De todos los clanes cuyos miembros infestan las noches de la época victoriana, ninguno encarna el mito popular del vampiro como los Tzimisce, al menos superficialmente. A medida que se extiende más y más la literatura gótica, también lo hace la leyenda de Drácula, el conde de Europa del Este inmortalizado por la versión de los Vástagos de 1897 de Bram Stoker, cuyo acto de enormes desafíos, sacude el mundote los no-muertos asta sus cimientos.
Sin embargo, en realidad los Tzimisce no son ni por asomo nobles refinados condenados a una trágica no-vida de deseo no correspondido, aunque puede llegar a serlo. Bajo la afable fachada de “vampiro caballerosos”, el Clan Tzimisce se pudre y llena de pústulas. Corrompidos por la alienación, aislados el mundo por el barbarismo de sus propiedades nativas, y vilipendiados como monstruos por parte de quienes presencian sus actividades nocturnas, los Tzimisce son un ejercicio de astucia y crueldad extremadas.
Para los Tzimisce, estas son las noches de nadie, la última época durante la que el Demonio de la Montaña podría disponer imponer impunemente de los campesinos que vivían bajo su castillo. En noches venideras, los Tzimisce se repliegan sobre sí mismos, y se dedican a creencias blasfemas y a distorsionar d forma casi fútil sus cuerpos en un intento por aterrar a un mundo cada vez más hastiado. Sin embargo, la actualidad, durante el reinado de Victoria y el auge del Imperio Británico, en un tiempo de deleite para los Demonios. Por el momento son los señores en tierras en las que todavía no necesitan ocultarse. Sin embargo, el fin de estos tiempos se aproxima cada vez más.
Resumen: Cuando uno piensa en tierras bárbaras, lugares a los que no ha llegado el progreso victoriano y se han mantenido como están desde los brutales tiempos feudales de la Edad Oscura, no puede por menos que pensar en Europa Oriental, incluso en este tiempo de iluminación. Las “tierra de más allá del bosque” no se limita a Transilvania, sino que abarca todo el mundo “Incivilizado”, donde los campesinos todavía ladran y los señores todavía gobiernan. Los Tzimisce encajan muy bien en este concepto, ya que son los señores, los amos dominantes cuyas exigencias destrozan las espaldas (y dejan sin sangre) a sus súbditos.
Muchos Tzimisce provienen de familias aristócratas (notase la ausencia de la palabra “noble”). Aunque no está fuera de la capacidad de los Tzimisce el ser nobles, pocos parecen mostrar ni tan siquiera el deseo de hacerlo, ya que son hijos de la tierra misma donde nacieron. Sin embargo, no todos los Tzimisce proceden de familias reales, y los Demonios tienden casi como los Toreador tanto a dar el Abrazo por pasión. Sin embargo, sus pasiones son muy distintas a las de aquellos, ya que los Tzimisce suelen escoger a un siervo leal o a un descendiente excepcionalmente feo, mientras que un Toreador escoge a un amante mortal o a un individuo con dotes artísticas.
Sin embargo, a pesar de todo su apego por la aristocracia, pocos Demonios se interesan por el gobierno.
Lo que realmente quieren es poco más que lo que quieren en cualquier momento (aunque solo un necio infravaloraría la habilidad de los Tzimisce para reavivar conspiraciones de siglos de antigüedad o para mantener el rencor por una ofensa durante más tiempo aún). Por esta razón, muchos Demonios que ostentan puestos de autoridad delegan sus responsabilidades gubernamentales en visires o líderes locales… a muchos de los cuales someten a juramento de sangre o a ritos de lealtad incluso más míticos.
Los Demonios también practican con regularidad sus poderes de Vicisitud, mediante los cueles de forma de carne, para “embellecerse” a sí mismos o a otros, para castigar a los que se han ganado se desaprobación, para poner a prueba los límites de la resistencia mortal, animal o vampirica o para realizar experimentos que desafíen el entendimiento de cualquiera salvo ellos mismos. Los visitantes a un demonio Tzimisce podrían tener escalofríos al pesar que el albino si pelo de la ventana no es el mismo albino sin pelo que ha saludado en la estación de tren, y que poco es el mismo albino sin pelo que les da la bienvenida al sancta sanctorum del vampiro. Pero los Tzimisce son muy bien en causar escalofríos.
Dominio: La idea del dominio se encuentra muy próxima al corazón de los Tzimisce, aunque éstos ya no latan. Parte de este principio se debe al hecho de que los Demonios deben descansar en su tierra natal de día. Privar a un Tzimisce de su reposo en los humores de la tierra en que nació hace que éste se vuelva irritable en el mejor de los casos y el de su conducta probablemente será el aspecto menos preocupante con que tendrá que enfrentarse cualquiera que se tope con él. Sin embargo, el hecho más significativo del apego de los Tzimisce hacia el dominio es que los Demonios llevan poblando sus territorios desde antes incluso de que los Ventrue se asentasen en Roma o los Brujah en la mítica Cartago. Sencillamente, las tierras que los Tzimisce consideran su hogar son suyas y muchos Demonios llegan incluso a afirmar que ellos mismos son parte de la propia tierra, una porción tan nativa de esa parte del mundo como los árboles que recen allí o los lobos que merodean por los campos. Los Tzimisce que ostentan un dominio no escatiman en esfuerzos para hacer de la tierra un reflejo de su propia presencia. En algunos casos, esto se manifiesta de forma externa y los hechiceros del clan literalmente dan forma a la roca de manera que reproduzca su semblante, o hacen que los ríos cambien de cauce de acuerdo a su voluntad. No obstante, estas hechicerías llevan cierto tiempo en declive y la mayoría de los Tzimisce recurren a medios artificiales para señalar el dominio como suyo. Teniendo en cuenta que la mayoría de los dominios de éstos se encuentran en las tierras bárbaras, las filosofías progresistas de los gobiernos occidentales todavía no han hecho efecto sobre estas regiones: algunos Tzimisce todavía son literalmente los señores feudales de sus tierras.
