12 de Julio de 1194: Viajamos a Sevilla a caballo, siguiendo el Guadalquivir hacia el mar. Llegamos a Sevilla en cuatro noches. Nos encontramos a varios días de camino de la costa, pero el río es tan profundo que los barcos pueden atracar aquí en el lado este. Al igual que en Córdoba, la noche no es especialmente tranquila en Sevilla, pero los sonidos son totalmente diferentes. Aquí son sonidos de labor: las familias que llegan tarde a cenar continúan su trajín tras la puesta del sol, los comerciantes y los guardianes se instalan en sus barracas, los marineros en el puerto recogen las velas y enrollan las cuerdas después de emplear los últimos haces de luz del ocaso para volver poco a poco al muelle. Sevilla es la capital de la confederación almohade, y es evidente que la dinastía la ha encontrado más dócil ante la ley. Es mucho más fácil imponer el orden aquí. La ciudad es mucho más pequeña que Córdoba, y su proximidad al mar la provee con la protección de la linea costera mientras que no la expone al ataque naval directo excepto a través del río, lo que permite un pequeño espacio para realizar maniobras marítimas.
A nuestra llegada, mandé a Karif a comenzar el enrolamiento de la tripulación de nuestro barco, mientras que Sanjar se encargaba de nuestros alojamientos y comprobaba que los bienes que trajimos río arriba se encontraban a salvo en los almacenes del suq. Me dirigí a realizar la necesaria genuflexión ante la sultana. Había oído que era una afable y comprometida Cainita (muy activa en la comunidad Ashirra). La Sultana Gerushah era oriunda de Sevilla, miembro de la extensa población judía de la ciudad. Muchos de las Cainitas aquí comparten esa fe, y conviven pacíficamente con los Ashirra... al menos tan pacíficamente como pueda vivir un puñado de los nuestros con tantas estrecheces tantos años. La Sultana Gerushah, sin embargo, sorprendió a la ciudad con su Segundo Abrazo, su reciente conversión al Islam. Este hecho ha provocado relaciones tensas entre las Gentes del Libro en Sevilla. Los demás judíos Cainitas de la ciudad se sintieron traicionados, y entre los Ashirra existen aquellos que sostienen que la conversión de la sultana no es auténtica, sino que se basa expresamente en conveniencias políticas. Todo el mundo sabe con seguridad, incluso los más cotillas, que tales rumores no son propias ni de la sultana ni del que las propague, pero, sin embargo, continúan extendiéndose. La Sultana Gerushah me recibió personalmente, lo cual no me vino nada mal y conversó conmigo brevemente acerca de mis negocios y de mis asuntos río arriba. Después me despidió. Me marché con la certeza de que las negocias en Sevilla son una apuesta segura
13 de Julio de 1194: Mientras Sanjar dormía, extenuado después de pasar el día revisando informes, Karif y yo nos internamos en la ciudad. Parece que la labor de enrolar marineros de Karif también se desempeña mejor por la noche. Después de un largo día trabajando en el puerto, los marineros ansían el mar. Intenté observar los enormes proyectos de construcción que se mencionaron anoche en la corte de la sultana. Sevilla evitó el asedio que sufrió Córdoba cuando los musulmanes repelieron a los visigodos. Algunos pueden argumentar que la ciudad habría obtenido beneficio de la situación, ya que las calles eran casi de forma literal laberínticas, y las comunidades amuralladas se encuentran caprichosamente intercaladas con mercados y patios. Antes de los visigodos vinieron los vándalos, los nativos romanos e ibéricos, complicando la ciudad con cada sucesor en vez de comenzar con un plan nuevo. No estoy familiarizado con esta ciudad, y no solamente me he perdido una vez desde el suq a la madina sino dos. No es una experiencia especialmente placentera, aunque no me siento particularmente inseguro. Me dirijo al distrito apropiado. No me volveré a perder.
En la madina observé dos ambiciosos proyectos de construcción recién comenzados. Imaginé que las nubes de polvo levantadas por los obreros se convertirían en una abrumadora niebla durante las horas diurnas. La gran mezquita parecía ser el proyecto más avanzado, ya que se erige sobre los cimientos de una iglesia visigoda. Me acerqué a la iglesia con temor, y mientras deambulaba pasando inadvertido entre las pilas de piedras, me sentía incómodo, sentía una especie de asfixia en el pecho a pesar de que ya no necesito respirar. Este sentimiento se intensificaba a medida que me aproximaba a la parte frontal de la construcción cristiana. Se había derribado el muro del área del altar y se había vuelto a construir, por lo que no había forma de ver lo que permanecía en el interior, pero creo que los rumores que he oído son ciertos: hay un monstruo visigodo barbárico, grande y antiguo clavado con estacas en el mismísimo altar de esa iglesia. Me estremecí al imaginar su tormento, pero no moví ninguna piedra para echarle un vistazo. Espero que la entrega de este lugar al Islam elimine ese sentimiento de temor y que selle a ese monstruo en su tumba para siempre.
