
El equilibrio de poder se descompensó de nuevo en 1055, cuando un ejército de turcos musulmanes llegaron a las puertas de Bagdad. Conducidos por su caudillo Toghrul, habían conquistado Khurasan arrebatándola de manos del gobernante local y ahora tenían el punto de mira en un trofeo aún mayor.
Inspirados por los Buwayhidas, o quizá influenciados en secreto por los Infieles Cainitas, Toghrul pidió audiencia con el califa. Firmaron una serie de acuerdos, y para horror de los Ashirra, el califa nombró a Toghrul sultán de Bagdad. De un plumazo derrocaron el poder de los buwayhidas. Los abasíes estaban de nuevo en deuda con unos amos turcos, pero en este caso no era una simple cuadrilla de guardias palaciegos. Las Ashirra combativos se marcharon de la capital y volvieron a sus viejas moradas en al-Khufa para lamerse las heridas y planear su eventual retorno.
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