Era una oferta tentadora desde el principio. Nos distinguimos de los instigadores y revolucionarios que exigen las cabezas de los Antiguos. Es demasiado divertido ver a jóvenes Cainitas convertirse en lo que desdeñan. Nuestras ansias viajeras nos hacen buenos mensajeros entre ciudades. Los vampiros se adaptan despacio a las tecnologías modernas. Aún hay algunos que se comunican con cartas selladas y viejos códigos. Los artefactos místicos no son el tipo de cosas que uno confía a la oficina de correos. También se nos suele pedir que exploremos zonas desconocidas para el Sabbat. Descubrimos a qué ciudades podemos expandirnos y qué baluartes de la Camarilla son buenos objetivos para ataques rápidos. Esto nos hace valiosos para la Secta y nos permite seguir en el camino todo lo posible. La exploración es nuestra segunda naturaleza debido a nuestra Sangre. No nos asentamos en una ciudad con nuestro estatus Antitribu llenándonos el pecho. Sabemos que para los demás, todos los Ravnos nos parecemos. Somos vagabundos y nómadas que merecen poca atención.
No estamos interesados en pavonearnos en nombre del Sabbat. Muchos de los demás Cainitas ya lo hacen muy bien. A nosotros nos encantan las nuevas experiencias, especialmente las raras que proporciona el Sabbat, pero no solemos ser los que cavan tumbas o prenden fuego al Elíseo. Esta libertad para explorar se extiende también a nuestro interior. Muchos Ravnos siguen una de las Sendas de la Paradoja para mantener a raya a la Bestia. ¡Tan dogmática solución para una cuestión vital de la existencia! Si vamos a buscar las ilusiones del mundo, ¿no deberían ser los sistemas de creencias parte de esa exploración? Al menos, es una prueba de fe que deberíamos tener. Y para esos hermanos y hermanas que ahora siguen una de las Sendas del Sabbat, quizás hayamos descubierto algo que los demás aún han de descubrir. De cualquier forma, normalmente usamos la confusión de la gente en nuestro propio beneficio. Si una ciudad es hostil a los Ravnos, resaltamos las diferencias entre nosotros. Ellos son los problemáticos, no nosotros.
Nosotros no jugamos a todos esos estúpidos juegos, pero en una ciudad a la que le gustan los Ravnos, tranquilamente dejamos pasar lo de Antitribu y montamos un espectáculo abrazando a nuestros largo tiempo perdidos compañeros de Clan. Un pequeño secreto: los Ravnos hacen exactamente lo mismo con nosotros. He visto a una Ravnos convencer a un Primogénito de que su gemela malvada Antitribu era a quien había que culpar por las cosas que ella había hecho. Incluso logró que el viejo idiota le pidiera disculpas. Cuando nos encontramos con nuestros hermanos de Sangre, los saludamos y pasamos de largo. A veces, pasamos unas horas poniéndonos al día con familiares, amigos y enemigos. Hay una distancia cortés entre nosotros que rara vez se vuelve violenta. Ellos creen que podrían darnos lo que consideran redención, mientras que nosotros podemos hablar con claridad a aquéllos en los márgenes que dudan de su lugar en el Clan. Hablar de las cosas que hemos visto es la mejor forma de empujar a otro Ravnos a la libertad. Podrían estar pasándoselo muy bien si tan sólo se lo permitieran a sí mismos. Podrían experimentar cosas que no pueden hacer en ninguna otra parte. La mayor ilusión de todos ellos es la que les hace creer que pueden ser mucho más.
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