No fui el Único Ashirra que salió por la noche para observar el emplazamiento del otro edificio, el que será el gran Palacio del Alcázar. Las fortificaciones exteriores de este glorioso lugar se extenderán a lo largo de todo el camino hacia la orilla del río cuando esté completo, y ya existen torres enormes que sobresalen del banco del río desde las cuales incluso se distinguen las manchas oscuras de las negras aguas. Me instalé para observar la riada de visitantes y obtuve un buen provecho de ello. Observé a un descuidado Mutasharid merodeando entre los cimientos, asegurándose de que sus escondrijos todavía se encontraban como debieran. Oí cómo una joven Cainita bien vestida guiaba por aquellas calles a un ingeniero adormilado, charlando sobre de técnicas para excavar en la piedra y sobre la calidad de las variadas piedras preciosas que embellecerían esos destartalados muros. Observé lo que a mi se me antojaba, una guerrera pobremente disfrazada charlando acerca de la debilidad de la defensa del palacio. Todos las Cainitas de la ciudad deben de tener algún interés en este maravilloso monumento que todavía tardarán décadas en construir. Creo que yo también tendré interés en el, ya que tengo varios años por delante para organizar la extracción de ciertas piedras extraordinarias y caras que puedan ser transportadas a Sevilla por barco.
21 de Julio de 1194: La tripulación ya está reunida y aprobada a regañadientes por Karif. Sanjar ha contado y empaquetado cuidadosamente cada articulo que va a ser llevado al barco, incluidos los vinos y las aceitunas de origen local. Zarparemos con la marea, lo cual me proporcionará tiempo para fijar mis últimos pensamientos sobre Sevilla. Ayer por la tarde, cuando cerré un trato con un viejo mercader cada vez más perdido, me percaté de un joven lánguido y todavía sin formar impaciente por llamar mi atención. Deseándole, un buen reposo a mi compañero, lo escolté a mis aposentos e invité al aparente joven a entrar. Se presentó como Nadim ibn Nuri, un Ventrue de pocos años. Ibn Nuri se había impuesto la nada envidiable tarea de organizar a sus mayores y superiores, y creía que mi ayuda nos beneficiaria a ambos. Había recaído sobre sus hombros la labor de disponer el uso de las ruinas cercanas de la enorme ciudad romana de Itálica, la cual fue el lugar de nacimiento de los emperadores Trajano y Adriano. Situados a tan sólo unos minutos a caballo desde Sevilla y al otro lado del río, los restos del anfiteatro son el lugar de encuentro de gran variedad de grupos: Amici Noctis, concurrencias de romanos expatriados, nefastos dramaturgos con dramas temibles y gente por el estilo. Tras pasar numerosos días manteniendo fielmente un horario social en la desierta ciudad, a ibn Nuri se le ocurrió que realmente podría obtener beneficios, tanto en favores como monetarios, si también suministraba ciertos bienes y servicios para tales acontecimientos. Actualmente proporciona refugios seguros para los viajantes, recipientes para los de su propio clan y artículos o ingredientes raros necesarios para realizar majestuosos rituales. También sé que ha descubierto los tentadores beneficios que pueden obtenerse al actuar como intermediario para satisfacer las lujosas necesidades de un antiguo Cainita. Yo también me vi seducido y pasé el resto de la tarde elaborando listados de minerales raros, aceites valiosos y exigencias precisas para los esclavos de Ibn Nuri. Gracias a esa diligencia me llevará años conseguir los artículos más raros del listado. Estoy convencido de que disfrutaré mucho en mi próximo viaje a Sevilla.
22 de Julio de 1194: Estamos sanos y salvos a bordo de nuestro barco. La tripulación incluye hombres procedentes de todas las tierras marineras, aunque no puedo reconocer algunas de las lenguas que hablan. Esto es así por que así lo quise yo. Desafortunadamente, Karif no pudo encontrar una tripulación de confianza que sólo procediese de tierras islámicas; esta embarcación presume de progresos en construcción de barcos con los cuales la mayoría de los marineros musulmanes no estarían familiarizados, así que debemos tener los mejores que podamos encontrar. Con esa idea en mente, Karif ha mezclado nuestra heterogénea tripulación tan concienzudamente como le ha sido posible. Hablan una lengua franca náutica común que les permite desempeñar su trabajo aunque sólo compartan idioma con un puñado del resto de los marineros. Espero que esta barren lingüística les impida rumorear acerca de mi inusitada naturaleza y conspirar amotinamientos si fuese necesario revelar mi presencia.
