02 - Hijra

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Muhammad recorrió las calles de La Meca predicando la palabra de Alá y avisando del juicio divino que aguardaba al fin del mundo. La mayoría de la gente le consideraba un loco, pero su mensaje (en especial el énfasis que ponía en la compasión por los esclavos y la igualdad de las mujeres) tenía un fuerte atractivo para los pobres y los despreciados. Los gobernantes de la ciudad, miembros de la propia tribu de Muhammad, observaron como se incrementaba el número de seguidores de Muhammad y pasaron de la inquietud al enfado.

Tacharon a Muhammad de hereje y amenazaron con la muerte a él y a sus seguidores .Algunos de los primeros musulmanes se retractaron, pero la mayoría siguieron con sus ritos en secreto, reuniéndose en escondrijos por toda la ciudad o en cavernas fuera de La Meca.  Entre estos primeros creyentes se contaba un rico mercader de nombre Uthman ibn Affan, que admiraba profundamente a Muhammad y no lo ocultaba. Más tarde, el Profeta le ofreció la mano de una de sus hijas al mercader. Uthman, henchido de dicha, puso su considerable fortuna a disposición de la nueva religión.

Los quraisíes continuaron persiguiendo a Muhammad y a sus seguidores. Aunque no deseaban matar al Profeta por temor a que su familia buscase venganza, no dudaron en matar a sus seguidores. Durante el mes de peregrinación, apostaron hombres por toda la ciudad para caer sobre cualquiera de los seguidores de Alá que intentase difundir la palabra de Alá entre los peregrinos que acudían a adorar a la Ka'ba. Pero la religión perseveró y creció el número de seguidores de Muhammad hasta que incluso miembros de la case gobernante de la ciudad se convirtieron a la religión de Alá. Los quraisíes, enfurecidos, emitieron un decreto de expulsión dirigido a Muhammad y toda su familia, prohibiendo a los habitantes de La Meca casarse con sus parientes o tener tratos relacionados con ellos. Los seguidores de Muhammad podían ser atacado sin temor a represalias.

El Profeta, al enterarse, huyó a un castillo fuera de la ciudad que pertenecía a su tío, Abu Talib, en donde permaneció tres años, aventurándose sólo durante el mes sagrado, cuando la violencia estaba prohibida. Estos años fueron la época más oscura de la historia del Islam. Muhammad siguió predicando a sus seguidores, obligado a dictar sus enseñanzas a escribas que después distribuían sus palabras entre los fieles. Las persecuciones continuaron y el Profeta se dio cuenta de que para que la religión pudiese sobrevivir debía abandonar la ciudad y hallar un lugar en donde pudiese proseguir sus enseñanzas sin obstáculos. Viajó a at-Ta'if, la ciudad de su infancia, pero allí la gente le insultó y le echó de la ciudad con una lluvia de piedras. Rechazado, regresó a La Meca... y por casualidad se encontró en compañía de una caravana de mercaderes recién llegados de una ciudad al noreste llamada Yathrib.

Yathrib era una próspera ciudad con predominio de población Judía, en donde los rabinos continuamente proclamaban la inminente llegada del Mesías. Muhammad compartió sus creencias con los mercaderes y sorprendentemente los hombres le escucharon. No tardaron en creer que era el mismísimo Mesías del que hablaban los rabinos. Dijeron que regresarían en un año para llevarle a Yathrib triunfante. Haciendo acopio de su fe, Muhammad regresó a su fortaleza prisión y se esforzó por evitar que sus seguidores perdiesen los ánimos.

En algún momento del siguiente año Gabriel volvió junto a Muhammad en sueños. La voz del ángel le ordenó "¡Despierta, durmiente!" y los ojos del Profeta se vieron cegados por una visión de Gabriel y un extraño caballo alado con rostro de hombre. Muhammad montó el caballo, que voló como el rayo en dirección a Jerusalén, deteniéndose brevemente en el Monte Sinaí y Belén, en donde el Profeta desmontó y oró. Entonces el caballo le llevó hasta Jerusalén y el se apeó en el gran templo, en donde Muhammad visitó lo Más Sagrado de lo Sagrado y se encontró con Abraham, Moisés y Jesús rezando juntos. El Profeta oró con ellos un rato, hasta que de improviso una escalera descendió del cielo. Subió hasta llegar a la presencia de Dios, cuyo rostro estaba oculto por el resplandor divino. Alá abrazó a Muhammad y después cegado por la luz, el Profeta regresó a la escalera y el caballo lo llevó de vuelta a La Meca. En años posteriores, los peregrinos que pasaban por la Cúpula de la Roca en Jerusalén señalaban a la huella marcada en la piedra y decían que allí se había subido el Profeta al caballo angelical para regresar a La Meca.

