01 - Al-Andalus

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El viaje comienza para vosotros, lectores, en la ciudad de Granada. Evidentemente comenzó mucho antes para mí, pero no creo que sea necesario hace más pesada la descripción de mi viaje. Un viaje desde una punta del mundo musulmán a la otra será suficiente. Puede resultar una frivolidad para algunos todo el tiempo que he pasado disfrutando de los placeres del campo, aunque ahora cuento con el lujo de la eternidad.

La diversidad de climas y paisajes en Al-Andalus me maravilla. Procedo de los vastos desiertos de la Península Arábiga, he pasado algún tiempo en las montañas entre pinares, robledales y alcornocales, y he visto con mis propios ojos las arboledas de las que se cortó la madera con la que construyeron mi barco. Allí los aldeanos siembran el grano y crían animales donde la tierra no está dominada por los árboles. En las mesetas templadas, los campesinos recogen la aceituna y pastorean cabras y ovejas para luego enviar los excedentes mediante el rio a las grandes ciudades del interior, alejadas de la costa.

Granada es una de esas ciudades, asentada en la confluencia de dos ríos, el Genil y el Darro. Rio abajo el Genil se une al Guadalquivir, a orillas del cual se encuentran las otras grandes ciudades de al-Andalus, Córdoba y Sevilla. La naturaleza pacífica del campo andalusí se contradice con la intensa actividad política que tiene lugar en las ciudades... o al menos me han avisado de que así es. El califato almorávide surgió de los fieros beréberes de los desiertos de Marruecos hace apenas un siglo para reunir los restos de la dinastía Omeya. A la manera de antaño, estos bárbaros invasores (devotos en temas de religión, pero no por ello menos bárbaros) se ablandaron y acomodaron a la exuberancia de al-Andalus... puede que yo también me vuelva indolente si paso demasiado tiempo en esta encantadora tierra. Los infortunados almorávides fueron suplantados hace apenas décadas por el califato almohade, beréberes también e igual de fieros que los que invadieron hace generaciones el mismo territorio, un pueblo que descendió de las altas montañas del Atlas en el Magreb con la fuerza y la velocidad de los brillantes rápidos de un río. Aunque la derrota de la dinastía Almorávide pudiera resultar fácil, los almohades aún han de enfrentarse a la delicada tarea de expulsar a las reyezuelos y sultanes que alcanzaron el poder durante el declive almorávide, y que están poco dispuestos ha devolver ese privilegio. Estas tierras llevan habitadas desde que existen registros históricos, y han sido repobladas por romanos y árabes, pueblos que no se dejan subyugar con facilidad.
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1 comentarios:

  1. Fallitos en el texto "sea necesario hace mas pesada" deberia ser "sea necesario hacer mas pesada". "disopuestos ha devolver" deberia ser "dispuestos a devolver". Gran trabajo!

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