La Compañía de Jesús, fundada por San Ignacio de
Loyola en 1540, creció rápidamente por todo el mundo. Los misioneros jesuitas fueron imprescindibles para
llevar el catolicismo a Asia, África y América Latina,
mientras los eruditos de la Compañía contribuían al
estudio de la tecnología, la lingüística y la filosofía. El
objetivo de la Compañía de Jesús es doble: su propia
salvación y la de toda la Humanidad.
Los jesuitas no
están limitados a un único apostolado (hospitales, colegios, misiones... etc.). San Ignacio abandonó muchas
prácticas tradicionales que consideraba incompatibles
con un apostolado activo: los cantos comunales de los
oficios divinos, los ayunos obligatorios y las penitencias estaban entre dichas prácticas. Muchos jesuitas
contemporáneos fomentan más el activismo social que
la ortodoxia católica.
Hay cuatro grados de jesuitas: escolásticos, jóvenes miembros que se preparan para el sacerdocio; hermanos laicos (coadjuntores temporales), que atienden
a las necesidades domésticas de la comunidad; sacerdotes (coadjuntores espirituales) con votos simples;
y padres profesados, sacerdotes de un gran desarrollo
intelectual que han pronunciado solemnes votos de
pobreza, castidad y obediencia.
El adiestramiento de los jesuitas es largo y muy riguroso, incluyendo un noviciado (dos años), estudios
filosóficos (tres años), labor de apostolado (entre dos
y tres años), estudios teológicos (cuatro años, con la
ordenación después del tercero) y el terciorado (un
año): oración, estudio y labor pastoral. Los Votos suelen seguir al terciorado, continuando para muchos con
el trabajo académico (por ejemplo, un doctorado).
Este proceso está diseñado para cribar a los incapaces,
desarrollando las habilidades necesarias para ejercer el
ministerio y unirse profundamente a Dios mediante los
ejercicios espirituales de San Ignacio.
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