Una flor brota de la punta de mi dedos, retorciéndose para abrirse paso hasta la existencia con un solo pensamiento. Los pétalos se forman y colorean, convirtiéndose en la flor que una vez acarició tu mejilla. Te recuerdo bailando. Sonrío. Cada sueño me recuerda a ti. Cada rosa posee tu belleza; cada susurro dentro de maya es tu voz. Deambulo por este mundo a solas, viviendo de espectáculo en espectáculo, alimentándome de un mortal tras otro, pero nunca más volveré a sentir el roce de tus dedos. Cómo desearía que estuvieras aquí para compartir todo esto conmigo. Y aun así, cada vez que hago una ilusión de ti, mi amor, no logra capturar todo lo que fuiste. Te creo de la nada, me sonríes desde maya y me ofreces la mano del sueño, pero es un recuerdo vacío que pronto se deshace. Poseo todo lo que podría desear: todo el dinero que pudiera imaginar, todos los lujos y aventuras.
He vivido durante siglos, llevando a cabo estratagemas de décadas contra mis enemigos, disfrutando el mundo según gira y cambia. El sueño sigue vivo. Yo sigo vivo. Pero tú… tú me dejaste hace mucho. La rosa se marchita en mi mano. No estaba prestando atención y la ilusión tomó vida propia, reflejando mis sombríos pensamientos. La deshago chasqueando los dedos. Puedo oír a la audiencia vitoreando con más fuerza, reclamando que vuelva al escenario para un bis. Me levanto del tocador, cuadro mis hombros y saco mi sonrisa. No soy más que otra ilusión. No he sido real en años. Abro la puerta del vestidor y me dirijo de vuelta al escenario.
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