Otros señalaron, basándose en otras razones, que Abu Bakr (uno de los mejores amigos del Profeta y padre de su esposa 'A'isha) estaba mejor cualificado para el papel de líder espiritual y temporal. Abu
Bakr declinó la oferta en primera instancia, sugiriendo que habían otras personas más adecuadas para ejercer de líderes, pero el deseo de la mayoría prevaleció, y le escogieron. Bakr aceptó el título de Khalifat Rasul Allab, que significa "Sucesor del Mensajero de Dios". Alí y sus seguidores, amargamente decepcionados por este giro de los acontecimientos, se negaron a reconocer a su padre como sucesor de Muhammad, lo que originó una escisión entre los verdaderos creyentes y el precedente de las revueltas y derramamientos de sangre que aún sufre el Islam.
Para cuando Suleiman ibn Abdullah se despertó aquella tarde, el daño ya estaba hecho. Los Cainitas de Medina se reunieron en la mezquita y debatieron sobre lo que debían hacer. Khalid ibn Sahl, un joven y entusiasta Mushakis de los páramos de Najd, señaló que todos los seguidores mortales de Muhammad morirían igual que había muerto él, hasta llegar a un momento en que habría califas en Medina que nunca se habrían sentado a los pies del Profeta ni escuchado sus sermones en la mezquita. ¿No seria mejor si el califa fuese un Cainita. para conservar vivo el recuerdo de Muhammad y sus enseñanzas hasta el fin de los tiempos? Las palabras de Khalid calaron en muchos de los Cainitas, pero Suleiman no estaba de acuerdo: la gente había escogido a Abu Bakr. Claramente esa era la voluntad de Alá, y el antiguo arguyó que su deber era servir al califato con toda la devoción que habían mostrado al propio Profeta.
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