo forman parte nominal de esa organización. Lo que los anarquistas desean es un cambio originado desde el interior. El anarquista inteligente sabe que la estructura existe, ¿para qué reinventar la rueda cuando un pequeño ajuste es todo lo que se necesita? Por supuesto, es la intensidad de ese pequeño ajuste la que separa y une a los defensores de la causa.
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