Cuando Cappadocius convocó la
Fiesta de la Locura, a gran parte de su
progenie le resultó imposible hacer el
viaje. Ya fuese por una incapacidad
física, un estilo de vida errante que les
imposibilitase atender la llamada, o
algún aspecto de la precognición
Capadocia lo que les impidió asistir,
algunos escaparon del posible
confinamiento bajo Kaymakli.
Estos Capadocios, conocidos como
Infitiores, han llegado a odiar al
fundador de su clan, pues nadie sabe si
hubiesen acabado bajo tierra de haber
acudido a su llamada.
Rechazan toda
relación con el propio clan, buscando
sus propias metas y evitando a sus
antiguos hermanos. Tienen unas no
vidas míseras y solitarias, amargadas por
la traición y el injusto juicio del hombre
al que una vez siguieron de buena fe.
Es raro que los Infitiores se
relacionen con otros vampiros, y nunca
lo hacen con los Capadocios. En todo
caso, se les puede encontrar en Tierra
Santa y los territorios controlados por
los musulmanes.
A lo largo de los siglos posteriores,
este pequeño fragmento de la sociedad
Capadocia huía de la persecución de los
Giovanni, terminando en apartadas
comunidades en Haití, Portugal,
Jamaica y remotas islas y ensenadas
africanas. Los Infitiores supervivientes
eludirán el parricidio Giovanni gracias
a su rechazo y falta de comunicación
con su antiguo clan, así como al lento
pero significativo cambio en su aspecto.
En el siglo XX, los supervivientes no
parecen ya nada que pueda pasar por
humano, ni siquiera con una luz tenue,
y renuncian a toda reclamación de su
herencia Capadocia.
El Éxodo
de Derinkuyu
Sucedió que los peculiares hábitos de
Cappadocius empezaron a molestar a la
gente de Derinkuyu. Aunque el fresco aire
subterráneo preservaba los cadáveres que el
fundador estudiaba, la proximidad de los
cuerpos hacía que los habitantes de la
ciudad estuviesen nerviosos e incómodos. El
vampiro y sus chiquillos notaron el
desagrado de los hijos mortales de Seth, y se
recluyeron más aún en sus macabros
estudios.
Pero llegó un momento en el que la
gente no pudo seguir soportándolo. Ya
habían visto bastante de los cadavéricos
vampiros, acechando en silencio en las
catacumbas. Habían soportado demasiado
tiempo los desagradables e impíos ritos de
aquellos extraños aunque benevolentes
monstruos. Habían dado mucha de su
sangre para sustentar la perturbadora
presencia de aquellos parásitos, que
sondeaban más y más en misterios que los
hombres de fe no debían aprender.
Cappadocius habló con los lugareños,
descubriendo el alto precio que su creciente
progenie se cobraba sobre los mortales; se
habían vuelto anémicos por culpa de las
alimentaciones masivas, y enfermizos a causa
de la constante exposición a los cadáveres
estudiados.
Comprendiendo las quejas de la gente,
el fundador se dio cuenta de que había
cometido un grave error al dar el Abrazo tan
a la ligera. Volvió a Erciyes para consultar el
traducido Libro de Nod; leyendo en el Relato
de la Primera Ciudad que la excesiva
proliferación de la sangre de Caín quedaba
proscrita, y el pecado que siguió a la
desobediencia de sus chiquillos. Recordó las
noches que había pasado sentado leyendo,
como el único miembro de su línea,
mientras sus condenados hermanos creaban
progenie con desenfrenado abandono.
Arrepentido de su descuido, convocó de
nuevo a su estirpe, esta vez en las más
profundas cámaras de la ciudad hermana de
Derinkuyu, Kaymakli.
Nadie más que Cappadocius pudo
prepararse para la asamblea. Una visión le
había dicho al fundador lo que debía hacer
antes de que llegasen todos.
La Fiesta de la Locura
Las cámaras y salones subterráneos de
Kaymakli, podían albergar hasta a 15.000
ciudadanos. En la noche de la convocatoria
asistieron 12.000 vampiros. Estábamos
atónitos. ¿Cómo un grupo conocido como el
Clan de la Muerte podía tener una vitae tan
fértil? ¿Cómo podíamos ser tan numerosos?
En una absurda y abigarrada
congregación, los Capadocios desplazaron a
los ciudadanos de Kaymakli, obligándoles a
abandonar sus hogares mientras durase la
convocatoria. De forma discreta y sutil, y
con la ayuda de Caias y Japheth,
Cappadocius hizo una criba en las filas de su
clan.
“¿Quién de entre vosotros no ha
ayudado a construir una iglesia o un
templo?”, preguntó el fundador, ordenando
a los que contestaron que siguiesen a Caias a
lo más profundo de la ciudad.
“¿Quién de entre vosotros no sabe leer y
escribir? ¿Quién no sigue la Via Caeli?
