La historia de los Nosferatu y Roma es la de una
relación de amor y odio. Aunque en principio cooperaron
con los Vástagos romanos en la construcción de las
cloacas, catacumbas y pasajes subterráneos de la Ciudad
Eterna, fueron rechazados del orden de la Estirpe romana
y no tardaron en elevar su protesta con odio y un intento
de derrocar al Senado Eterno que terminó fracasando.
Los Nosferatu de la ciudad fueron purgados y
expulsados, salvo unos pocos que sobrevivieron gracias a
la ayuda de sus aliados entre los demás clanes. Poco a
poco regresaron, oculta o abiertamente, y desde el siglo
III se convirtieron en el más numeroso de los clanes
Peregrini.
Los Vástagos del Senado Eterno se remueven
inquietos, recordando la inesperada revuelta de los
Nosferatu, y constantemente debaten entre ellos sobre lo
que deberían hacer con el clan. Algunos incluso
consideran que deberían aceptarlos como otro clan
Popular, como estuvieron a punto de hacer en otro
tiempo, pero el orgullo impide que las buenas intenciones
se lleven a cabo.
Roma no fue la primera ubicación donde los mortales realizaron construcciones subterráneas. También
los babilonios excavaron hondos túneles de irrigación, a
los que algunos Nosferatu emprendedores se mudaron al
carecer de la necesidad de respirar. Luego, los egipcios
construyeron enormes complejos funerarios con pasadizos subterráneos que propiciaron en su día decentes refugios una vez que se cincelaba en sus entradas alguna
maldición protectora. Asimismo, a lo largo de la Historia,
en muchas ciudades generaciones sucesivas han erigido
nuevas construcciones literalmente encima de las antiguas a medida que el nivel del suelo subió debido a la
sedimentación, la acumulación de desechos o corrimientos de tierra intencionados, dejando tras de sí complejos
subterráneos fortuitos.
Los Capadocios reclaman el dominio de las catacumbas Romanas, pero no supervisaron su formación. Los Nosferatu delegaron la construcción a unos excavadores de tumbas especializados llamados Fossori, que excavaron la piedra blanda. Cuando no podían continuar en línea horizontal, excavaban a mayor profundidad y así dieron lugar a la intrincada red de laberintos que existe hoy en día. Incluso en la actualidad, los necrófagos (Ghouls) de los Fossori continúan excavando hacia las profundidades creando más espacio para sus amos. Los Nosferatu de la región han adaptado para sí mismos el nombre de los Fossori.
Disputas y Catacumbas Romanas
La vieja disputa que acecha en las catacumbas comenzó tras la caída de Roma. Los Capadocios eran los amos indiscutibles de este laberinto de pasadizos, pero los Nosferatu vivían pacíficamente entre ellos. Cuando los godos saquearon la ciudad, muchos Cainitas dejaron antigüedades al cuidado de los Profanadores, yal y como se les conoce, por motivos de seguridad. Cuando el Cristianismo se impuso en Europa, los sacerdotes y misioneros asaltaron los lugares más sagrados de Roma en busca de reliquias. Estas antigüedades benditas se entregaron como regalos a los reyes y reinas del norte recién convertidos. Ni siquiera los cementerios se libraron del pillaje; el comercio tanto de objetos religiosos sagrados como el de falsificaciones creció como la espuma y algunos ladrones tuvieron el valor de vender reliquias de santos falsos.
Los Capadocios montaron en cólera cuando algunos Nosferatu oportunistas saquearon las estancias sagradas de las catacumbas y los loculi (nichos) en busca de tesoros. Sin plantearse la posibilidad de formar una alianza con los Nosferatu Fossori de la zona para preservar el carácter santo del cementerio subterráneo, los Capadocios condenaron al clan Nosferatu y trataron de expulsarlo. No obstante, se toparon con una resistencia feroz, ya que los Fossori contaban con el apoyo del príncipe de Roma. Ninguno de los dos clanes logró erradicar al opuesto y ninguno quería abandonar las catacumbas. Así pues, éstas se convirtieron en una confusa red de territorios enfrentados y fronteras indefinidas. El estancamiento de la situación se ha prolongado durante los siguientes cuatro siglos oscilando entre la distensión y la turbia coexistencia y de vez en cuando estallan conflictos declarados y se producen cazas interminables.
Teniendo en cuenta los 192 kilometros de pasajes que se extienden por las catacumbas, resulta fácil comprender por qué un par de docenas de Nosferatu no han sido capaces de controlar esta dispersa región de túneles. Por desgracia, las últimas esperanzas de zanjar el conflicto por la vía pacífica se desvanecieron cuando otra familia Nosferatu invadió las catacumbas. Estos nuevos Nosferatu reúnen un pequeño número de miembros. Si se uniesen a los Fossori, podrían acabar con los Capadocios, pero los recién llegados no se interesan por alianzas. Están corruptos. Delimitan su territorio con calaveras y emplean símbolos arcanos escritos con sangre para protegerse de los intrusos. El resto de los Nosferatu oyen el eco de los gemidos humanos por los túneles y huelen la corrupción que vicia el aire. Los pacíficos Fossori y los Capadocios harían bien en aliarse para librarse de estas bestias horrendas, pero ninguno de ellos confía lo suficiente en el otro. Además, ambos guardan el secreto de su problema porque temen perder la totalidad de sus dominios subterráneos si el príncipe de Roma llegara a enterarse,
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