El noble Layd gritó de desesperación, pero el Profeta no tenia miedo y dijo: "Aunque tengas la fuerza de diez hombres y tus huesos sean tan duros como las montañas, no hay más dios que Alá, y existes sólo porque Él así lo desea. Los días de este mundo están contados, y al final de los tiempos serás juzgado como todos, hombres y djinni por igual. El fuego del Infierno aguarda a los que no implores a Alá y se arrepientan". Al escuchar esto la criatura rió y agarró la garganta del Profeta. Sus mandíbulas se abrieron como las de un lobo y se cerraron en torno al cuello de Muhammad, pero él gritó el nombre de Dios y el monstruo cayó al suelo, gritando de dolor. la piel del Profeta brillaba como el hierro candente de la forja. La fuerza de su fe era como un vendaval que hizo arrodillarse a la criatura, y ésta se percató de que por poderosa que fuera su fuerza era sólo terrenal, y que la tierra estaba condenada a acabarse. "En verdad no soy un dios", declaró, "no hay más Dios que Alá, ¡y Muhammad es su Profeta!"
Al escuchar esto, el Profeta dio una palmada y tomó a la criatura por los hombros para ponerla de pie. Entonces entraron en la cabaña del Profeta como hermanos, y rezaron juntos hasta el alba.
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