En los primeros días de la Inquisición, todos los
miembros de la Sociedad de Leopoldo eran clérigos.
Los fundadores originales eran casi todos dominicos,
y tendían a reclutar sobre todo a otros compañeros de
orden. No obstante, hubo otras varias órdenes religiosas que también aportaron miembros ala Sociedad,
incluyendo franciscanos y jesuitas. Un error común
entre los cazadores de brujas es que los jesuitas son
predominantes en la Sociedad de Leopoldo. Aunque
son más conocidos (particularmente el notorio ex jesuita Sullivan Dane) no son la fuerza más numerosa ni
la más influyente dentro de la Inquisición.
Laicos
Ahora, la Sociedad admite también a laicos, personas que han tomado otros votos religiosos o monásticos en la Iglesia Católica. Se discutió y argumentó
mucho sobre el particular, hasta que la cuestión quedó
resuelta a mediados del siglo XX. Aunque el grueso de
la orden en Europa está formado por monjes y sacerdotes, casi tres cuartos de los miembros de la Sociedad
en América son laicos. En este aspecto, también es
más progresista la Sociedad de Leopoldo que la misma
Iglesia.
Noviciado
Independientemente del método de reclutamiento
utilizado, se espera de todos los Inquisidores que pasen
por un noviciado, o período de orientación. Cada novicio es escogido por otro Inquisidor más experimentado, que se ofrece a actuar como mentor de su nuevo
compañero. Durante su noviciado, el nuevo Inquisidor aprende la historia (incluyendo los antecedentes
históricos), la política y la filosofía de la Sociedad de
Leopoldo.
El noviciado puede tener lugar en la propia ciudad
del nuevo Inquisidor, siempre y cuando haya suficientes recursos para ello. Normalmente, el novicio pasa
al menos un breve período de tiempo en compañía
del provincial, allí donde se encuentre éste.
Aunque
cada miembro de la Sociedad tiene un mentor, algunas relaciones se hacen más estrechas que otras. Por
lo general, el prestigio y posición de un mentor puede
tener un cierto peso en el recibimiento por parte de la
Sociedad a su estudiante.
El noviciado es el período en el que los Inquisidores aprenden tanto de los sobrenatural como la Sociedad está dispuesta a enseñarles: las verdades básicas,
tal y como son percibidas por la Sociedad, acerca de la
existencia de brujas, vampiros, hombres lobos y otras
malignas criaturas, así como una selección de los archivos de famosos cazadores de brujas. Los rudimentos
de la técnica de caza también son enseñados, incluyendo el desarrollo de ciertas técnicas esenciales para
la labor de un Inquisidor.
No hay un tiempo establecido, ni siquiera un régimen específico, para el noviciado de un Inquisidor.
Es variable dependiendo de las flaquezas y capacidad
de aprendizaje del novicio y del juicio de su mentor.
Es posible que haya noviciados de tan sólo un mes, y
que otros se extienden un año o más. Algunos noviciados pueden concentrarse en el estudio de la historia, y
otros en las facetas físicas de la caza de brujas (técnicas
de tiro, combate cuerpo a cuerpo... etc.) Durante el
noviciado del Inquisidor, por lo general se le disuade
de participar activamente en cazas de brujas; esas cosas son demasiado peligrosas para los que no están bien
preparados. No obstante, algunos novicios empuñan
sus armas, ya sea de acuerdo o en contra de los deseos
de sus mentores.
Cuando se considera que un novicio ya se ha entrenado lo suficiente, pronuncia votos de obediencia
y lealtad de Leopoldo (curiosamente, no a la iglesia
católica), recibiendo el título de Terciario. Con el reconocimiento del nuevo terciario por parte de la Sociedad, su carrera como Inquisidor está a punto de
comenzar.
Mujeres en la Inquisición
Cuando Leopoldo comenzó a formar su Sociedad
todos sus seguidores eran hombres. En contadas ocasiones, alguna monja se unía a él y sus seguidores en
una misión, pero por lo general, las mujeres quedaban
relegadas al papel de sanadoras, particularmente la
hermandad de Santa clara. Aunque los miembros de
la orden de Santa Juana demostraron ser tan eficaces
como los Inquisidores masculinos, no se permitió la
entrada de las mujeres en la Sociedad hasta su reorganización en el siglo XV. Este paso había sido evitado
durante mucho tiempo, pero a medida que las Inquisidoras (particularmente Alexandra de Palermo) iban
probando su valía, las mujeres fueron aceptadas a regañadientes.
Por supuesto los viejos prejuicios seguían vigentes,
y las mujeres no conseguían ascender en la jerarquía
de la Sociedad. No obstante, la crisis de vocaciones de
principios del siglo XX obligó a la Sociedad a conceder
un papel más dominante a las mujeres. Hoy en día, la
Sociedad de Leopoldo es sorprendentemente avanzada
al respecto que la Iglesia católica: las mujeres disfrutan
de la misma consideración que los hombres y ocupan
puestos de importancia. Incluso ha habido dos mujeres
que ha ocupado el puesto de Inquisidor general en los
últimos 75 años.
La Hermandad de Santa Clara
Santa Clara era una monja del siglo XIII,
miembro de la Orden de las Pobres Clarisas, un
grupo de monjas franciscanas que creían en la absoluta pobreza para cultivar los bienes de Dios.
Clara y sus hermanas seguían el ejemplo de la
fundadora de su Orden, pronunciando votos de
profunda pobreza. La fe era fuerte en su convento, y Clara y sus monjas eran reconocidas como
grandes sanadoras.
Una noche, Leopoldo de Murnau y sus seguidores visitaron el convento de Clara. Heridos y
agotados tras la lucha contra un vampiro. Pasaron
la noche en un granero, con las monjas atendiendo sus heridas, y quedaron tan impresionados por
su fe que Leopoldo les propuso que se unieran a
su cruzada. Las monjas aceptaron ayudarle, pero
sólo en calidad de sanadoras de la Sociedad. Unas
pocas y raras Pobres Clarisas podrían unirse a la
caza, pero en su mayoría se daban por satisfechas
con dirigir hospitales para Inquisidores heridos.
Con el tiempo, las seguidoras de Clara tendiendo
a considerarse una Orden aparte, y adoptaron el
nombre de la Hermandad de Santa Clara.
Cuando la Inquisición fue reorganizada en el
siglo XV, la Hermandad de Santa Clara fue incorporada a la Sociedad. Sus integrantes siguen desempeñando el papel de sanadoras, aunque algunas monjas siguen buscando una vida más activa.
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