No fue hasta que estudié en el Ateneo Brujah de Charleston que entendí por qué nuestros Antiguos se afligen tanto por la Hospitalidad. ¿Sabías que originalmente era una obligación en doble sentido? En otras palabras, mientras el visitante estaba obligado a rendir homenaje y obedecer a su anfitrión, éste debía cuidar de las necesidades de su invitado y protegerlo. Muchos Príncipes y Obispos, especialmente del Clan Tzimisce, mantienen su honor como anfitriones, por lo que tienen cierto derecho a exigir lo propio a cambio, incluso en nuestros tiempos vulgares. Lamentablemente, los superan los centenares que exigen reverencia pero rechazan a los viajeros necesitados. Algunos de mis compañeros Anarquistas también aman la historia y juntos hemos tratado de recuperar esta manera de entender la Tradición. Creo que se me da mejor cuando no la explico en términos históricos, sino sólo en términos de justicia básica y la idea de que uno demuestra ser un justo señor de su dominio siendo un anfitrión generoso. Lamentablemente, a muchos nos hablaron por primera vez la Tradición de la Hospitalidad mientras nos echaban a palos del territorio de alguien.
Para los Caitiff o quienes han sido abandonados por sus Sires, el concepto es malvado y parte de la razón de su rebelión. Pero esto ha conducido en algunos lugares a una liberalidad natural admirable. Muchos Anarquistas darán la bienvenida, o al menos ignorarán educadamente a otros que se alimentan en su territorio, mientras lo hagan a un nivel aceptable y no sea una provocación deliberada. De hecho, ofrecer recipientes a los recién llegados es un método frecuente de ganar conversos y gente que te ayude: los actos hablan más alto que las palabras y nadie necesita mencionar la palabra tabú “prestación” para que alguien te esté agradecido.
En territorio Anarquista, los Vástagos suelen poder viajar con libertad y se dan cuenta de que difícilmente podrán esperar tolerancia de sus vecinos si ellos no brindan esa misma cortesía. Igualmente, muchos dominios coinciden en que, aunque sólo los residentes pueden tomar parte en las decisiones locales, hasta el visitante más ignorante posee “derechos vampíricos” básicos: el derecho a existir y alimentarse, libertad de expresión, asociación y movimiento, e igualdad con los otros no muertos. Sólo se exceptúa a quienes claramente no son Anarquistas, e incluso éstos a veces pueden reclamar inmunidad diplomática si respetan la soberanía Anarquista durante su estancia, dependiendo en gran medida de si ese dominio ha tenido que afrontar la incursión de otra Secta: una y no más, Santo Tomás.
La mayoría de dominios que implantan una parcelación de terrenos de Caza también tienen un proceso formal para tratar con los intrusos con la intención de enfriar el ambiente, diferenciar las intrusiones inocentes de la caza furtiva y evitar conflictos innecesarios. Suele prohibirse al poseedor del dominio tomarse la justicia por su mano sobre quien haya violado su dominio, debiendo dejarla a las autoridades. El malhechor capturado pasa por varias etapas de apelación antes que los líderes puedan sentenciarlo a la Muerte Definitiva. De hecho, incluso tras una condena la sentencia a menudo queda lejos de la destrucción y el infractor debe enmendarse mediante una tarea, por ejemplo, o verse desterrado o estacado y enterrado. En resumen, sólo en los territorios Anarquistas más salvajes puede un Vástago asesinar a otro en nombre de la Tradición sin entrar en una lista negra. No obstante, tales territorios existen, especialmente en regiones remotas o colindantes con otras Sectas y, aunque pueden ser poco populares en los dominios más convencionales, no solemos imponerles nuestros principios. Viajeros Anarquistas, aseguraos de preguntar acerca del camino que tenéis por delante antes de llegar a un pueblo extraño con el estómago vacío.
Debo señalar que toda generosidad tiene sus límites. Nuestros instintos siguen siendo los que son y la Bestia nunca está domada del todo. Un Anarquista en su “terruño”, sin importar lo que considere como tal, espera mantener el control y sentirse seguro y respetado. Si haces que se sienta de otra forma, te ganarás su ira, da igual cómo lo explique.
Los Vástagos que se alían en grupos cerrados comparten los sentimientos de sus compañeros. Insulta al compañero de armas de un Ventrue y reaccionará tan violentamente como lo haría un Príncipe ante una violación de la Hospitalidad. Muchos de nosotros provenimos de lugares en los que la mera dignidad, por no hablar del dominio, eran lujos inalcanzables. Ahora hemos ganado un poco de ambas cosas y que Dios ayude al advenedizo que nos escupa a la cara como si nuestra larga lucha no significara nada.
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