Marcel Dupuy, un Conciliar en el Cenaculum de
Nueva Orleáns, sigue un camino peligroso. Si la Sociedad descubriese uno solo de sus numerosos secretos,
sería rápidamente retirado. No hay mucho sitio en la
Inquisición para un homosexual infectado con el VIH,
un Teurgo de tapadillo y un incipiente Sambenito.
La carrera como Inquisidor de Dupuy tiene sólo
tres años. Estudiando en la universidad de Tulane, comenzó su búsqueda de sabiduría oculta y enseñanzas
secretas. Su camino le condujo a los practicantes de
magia vulgar y vudú que proliferaban en Nueva Orleáns. Coincidiendo con sus investigaciones sobre la
magia y el ocultismo, empezó también a explorar su
largamente reprimida orientación sexual, frecuentando los bares y clubes nocturnos de ambiente gay. Su
cara bonita y su encantadora personalidad le hicieron
popular en poco tiempo.
Desgraciadamente, no fue muy cuidadoso en ninguna de sus búsquedas. Sus despreocupadas prácticas
sexuales le llevaron a contraer el VIH, algo hubiese
podido evitar fácilmente.
Al mismo tiempo, sus investigaciones atrajeron la atención de Peter Fisher, un
Inquisidor itinerante y miembro de la Orden de San
Pedro que había decidido que su objetivo personal era
limpiar de taumaturgos las calles de Nueva Orleáns.
La inocencia y relativa ignorancia de Dupuy no significaban nada para Fisher, que una noche lo acorraló en
un callejón cuando volvía del mercado.
Dupuy se salvó de los disparos de Fisher gracias a
un anónimo mago del Coro Celestial, que se había hartado de ver a sus Acólitos siendo asesinados a sangre
fría. Después de tratar a Fisher de una forma que sólo
podría considerarse como piadosa (borrando su memoria y convirtiéndola en una tabula rasa, de forma que
tuviese una segunda oportunidad de llevar una vida
menos llena de odio), el mago entregó a Dupuy a uno
de sus Acólitos supervivientes, Peter Garraty, un Teurgo franciscano y miembro del cenáculo local.
Dupuy pasó pronto a formar parte de la Sociedad,
pero prefirió que su práctica de la Teurgia quedase en
secreto, así como su orientación sexual. Tanto por su
personalidad como por su mentor y su introducción
formal a lo sobrenatural (el terror es una lección muy
poderosa), Dupuy era un Inquisidor bastante misericordioso. Raramente participaba en autos-da-fe, prefiriendo en su lugar la vida del investigador; si tomaba
parte en alguno, era sólo si opinaba que el culpable lo
era de algo más que de brujería. Cuando Dupuy descubrió que era seropositivo, lo ocultó a todos excepto
a sus más íntimos amigos y colegas, incluyendo a su
mentor, el Hermano Peter.
Las inclinaciones de Dupuy no han pasado desapercibidas. El Oficio Censor ha dirigido su penetrante
mirada a Nueva Orleáns más de una vez, pero como
Dupuy no ha descuidado nunca sus deberes, aún debe
ser investigado en serio. Es una suerte, pues hace tiempo que Dupuy decidió que la Sociedad se equivocaba
en su misión. Ha sido abordado por renegados de la
Sociedad y seguidores de la Herejía Florentina, y está
a punto de desertar. Si esto o su práctica de la Teurgia llegase a descubrirse, probablemente desaparecería
antes de que el Oficio Censor pudiera hacerse con él.
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