¿Quién no ha empezado a buscar las
respuestas al gran enigma?” Poco a poco, el
número de los Cainitas reunidos fue
disminuyendo, a medida que más y más de
ellos bajaban a la ciudad subterránea.
Seguramente el fundador tenía algún plan
para ellos. No había duda de que estaba
haciendo de los más aptos líderes, algún tipo
de nuevo orden.
Cuando hubo hecho la última pregunta
y enviado a los últimos Capadocios
escogidos a las profundidades de Kaymakli,
el fundador ordenó a Caias y Japheth que
sellasen para siempre el portal de la ciudad.
Mientras el mecanismo de piedras de molino
se cerraba sobre el aullante pozo de Cainitas
condenados, Cappadocius pronunció su
guarda sobre el portal: “Qué ningún
chiquillo de Caín salga nunca de este pasaje;
que ningún hijo de Seth entre.”
El fundador lloraba cálidas lágrimas de
sangre cuando se apartó de aquella masiva
tumba. Su descuido y su obsesión habían
condenado a miles de sus inocentes
chiquillos. Sólo su hipocresía y restos de
humanidad le habían salvado a él y a los
pocos escogidos que aún seguían fuera, de
sufrir el mismo destino.
“Marchaos de aquí. Este lugar está
maldito,” dijo Cappadocius a los residentes
mortales de Kaymakli. “Marchaos y no
volváis nunca.”
Hasta esta noche, la prohibición se
mantiene aunque seguramente todos los
ocupantes habrán caído en letargo o bajo los
colmillos de sus hermanos. Sin embargo,
nadie puede decirlo con certeza, pues nadie
quiere poner a prueba el hechizo de
Cappadocius que impide salir a los Cainitas
una vez han entrado.
Lazarus
Lazarus es un Capadocio
envuelto en el misterio. Lo que se
dice de su vida mortal sugiere que
era un tanatólogo hebreo,
Abrazado por su vasta sabiduría
y su interés por la muerte. Según
muchos de los que le conocían,
Lazarus fue uno de los chiquillos
favoritos de Cappadocius, apreciado por su
erudición y su perspicacia.
Lazarus Abrazó a numerosos chiquillos
propios y se trasladó a las arenas de Egipto,
históricamente evitadas por la mayoría de los Capadocios a causa de
la insidiosa presencia de los Seguidores de Set. Su tozuda negativa a
dejar Egipto a las Sierpes le hizo ganarse una reputación de insolencia,
cayendo en desgracia entre los Capadocios más tradicionales. Incapaces de resistirse a la
llamada de una región tan arraigada en la sabiduría de los muertos, Lazarus y sus
chiquillos establecieron sus refugios a la sombra de las grandes pirámides.
Poco después se interrumpió todo contacto con Lazarus. Temiendo lo peor, pero no
queriendo arriesgarse personalmente, Caias y Cappadocius le dejaron a sus propios
medios, creyéndole muerto, en letargo o bajo la vil influencia de los Seguidores de Set.
Pero Lazarus no había muerto, como descubrió Caias al ser enviado por Japheth tras
la Fiesta de la Locura para averiguar qué le había ocurrido a su malquistado hermano.
Lazarus se convirtió por defecto en el más poderoso de los Infitiores. Ha rechazado todo
contacto con vampiros ajenos a su progenie. Se ha convertido en un ermitaño,
manteniendo un refugio en un monasterio copto alejado de la escrutadora mirada de sus
chiquillos y los esbirros de Set. Si persigue todavía o no la respuesta al enigma eterno es
algo que se ignora. Quienes le conocieron temen que la antigua corrupción de aquella
tierra se haya adueñado finalmente de él.
El porqué del súbito interés de Japheth por el bienestar de su hermano tras la Fiesta
de la Locura es un misterio. Los rumores más retorcidos acusan a Japheth de estar celoso
de Caias, sugiriendo que esperaba que efectivamente Lazarus se hubiese corrompido y
destruyese a Caias. Una teoría aún más siniestra insinúa que Japheth es Lazarus,
ocultando sus desagradables ambiciones tras una máscara de fingido letargo, mientras
asume la otra identidad. Esta última teoría da legitimidad a las afirmaciones de que
Japheth estaba Celso, pues la Muerte Definitiva de Caias no sería ninguna sorpresa. En
cualquier caso, Lazarus, en las contadas ocasiones en que admite compañía, es una
magnífica fuente de sabiduría y leyendas en el estudio de los muertos.
Los Samedi
Si es verdad que los Samedi “evolucionaron” de un linaje de origen Capadocio ¿de quién
descienden concretamente? ¿Pudieron escapar suficientes Capadocios del despiadado genocidio
Giovanni? Posiblemente, aunque los Giovanni están convencidos de que eliminaron hasta el
último Ladrón de tumbas. ¿Podrían ser los Infitiores los ancestros de los Samedi, habiendo
emigrado a enclaves mediterráneos? Es aceptable, aunque la mayoría de los Infitiores acabaron
desilusionados del vampirismo y raramente Abrazaban a más neonatos.
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