El barco que me transportará a lo largo del Mar Mediterráneo es un brillante ejemplo del arte de los constructores de barcos. Es una qarib ampliamente retocado, llamado "carabela" en al-Andalus y posiblemente en algún otro lugar.
Es una embarcación con los laterales pulidos, de lineas elegantes y cuidadosamente ensamblado. Su aspecto es completamente diferente al de los laterales nervados comunes en las chapuceras embarcaciones que construyen en los mares del norte.
Numerosos barcos de su estilo poseen solamente un mástil y otro unido a él (incapaz de desplegar sus velas al viento) si no está hecho para navegar mar adentro. Mi hermosa embarcación luce dos mástiles, los cuatro cubiertos por una vela latina triangular y la popa con una amplia vela cuadrada para aprovechar basta la más ligera brisa mediterránea. Un timón en la popa ha remplazado a los remos guía, un progreso reciente que todavía no comprendo. Se ha modificado la estructura del barco de algún modo para proporcionar al mecanismo un punto de anclaje firme. Para mi seguridad, está dispuesta una cubierta sólidamente ensamblada sobre la mitad del interior del barco.
No accedáis a montar en un buque mercante cualquiera, amigos míos, pues os encontraréis acurrucados en el casco intentando cuando salga el sol escudaros del mismo con cualquier caja u objeto que esté al alcance de vuestra mano. La cubierta no sólo me provee refugio a mi, sino también a los delicados artículos: jabones, especias, telas hermosamente teñidas y otros objetos igualmente lujosos. Mi embarcación no es grande, tan sólo tiene capacidad para 24 toneladas, así que para compensar los gastos de mi viaje transportamos bienes de gran calidad que alcanzarán altos precios, dejando pendiente a mi paso el grueso del comercio, para lo cual emplearemos barcos más apropiados.
Para aquellos que no estéis familiarizados con los viajes por mar, dejad que os advierta brevemente acerca de los tipos de barcos con los que podéis encontraros. Tal y como mencioné anteriormente, las embarcaciones de estilo nórdico poseen tablones superpuestos en el casco; también dependen en gran medida de las velas. Esas naves de mástil único también pueden ser denominadas "dientes", mientras que a las de doble mástil se les puede llamar "ósculo'. Estos barcos son empleados cada vez con más frecuencia por comerciantes europeos y cruzados al uso, pero si os topáis con una embarcación de este tipo existe la posibilidad de que su tripulación provenga de distancias remotas que hacen frente al océano del oeste y del norte del al-Andalus.
El garib de laterales pulidos es nativo de los mediterráneos ya que son naves que dependen en gran medida de los remeros más que de las velas. Los remeros fueron necesarios antes de la introducción de las velas, que pueden virarse para aprovechar el viento, y éstos todavía son necesarios en los barcos de guerra los cuales no poseen suficientes provisiones como para sobrevivir a una calma eólica prolongada o a un desvío de su curso por efecto del viento. En caso de que os encontréis con una nave con numerosas plataforma de remeros sed precavidos: tales embarcaciones sin duda se dirigen a propósitos marciales, son muy maniobrables y pueden alcanzar velocidades espeluznantes.
Las naves más grandes que os podéis encontrar en el Mediterráneo son las "galeras", embarcaciones de 300 toneladas que pueden llevar 500 hombres si es necesario. Estos barcos transportan pesadas cargas como cereales, pieles, telas, vinos y productos alimenticios secos. Si tienes la suerte de viajar por el Mar de Qulzum o por el Mar de Faris o, aún mejor, por el Océano Indico, tendrás la oportunidad de ver naves enormes y desgarbadas del Taugasto en el Lejano Oriente, llamadas "cachivaches". Según tengo entendido estas barcos fueron construidos a partir de dos partes inferiores de casco; sus velas son una extraña composición de sábanas más pequeñas y numerosas cuerdas. Aunque parezca raro, he visto a estas naves deslizarse serenamente entre el viento.
Saliendo del al-Andalus nuestro capitán Abu Raghid dirigió el barco hacia el Estrecho de Gibraltar. He tomado medidas extremas para asegurarme de que nuestro capitán sea un hombre experto y hábil, y estoy satisfecho. Solo sé que el Estrecho es un paso peliagudo: él sabe por qué lo es, sabe qué tiempo y qué corrientes debemos esperar en esa época del año, etcétera. No puedo hacer otra cosa que no sea retirarme a mi camarote sellado contra la luz tan pronto como comience a fundirse la bruma que precede del amanecer. Me perderé el paso a través del estrecho, las montañas que surgen del Magreb a un lado y el Peñón de Gibraltar elevándose en el otro. Más vale cruzar este paso a la luz del sol.
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