Sólo los invitados más importantes tenían sitio en la mesa; sus Chiquillos y lacayos se sentaban detrás de ellos y representaban a todas las Líneas de Sangre y facciones de los Hijos de Haqim. Bueno, todas excepto una, pensó Míriam con firmeza. Ninguno de los Assamitas presentes pertenecía a la Red de Cuchillos. De los Eruditos había venido el Visir Tegyrius, el doctor ruso loco Dmitri Borodin y el matemático y asesino David Wendt. De los Hechiceros había venido Sarah Schneir, la favorita del Amr, y Badr Alkhaiwani, el maestro entre los espías. De los Guerreros, la legendaria Fatima Al-Faqadi y Hilel Al-Masaari, quien había sido Sultán de Córdoba. Detrás de estas celebridades se sentaban otros menos famosos pero aun así Assamitas notables. Donya Tehreni, de la Hermandad de las Erinias; Daniel Goldman, de los Leopardos de Sion; y, quizás, la presencia más inapropiada: un soldado fornido con el pelo rapado que sólo podía ser Randy Hopkirk, de la “asociación informal de francotiradores” conocida como Club de los Mil Metros.
Míriam se preguntó qué aspecto tendría el pálido muchacho de Alabama al cabo de cien años, cuando su piel se hubiera oscurecido. Tegyrius se levantó y su carisma natural lo convirtió en el centro de atención incluso estando rodeado de tantas celebridades. Comenzó a hablar así: —Os doy las gracias a todos por venir y espero que hayáis tenido un buen viaje. Tenemos mucho que discutir y después mucho que planear. Ya he hablado con muchos de vosotros con anterioridad. Sobre cambios que se avecinan, sobre futuros desafíos para nuestro Clan. De hecho, desafíos que pueden poner en cuestión incluso qué significa ser un Assamita. Estáis aquí porque… porque ese futuro parece estar más próximo de lo que pensaba.
Se volvió hacia Míriam e hizo un gesto con la cabeza. A su señal, ella hizo “clic” en su computadora. Todas las pantallas de televisión se iluminaron y mostraron un vídeo de una mujer árabe anciana con aspecto de haber tomado estupefacientes. —He recibido este vídeo del Amr. La mujer que estáis viendo le servía como vidente. Según todos los testimonios, ella es (o, más bien, era) una profetisa dotada cuyas visiones siempre habían sido completamente fiables. Ésta es su última profecía. El vídeo continuaba con los ojos de la vieja mujer poniéndose en blanco y entonces ella comenzó a hablar. —Ya viene. El Pastor Negro viene para escoger y sacrificar el rebaño. El Odioso Engendro, el Heraldo de la Destrucción. Como el Señor de la Muerte diezmó a sus Chiquillos en Kaymaklı, el Pastor Negro diezmará a los Hijos en el Alamut—. La anciana repitió esas palabras una y otra vez con una histeria cada vez mayor. Ni siquiera pareció darse cuenta de que comenzaba a gotearle sangre de los ojos y después a brotarle de los oídos y la nariz. Al cabo de menos de un minuto empezó a tener convulsiones y después se derrumbó, aparentemente muerta. Tegyrius observó a los compañeros de Clan que lo rodeaban, cuyas expresiones abarcaban desde la confusión al horror. —El Amr me envió esta profecía porque la encuentra creíble, y yo también. Al parecer se está preparando algún tipo de “matanza selectiva” para nuestro Clan—. La cara del Visir se endureció. —No tengo ninguna intención de ser parte de la misma. ¿Alguno de vosotros sí? Con esa pregunta nació un complot.
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