La Crónica de la Inquisición
Hay abundantes oportunidades para los Narradores para utilizar a la Sociedad de Leopoldo y otros cazadores de brujas aliados en sus crónicas. Al igual que los Vástagos son mucho más que los simples monstruos sedientos de sangre tradicionales, los personajes Inquisidores deberían ser mucho más que simples celotes cristianos armados con estacas.
La Sociedad como Antagonista
La Sociedad puede ser fácilmente integrada en una crónica en curso como antagonista, ya sea en una única aparición, o como un enemigo recurrente. En tales casos, es improbable que cualquier personaje sepa mucho de la Sociedad, aparte de unos pocos hechos, algunos rumores y muchas insinuaciones. Los Vástagos suelen ver a los Inquisidores como el entretenimiento de una velada en el mejor de los casos, o como una pequeña molestia en el peor. Las crónicas en las que la Sociedad aparece una sola vez no necesitan cambiar esta idea: si la Sociedad hace sólo una aparición, es probable que los Inquisidores hayan declarado un auto-da-fe contra un personaje. En tal caso, o los Inquisidores fracasan (lo que significará su muerte, más que probablemente) o tienen éxito (y entonces el que muere es el personaje); en ninguno de estos supuestos hay mucha necesidad u oportunidad de revelar cómo es verdaderamente la Sociedad.
Los Narradores pueden enviar intencionadamente un Cenaculum (o un solo Inquisidor) inexperto contra los personajes, para que fracase en su auto-da-fe, confirmando así la imagen que tienen los personajes de la Sociedad: cuando ésta reaparezca más tarde en la crónica puede ser una antagonista mucho más eficaz y letal, particularmente si los Vástagos han bajado la guardia. La Sociedad puede ser usada de forma más profunda y satisfactoria como antagonista recurrente. Esto no quiere decir que, cada pocas semanas, deba aparecer un nuevo cenáculo para fallar en el auto-da-fe habitual: algo así haría aparecer a los Inquisidores como poco más que unos bufones incompetentes. En lugar de eso, un Inquisidor inteligente puede ser tan hábil como los Vástagos en los juegos maquiavélicos: esperando a distancia, y apareciendo sólo para lanzar un plan bien tramado. Los vampiros no son los únicos cazadores capaces de manipular y ocultar sus movimientos.
Los buenos Inquisidores podrían hasta participar con éxito en el juego sin dejar ninguna pista sobre su identidad o afiliación, asegurando así su relativa seguridad. En definitiva, en cualquier crónica con la Sociedad como antagonista recurrente, es probable que ésta acabe declarando un auto-da-fe. En tal situación, particularmente cuando los Inquisidores son eficaces o despistados (y quizá cuentan con ayuda del Gladius Dei o de los Condotieri), el auto-da-fe puede ser una torturadora e inmisericorde persecución, enseñando a los arrogantes Vástagos que los mortales pueden ser dignos de algún temor, después de todo.
La Sociedad como Protagonista
Las crónicas que se centran en los Inquisidores como protagonistas requieren una mayor profundidad de los personajes. Ni ellos ni las historias deberían permanecer estáticos, sin crecer ni cambiar. Las crónicas de Inquisidores deberían cubrir un amplio espectro intelectual: las que sólo consistan en incesantes expediciones de búsqueda y estaca acabarán aburriendo a los participantes.
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