El diablo vive en la puerta de al lado. Lo escucho de noche, arrastrando los
pies por las escaleras y por el rellano fuera de mi apartamento. Suele marcharse
cuando cae la noche y regresa justo antes del alba. Pasó mucho tiempo antes de
que nos encontrásemos, pero nos cruzamos a veces en el vestíbulo. Pude olerlo
antes de verlo. No era del todo desagradable, un dulce olor a podredumbre.
También olía a viejo y húmedo, como un libro bajo la lluvia. Siempre vestía un
abrigo largo y raído con el cuello alzado y un sombrero de fieltro desteñido que
ayudaba a cubrirle la cara. Sus zapatos chapoteaban un poco al andar aunque no
hubiera llovido.
Nos cruzamos así durante meses. Le saludé unas pocas veces, pero simplemente se
limitaba a enterrar la cabeza en el cuello de su abrigo y a arrastrar los pies.
Al principio creí que era yo, pero la sra. Cohen, la de al lado, dijo que con
ella era igual. No me sorprende; yo también la evitaba. Sus hijos son bastante
escandalosos, pero siempre se callaban completamente cuando mi vecino estaba
cerca.
Solíamos tener un problema de ratas en el edificio. El propietario insistía
en que dejábamos comida por ahí, pero sólo trataba de librarse de pagar un
exterminador. Cuando las ratas desaparecieron, pensé que finalmente había cedido.
Ahora que lo pienso, eso pasó un mes después de ver por primera vez a mi vecino
en las escaleras. No fui el único en notarlo, pues los niños comenzaron a
llamarlo “el Hombre Rata”.
Eso no significa que nadie tratara de darle la bienvenida. Candice Jonson, del
final del vestíbulo, le cocinó una tarta de bienvenida. Creo que escuchó que era
soltero y quería echarle un ojo. Tras echarse arteramente un poco de harina en
el delantal para parecer Martha Stewart, llamó a su puerta con su mejor sonrisa.
Nunca contestó. Aun así, dejó la tarta
frente a la puerta por si no la había
escuchado. Se quedó ahí varios días,
hasta que uno de los niños dijo que vio
a un puñado de ratas mordisqueándola.
Soy el único que realmente lo ha
conocido. Regresé a casa tarde una
noche, tras haber trabajado un doble
turno porque Becky Lewis decidió que
estaba demasiado enferma. Tuve que
hacer la compra y estaba demasiado
harto para dejarla en el suelo antes
de sacar la llave.
Estuve un minuto
así antes de dejar caer las bolsas y
lanzarles enojado mis llaves. Cuando
me arrodillé para recoger la comida,
el Hombre Rata apareció de repente a mi
lado y empezó a pasarme las cosas. Tenía
unas manos elegantes, largas y delgadas,
nudosas como un árbol, pero en cierto
modo gráciles. En silencio, me ayudó
a volver a poner todo en las bolsas.
Cuando le di las gracias, se giró hacia
mí y murmuró que no había problema.
Entonces, algo pareció deslizarse, y
bajo una especie de bruma lo vi. Sus
orejas eran puntiagudas y sus dientes
afilados. Sus ojos me penetraron como
si supiera mis secretos y, cuando me
estremecí, eso pareció hacerle sonreír.
Así es como sé que el diablo vive en la
puerta de al lado, pero sé que si no le
molesto, él no me molestará.
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