Responsabilidad

Afortunadamente, casi la única persona que se opone a que un Chiquillo recién Abrazado sea responsabilidad de su Sire es dicho Chiquillo. Todos los demás recuerdan esas primeras noches bajo el azote de la Bestia y se maravillan de no haber causado más daño.

Pero, ¿cómo sabes cuándo está listo un Neonato para ser liberado? Ése es un tema mucho más controvertido. En la Camarilla, la respuesta es simple, aunque frustrante. Estás listo cuando tu Sire y tu Príncipe lo digan (aunque tu Primogénito también puede dar su opinión). Si ello implica un siglo de servidumbre y ataduras, así sea. En el Sabbat, por costumbre, uno normalmente debe haber “sangrado” para reclamar cualquier derecho. Podrías tener cien años y seguir jodido si no has peleado en uno de sus juegos o jugado en una de sus guerras. Como regla, los Anarquistas consideramos que unos años bastan para dominar los aspectos elementales de ser un Vástago. Pero saber lo básico difícilmente te convierte en un experto. Aprender los dones de la Sangre y las costumbres de la política no-muerta lo bastante bien como para ser autosuficiente puede llevar décadas. Aunque esperamos que un Chiquillo no liberado preste atención a su Sire, también goza de su protección a ojos de los demás, por lo que no estar liberado durante un tiempo también tiene sus beneficios. Si opinas de otra forma, eres libre de preguntar a los Gangrel víctimas de la antigua costumbre del Clan de abandonar al Chiquillo la misma noche del Abrazo.

Sí puedes encontrar un consenso Anarquista en que tanto Sire como Chiquillo deberían estar de acuerdo en el momento de la liberación y en que hay (o debería haber) un punto intermedio entre negligencia y posesión. Si se debe consultar a alguien más varía de dominio a dominio, y sobre todo depende del origen de éste. Por ejemplo, la mayor parte de los Estados Libres de California toleran los okupas por ley o por costumbre, pero éstos tienen el mismo estatus que un Chiquillo no liberado. Para ser un ciudadano de pleno derecho, debe jurarse lealtad al dominio (en algunos de los Estados Libres se va más lejos y uno debe probar su compromiso para obtener la ciudadanía: pelear en defensa del Estado, traer conversos, escribir propaganda, hostigar a odiados Antiguos). Cumplidos los requisitos, los líderes os agasajan a ti y a los otros nuevos ciudadanos en un gran salón coincidiendo con el Cinco de Mayo, tras lo cual publican tu nombre en una circular conmemorativa que envían atentamente a un selecto grupo de Justicar de la Camarilla y Prisci del Sabbat.

La idea es asegurarse de que has “ido demasiado lejos” como para poder desertar y pasarte a otras Sectas. Yo misma he visto suficientes deserciones inesperadas para saber que esto nunca puede darse por sentado, pero apruebo el concepto. Es mucho mejor que la propuesta inicial. Recuerdo haber hablado de someter a votación la liberación de un Chiquillo (y, de hecho, todos los temas de la ciudadanía, lo que es ridículo). Finalmente, decidieron que la tiranía de una mayoría no era mejor que la de un Antiguo. Estos derechos eran tan fundamentales que cualquier Vástago debería poder ganárselos. En los dominios del Estado Libre en el Sur de California, una Declaración de Derechos los garantiza.

Sin embargo, en otros lugares las costumbres son muy distintas. A medida que te acercas a los baluartes del Sabbat, encontrarás territorios donde su barbarie ha influido a nuestros hermanos. En tales dominios, ser liberado es más novatada que ceremonia y sobrevivir a la ordalía demuestra ser digno de ello. Puede implicar un duelo o una Caza Salvaje (de algún desdichado mortal) o un Juicio de Valor enfrentándote al Rötscheck por el fuego o el Sol. También he encontrado enclaves que se hacen llamar Anarquistas donde practican rituales de mayoría de edad que afirman haber extraído de escrituras Nodistas. Los más inofensivos son “paseos medicinales”, en los que los participantes ingieren sangre mezclada con alucinógenos. De otros omitiré los detalles, pero están generalmente basados en el principio de la blasfemia como acto sagrado.