La reciente caída de la Mano Negra ha acabado con la protección de la que disfrutaban muchos Carnívoros, que han huido temerosos como los gusanos de un cadáver al que se le da la vuelta. Otros, que nunca tuvieron mucha relación con la secta, se han limitado a encogerse cínicamente de hombros. La existencia de los Nagaraja nunca ha sido fácil y para quienes están acostumbrados a arreglárselas por sí mismos la nueva situación no supone una gran diferencia. Aunque en conjunto la línea de sangre ha sufrido grandes pérdidas en los últimos tiempos, lo cierto es que no puede hablarse de una época de gran auge. Los hábitos alimenticios de los Carnívoros han limitado su expansión, y además, muchos de ellos se muestran tremendamente elitistas, considerándose poco menos que avatares sagrados del inframundo, una posición que se mostraban muy reticentes a compartir, salvo con unos escasos elegidos. Los últimos supervivientes de esta línea de sangre agonizante llevan no vidas desagradables y solitarias, y muchos de ellos no sólo están siendo perseguidos por sus enemigos habituales, sino también por los fantasmas que antes controlaban y que han roto sus cadenas.
Y a pesar de todo, los Nagaraja siguen adelante, recopilando impíos secretos de nigromancia y merodeando en los límites de la sociedad vampírica, procurando no destacar demasiado… Aunque existe cierta diversidad interna, desde sus orígenes la mayoría de los Nagaraja han estado relacionados de una o de otra manera con la muerte. Si ya para los demás vampiros alimentarse puede resultar difícil, para los Carnívoros la situación se ve agravada por sus peculiares apetitos, que resultan una dura prueba y ha arrastrado a más de uno a la locura o el suicidio. Se necesita una mente fría y pragmática para sobrellevar la existencia inmortal de un Nagaraja, y muchos de ellos sufrieron enormemente en vida, y sin embargo, encontraron suficiente fuerza en su interior para continuar adelante. Esta tenacidad y perseverancia, a menudo los acompaña más allá de la muerte.
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