De este modo, los Demonios poseen grupos de guardias, crean redes de agentes e incluso enemistan a los campesinos de la zona entre sí para que busquen el favor de su señor... o, más precisamente, para que eviten su desaprobación. Muchos Tzimisce van más allá y poseen un séquito personal y cercano a ellos compuesto de creaciones infernales que la naturaleza jamás concibió. Bestias rabiosas, monstruosidades de carne esculpida, ghouls deformes conocidos como szlachta y miembros de familias nobles o de aparecidos acuden a una seña y sirven para informar a los Demonios o llevar su voluntad a lugares donde los vampiros no pueden estar físicamente. Incluso se crean malvadas proles de Tzimisce de este modo, cuando el amo del dominio (o un chiquillo favorito) engendra algún tipo de amor corrupto hacia una residente de la zona y la introduce en la noche. Los chiquillos que se encuentran en estas situaciones no tardan demasiado en causar rencor a sus sires. La sangre de los Demonios llama la tierra y muchos chiquillos solicitan a sus sires el derecho de tomar posesión de sus propios dominios, un derecho que muchos les otorgan tras cansarse pronto de la simple visión de los suyos y preguntarse por qué se molestarían siquiera en darles el Abrazo.
Las proles que permanecen demasiado tiempo en un dominio o en el hogar
de un Demonio casi siempre se convierten en nidos de víboras, en los que
cada chiquillo conspira contra los demás (y contra cualquier otra
horrible monstruosidad que se haya ganado el viejo Demonio chocho esa
noche) en un intento desesperado de irse sin provocar el castigo de un
sire resentido. Los dominios de los Tzimisce se encuentran casi únicamente en la extensión de tierra que constituye Europa Oriental, justo después de pasar los dominios de los Ventrue y Tremere orientales. Transilvania, Rumanía, Bulgaria, Lituania, ciertas extensiones orientales de Alemania, Austro-Hungría e incluso partes de territorios tradicionalmente turcos pertenecen a los Tzimisce. También hay un número considerable de Demonios que han viajado al Nuevo Mundo en busca de fortuna, donde el dominio tiende a ser fugaz, pero, al menos durante un tiempo, pueden ser amos de la tierra allí.
Intereses: Como se mencionaba al hablar sobre dominios, la mayoría de los Tzimisce se esfuerzan afanosamente por adquirir sus propios territorios Si esto no es posible, o si sus sires se los niegan, pueden rebelarse por pura frustración y conspirar contra los Cainitas que les convirtieron en vampiros. Esta truculencia parece ser común en cualquier dominio donde más de un Tzimisce comparta un refugio con otros. Para tal fin, los Tzimisce a menudo son el equivalente de los príncipes en sus dominios, aunque también suelen usar el término "obispo" (o "arzobispo") del Sabbat para describir lo que hacen, si es que se molestan en variar del calificativo de voivoda. No es raro que un voivoda u obispo tenga a varios Cainitas viviendo en el dominio que ostenta como propio, incluso llegando hasta los territorios de más allá de la ciudad o el pueblo en sí. A no ser que tengan tratos activos con el Sabbat, la política de los Tzimisce suele estar limitada a un nivel local. Sin embargo, para ganarse la estima de su clan, no todos los Tzimisce necesitan alcanzar el liderazgo sobre un feudo que además cada vez es más pequeño. Muchos Tzimisce se entregan por entero a la causa del Sabbat, y de hecho, atormentan a los qué sólo sirven a la secta de boquilla. Otros se convierten en séquito del señor del dominio y le sirven como leñadores, guardianes, diplomáticos enviados a otros Cainitas o dominios o como guardianes de las fronteras del dominio.
Es probable que un Tzimisce tenga tantos asuntos (más, de hecho) de interés en la ciudad que en el castillo del señor. Los Demonios que ostentan tronos sobrenaturales sencillamente son más reconocibles que los Tzimisce que se mueven a hurtadillas por la noche, y esto les es útil. Para los que participan en la actividades del Sabbat, la secta tiene una amplia variedad de ofertas desde practicar vario de los ritos de ésta, hasta servir como líderes espirituales conocidos como sacerdotes de la manada. Obispos, arzobispos, prisci, cardenales e incluso títulos menos universales reconocidos por seta secta cuentan entre sus filas con Demonios y los únicos límites los dicta la ambición de éstos. Muchos Tzimisce creen que existe algo más allá de la condición vampírica, al igual que creen que ésta supera el estado mortal. Estos Demonios siguen o al menos estudian una filosofía conocida como Trascendencia o Metamorfosis, y muchos practican extraños rituales y experimentos para descubrir qué es lo que existe exactamente más allá y cómo alcanzarlo. En el caso de un Tzimisce que tenga de visitante de las tierras del oeste, éstos podrían verlo como una modalidad del ocultismo tan extendido por esas tierras. En caso de que descubrieran la verdad, ésta podría horrorizarlos, ya que no se trata de golpes en la camilla o trucos de salón, sino los deseos de mentes extrañas que intentan dejar tras de sí todo lo que es humano y compasivo y adoptar el horror desconvido que yace más allá. La Senda de la Metamorfosis sirve como modelos del código mortal que siguen estos Cainitas.
Cita: "Viniste a mi dominio, la tierra donde yo soy la ley, tanto para Cainitas como para mortales. La luna no sale sin mi bendición, la niebla no avanza ni se revuelven las bestias. Yo no soy el amo de esta tierra. Yo soy esta tierra".
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