La orden de Santa Juana no es tanto una ‘subdivisión’ de la Sociedad como una Orden autónoma
que actúan en concierto con la Sociedad de Leopoldo.
Aunque la orden reconoce la autoridad de la Sociedad
y del Inquisidor general, mantiene su propia jerarquía.
Los miembros de la Orden de Santa Juana pueden trabajar en los Cenacula normales de la Sociedad, pero
raramente se elevan por encima del cargo de Conciliar.
Ninguna de ellas ha llegado nunca al puesto de Abbé,
ni a otro superior. La orden mantiene además sus propios Cenacula, llamados Conventos.
La Abadesa de Chartres dirige la Orden de santa
Juana, pero también al Inquisidor general en muchas
cuestiones relativas a política y autoridad.
Los conventos de la orden no dan la bienvenida a los hombres, ni
siquiera los Inquisidores, más allá de las zonas específicas para invitados. Nadie ajeno a la orden ha visitado
nunca el convento de Chartres; la entrada no está permitida, y la Abadesa habla a través de sus ayudantes,
situadas fuera del Convento propiamente dicho, o sale
del mismo para llamar a sus agentes.
El Oficio de censor no se fía de la Orden de Santa
Juana, que ha rechazado repetidamente las ofertas de
unirse íntegramente a la Sociedad. El distanciamiento
de la Orden es una fuente de frustraciones para algunos miembros de la Sociedad pero las seguidoras de
Santa Juana nunca han sido acusadas de nada.
Ninguna de las hermanas de la Orden que han
trabajado entre las filas de la Sociedad han mostrado
nunca indicios de tener estudios de teurgia, pero hay
rumores de que el Convento de Chartres alberga a un
grupo de poderosas practicantes de la misma. Por supuesto, hay muchos rumores acerca de la Orden, pero
ninguno ha sido demostrado.
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