El tiempo pasó y la religión hubo de enfrentarse a la incansable persecución: exactamente un año después de su charla en La Meca, doce judíos de Yathrib se reunieron con Muhammad en el paso de Aqaba, a las afueras de la ciudad, y le juraron lealtad. Aún no se había convertido toda Yathrib, pero estaba dispuesta a escuchar las enseñanzas de Muhammad, dijeron ellos.

Los judíos regresaron a Yathrib con un profesor escogido por el Profeta y Muhammad se armó de paciencia y confianza en la voluntad de Dios. Mientras el pueblo de Yathrib aprendía las enseñanzas del Profeta, los gobernantes de La Meca tuvieron noticias del encuentro en Aqaba. Ya era bastante grave que tuvieran que soportar a Muhammad dentro de su ciudad, pero ¿cuán peor no sería si obtuviese el control de toda Yathrib?.

Los quraisíes temían que pudiese entonces reclutar un ejército y tomar la ciudad por la fuerza. Después de muchas deliberaciones decidieron que en lugar de intentar enviar a un solo asesino a que matase al Profeta y por tanto arriesgarse a sufrir la venganza de su familia, escogerían a alguien de cada una de las familias gobernantes. Todos participarían en el asesinato y compartirían la culpa. Pero antes de que pudiesen pasar a la acción, un mensajero de Yathrib llegó con las últimas noticias de la ciudad: las gentes de Yathrib seguían ahora al Profeta.

Muhammad regresó al paso de Aqaba y encontró nada menos que setenta y cinco hombres y dos mujeres esperándole. Le dijeron que Yathrib le aguardaba para recibirle con los brazos abiertos, y le juraron fidelidad. Muhammad estaba henchido de alegría, pero uno de sus seguidores se hizo la siguiente pregunta: "¿Qué garantías había de que el Profeta estaría seguro? ¿Qué ocurriría si todos los pueblos de Arabia se alzasen contra las ciudad que había escogido el mensajero de Dios?. La multitud allí reunida juró al unísono defender al Profeta con sus vidas. Uno de los hombres de Yathrib le pregunto a Muhammad cuál sería su recompensa si daban sus vidas por la causa y el Profeta respondió simplemente "El Paraíso". La respuesta tendría un fuerte eco en los corazones y mentes de los musulmanes durante los siglos venideros.

Al regresar a La Meca, Muhammad dispuso cómo deberían distribuirse sus seguidores. Durante la siguiente primavera y a principios de verano, 150 de sus fieles se abrieron camino hasta Yathrib, saliendo de uno en uno o en parejas para no alterar a los quraisíes. Al final descubrieron sus movimientos y una noche de junio los gobernantes de la ciudad se dispusieron a arrestar al Profeta, que escapó gracias a la valentía de Alí, que se disfrazó para parecerse a él y distrajo a los soldados el tiempo suficiente para que se marchase.

Muhammad y Abu Bakr, el padre de Alí, huyeron de la ciudad y comenzaron el arduo trayecto hacia Yathrib. Al alba, los quraisíes enviaron grupos armados al exterior de la ciudad para atrapar a los dos hombres y ofrecieron una recompensa de cien camellos a quien capturase o matase al Profeta. Muhammad y Abu Bakr se escondieron en cavernas por el día y viajaron por la noche, y en varias ocasiones algunos de los grupos estuvieron a punto de descubrirlos. En todas ellas, Muhammad le aseguró a su amigo, que Alá estaba con ellos y milagrosamente no pudieron encontrarles. Después de un viaje de casi 330 kilometros, los dos llegaron a Yathrib. El 20 de septiembre de 622 Muhammad entró en la ciudad como un rey, escoltado por setenta guerreros. Trece años de persecución y humillación habían concluido.

Varios años después de la muerte del Profeta, el Califa Umar declaró que el calendario musulmán comenzaría con el año de huida de Muhammad de La Meca. El 622 pasó a denominarse el año de la Hijra "la ruptura de los lazos". 
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