Suspendidas en diversos estados de perpetua anarquía confederada, las ciudades del Sabbat están llenas de los elementos que la secta ve como útiles y valiosos. Mientras que la Camarilla evita la manipulación abierta de la sociedad humana, el Sabbat no tiene problemas en fomentar directamente (aunque de forma juiciosa) aquello que facilita su existencia. Por tanto, sus ciudades suelen evidenciar altos índices de criminalidad, tráfico de drogas, exceso de población y corrupción.
Alimentándose de las masas de indigentes y el dinero abundante del mundo criminal, convierten los yermos y suburbios en sus propios dominios personales (o de la manada). Los escalones superiores de la sociedad humana se convierten en terreno de caza para los más sutiles, alimentando los gustos más hastiados y esotéricos de los miembros influyentes de la secta. Cada ciudad del Sabbat es un ejercicio de caos apenas reprimido (aunque algunos son más controlados que otros). Normalmente supervisadas por un arzobispo o un consejo de obispos, estas urbes compitan entre ellas por el poder y el prestigio con feroz abandono, únicamente refrenadas por los vínculos de la Vaulderie. La autoridad desciende a los líderes menores y los ducti, que cumplen los objetivos de la secta (y los propios) a su propio modo.
En vez de lealtad a la línea del clan, el Sabbat trabaja con grupos mezclados; la separación de manadas y el hecho de que la Vaulderie no suela compartirse entre manadas rivales significa que los vampiros del Sabbat se enzarzan a menudo e luchas internas. Cuando esto se combina con el movimiento Lealista (que aboga por la libertad personal y la desobediencia) y el fraccionamiento de los jóvenes y desequilibrados miembros, se tienen frecuentes estallidos de violencia vampírica (ya sea contra los mortales o contra sí mismos). Solo la causa común y el poder de la Vaulderie hacen que los Cainitas de la secta colaboren, lo que se demuestra en el hecho de que en sus ciudades son más frecuentes los deslices que permiten a los humanos descubrir la existencia de los monstruos. Estos humanos son despachados brutalmente antes de convertirse en un problema.. Una historia sobre las extrañas calles de Nueva York habla de una serie de historias titulada "¡Los vampiros existen!", de un escritor sensacionalista que fue encontrado tres días después de la aparición del primer artículo, borracho, aturdido y colocado en los escalones de las oficinas del New York Times, desnudo, maquillado de blanco y con un cartel: "Sí, somos reales. Alejaos del East Village".
Influencia Mortal
El desdén por la influencia mortal causa al Sabbat numerosos problemas en el control de sus ciudades. La secta se niega a reconocerlos como una amenaza, y algunos de sus miembros tratan a los humanos como poco más que restaurantes ambulantes. Se trata de una actitud peligrosa para la organización, ya que significa que las agencias mortales pueden ser empleadas fácilmente contra ella.
El peor problema de esta falta de influencia, por supuesto, es la posibilidad de una exposición en masa por culpa de las acciones de un vampiro temerario, enloquecido, loco o simplemente hiperactivo. Salvo que el vampiro en cuestión disponga de una influencia sutil e importante en los medios de comunicación (lo que no suele ser el caso de los recién Abrazados), la secta recurre al terrorismo o al uso descarado de Disciplinas para resolver este tipo de problemas. Esta filosofía suele dar numerosos quebraderos de cabeza, por supuesto, si un mortal con un talento especial escapa y logra reunir ayuda competente (por ejemplo, de la Inquisición). El Sabbat se enfrenta a estos posibles problemas fomentando los altos índices de criminalidad en sus ciudades, de modo que un asesinato extraño o una desaparición pasen desapercibidos. Sin embargo, esta táctica crea dificultades propias. Los más sabios líderes del Sabbat reconocen la utilidad de los medios de comunicación, pero por lo general la secta no explota este recurso.
La falta de inversión financiera en la sociedad mortal significa que en general se tiene poca influencia sobre la industria, la política o el transporte. Aunque cualquier vampiro puede conseguir dinero asaltando a un mortal desprevenido, la mayoría de los miembros del Sabbat (que consideran a los mortales una pérdida de tiempo) carece de la capacidad de mover grandes cantidades de dinero, ejerciendo su poder sobre la industria o los empresarios. Después de todo, llevar un negocio requiere papeleo, y eso ni proporciona comida ni es divertido. Sin embargo, los antiguos de la secta reconocen que es necesario disponer de intereses en la industria y en la política para poder desarrollar bases de ataque, y para apoyar a los rebaños que los vampiros necesitan. Un vistazo al mal estado económico de muchas ciudades del Sabbat muestra que los humanos suelen huir de las condiciones de opresión, y la secta ha terminado convirtiendo la mayoría de sus bastiones en ruinas económicas mediante el esfuerzo de otros Cainitas, o incluso de las industrias mortales. Algunos líderes abogan por un control más directo de las instituciones financieras y políticas, pero los más jóvenes les gritan que eso es portarse como la Camarilla.
La tasa de crímenes en estas ciudades suele ser inconcebible. Sin los recursos de los medios de comunicación o la policía, el Sabbat estimula el crimen para ocultar sus actividades. Después de todo, unos cuantos desaparecidos más no se notarán mucho entre los cientos que se producen cada año. Además, estos vampiros encuentran que el mundo criminal es un buen modo de conseguir dinero, drogas y armas, todos ellos elementos útiles para librar una guerra, ya sea contra los adversarios de la secta o contra los enemigos en ciudades vecinas. Las Serpientes de la Luz, los Lasombra y los Ventrue antitribu en particular tienden a involucrarse en más actividades criminales que el resto de sus compatriotas, lo que lleva a un mayor índice de actividad violenta entre los mortales que el Sabbat necesita para cubrir sus huellas. También usan negocios de contrabando para transportar vampiros, y más de una banda dedicada anteriormente al tráfico de tabaco o de armas se ve ahora transportando cadáveres vivientes por zonas que normalmente serían peligrosas para los vampiros.
Algunos Nosferatu antitribu emprendedores llegaron a dirigir un “Tren Subterráneo” para vampiros a principios de los 80, pero los rumores indican que esta empresa ya no sigue en marcha.
Los Números del Sabbat
Debido a su política abierta sobre la alimentación y la tendencia a crear nuevos vampiros en tiempo de guerra, las ciudades del Sabbat suelen albergar más Cainitas per cápita que las demás. Una urbe típica de la secta puede mantener el doble de los vampiros normales (un Cainita por cada 50.000 mortales), aunque este exceso de población suele ser engañoso, ya que los vampiros sobrantes mueren en combate o simplemente se marchan como manadas nómadas. Combinado con la ausencia de una Mascarada impuesta, este problema significa que es más frecuente que los miembros del Sabbat sean descubiertos como vampiros, aunque el uso de medios directos para rectificar estas situaciones impide que sean totalmente expuestos (de hecho, los antiguos reconocen la necesidad de mantener a los humanos en la ignorancia... por ahora).
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