Las actividades de la Sociedad de Leopoldo, por
nobles y divinamente inspiradas que sean, son típicamente ilegales. Un auto-da-fe típico incluye todo un
surtido de actividades delictivas, desde “acoso” hasta
allanamiento de morada, pasando por destrucción de
la propiedad y asesinato en primer grado. Añade a la
lista de llevar armas ocultas (que pueden o no estar
registradas), y ya tienes un bonito paquete de actos ilegales sobre las espaldas del Inquisidor medio.
Aunque esto puede molestar a algunos Inquisidores, es una carga moral que inevitablemente acaba desapareciendo.
Después de todo, la Sociedad de
Leopoldo tiene una misión divina y sigue un llamamiento más elevado. Las leyes del hombre, por justas
que sean, sencillamente no se aplican cuando pueden
interferir con el cumplimiento de una misión de la Sociedad: La Inquisición ha mantenido siempre la actitud de que mientras los inocentes no sufran daño, los
Inquisidores, los Inquisidores seguirán violando tales
leyes, aunque lo sentirán. El debate sobre el control de
armas empalidece frente a la urgencia del apostolado
de la Sociedad.
Naturalmente, todo esto está muy bien para el típico Inquisidor pistolero, hasta que es cacheado por
un agente de policía al que probablemente le tiene sin
cuidado su apostolado y la Parousia y que con seguridad no se dejará convencer por discursos acerca del
ejército del Diablo marchando sobre al tierra. La mayoría de los Inquisidores saben que si son arrestados, el
mejor curso de acción es cerrar el pico; cuanto menos
se diga, mejor.
Bajo ninguna circunstancia pueden revelar la verdad acerca de la Sociedad de Leopoldo.
La Sociedad ha dispuesto una serie de medidas par
ayudar a sus miembros en una situación legal precaria.
Hará cuanto pueda por auxiliar a los miembros que se
encuentren en apuros legales. Le método para resolver
tales problemas de un país a otro; en algunos países,
basta con un sencillo para liberar a un Inquisidor. En
otros lugares, sobre lugares, sobre todo en USA, puede ser necesario un trabajo más complejo que por lo
general requiere la ayuda de colegas o peones seglares
o civiles. Los Inquisidores norteamericanos tienen memorizado un número de teléfono que corresponde a un
servicio de mensajes privado, cuyo único propósito es
avisar a la Sociedad de que necesitan asistencia legal
de forma inmediata.
Si el Inquisidor ha sido detenido por posesión de
armas de fuego, entrada con fractura, allanamiento
de morada o acoso, normalmente el Provincial local
puede llegar a un acuerdo con las autoridades: es raro
el provincial que no tiene aliados en las fuerzas de la
ley. En casos más graves, por ejemplo, si el Inquisidor
puede ser relacionado con un asesinato, la Sociedad
debe decidir el mejor curso de acción. En algunos ocasiones, han llegado incluso a simular la muerte de un
Inquisidor para despistar a las autoridades, trasladándole después a otra Provincia (o a otro país). Sin embargo, por lo general, los Inquisidores están preparados
para pasar largas temporadas en la cárcel hasta que se
pueda lograr su libertad de alguna forma. La cárcel es
una excelente oportunidad para la reflexión y la meditación, a fin de cuentas.
Poner en Peligro a Inocentes
La pérdida de inocentes es siempre algo lamentable. Desgraciadamente, esto es una guerra,
y todos sufren sus consecuencias. Aunque los Inquisidores hacen cuanto pueden para proteger y
salvar las vidas de los inocentes (después de todo,
están trabajando por el bien del mundo), tienen
asumido que, de vez en cuando, algún desafortunado quedará en medio del proverbial fuego
cruzado. Dios tendrá piedad de esta desdichada
alma, que habrá muerto en nombre de una elevada causa. En todo caso, la pérdida de un inocente
es algo que lamentar, pues otra criatura de Dios
muere a causa de los actos del Enemigo. Así que
de todas formas, la culpa es del Enemigo.
Hay otras víctimas, no obstante, que pueden
parecer inocentes; se trata de personas que “inconscientemente” pueden obstaculizar o interferir en el trabajo de un Inquisidor: el agente de
policía que hace detenerse por exceso de velocidad a un Inquisidor en medio de un auto-da-fe, el
periodista que fisga en los asuntos de la Sociedad,
el policía corrupto sobornado por un satanista.
Estos sujetos sólo están “haciendo su trabajo”, o
al menos, siguiendo sus naturalezas; no son gente
apresada en las redes del Enemigo.
El Inquisidor competente no se deja engañar por esto: puede ver la mancha del Diablo en
los demás. Son personas que obviamente se han
permitido hacer la obra del Diablo, razonará. Si
puede apartar de su camino al policía corrupto o
disuadir al periodista metomentodo, tanto mejor:
la voluntad de Dios se ha impuesto. Si son necesarias otras medidas más drásticas, que así sea:
Deus vult.
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