Se volvió para mirar a Elliot y desapasionadamente señaló su cuello. Aunque tenía al menos dos dedos rotos, hizo todo lo posible por sentarse correctamente y enderezar su corbata, a pesar de que estaba algo resbaladiza por su Sangre. El precio de la desobediencia a estas alturas sería peor que el dolor que sentía. Matthias despidió al Ghoul con otro casi imperceptible movimiento de cabeza y se acomodó tras el escritorio frente a Elliot. —Ahora, Magister— preguntó Matthias. —¿En qué cree haber errado? —Me atrevería a sugerir que invocar a un demonio fue un error. —Ciertamente era desaconsejable. Como lo fue usarlo para destrozar a la Arpía Toreador y permitirle que campase libremente por la ciudad. —Me disculpo ante usted, maestro, y ante mis hermanos y hermanas magos del Clan Tremere. —No lo dudo. Pero ésa no es realmente la cuestión, ¿no es así? —He aprendido que mis métodos eran erróneos— bufó Elliot—. Nunca más volveré a romper las leyes del código de nuevo. Matthias contempló a Elliot sin inmutarse e hizo ademán de que parase.
Elliot se congeló, aún con la palabra en la boca. —No estás aquí para ofrecerme clichés sin sentido. Si continúas haciéndolo podemos aplazar esta entrevista hasta que hayas sido interrogado a fondo. Elliot se estremeció al imaginar volver a la decimoséptima planta. Pensaba que ya le habían hecho todo lo que podía ocurrírseles, aunque no se sorprendió del todo al descubrir que estaba equivocado. Matthias se echó hacia atrás y observó a Elliot por un momento. —Creo que aún no entiendes qué hiciste mal o por qué debes ser castigado. En ese momento, Matthias se acercó a una caja cercana y sacó un adornado cáliz de plata. El aroma a poderosa Sangre que exhalaba era estimulante e hizo que aumentase la sed de Elliot. Matthias puso el cáliz en la mesa frente a él. Fue otra cadena a su alrededor más fuerte que cualquier acero. —Tienes razón en que vemos con malos ojos la práctica de tal magia ilegal, pero eliminaste a un fastidioso Toreador y volver a capturar al demonio fue una buena práctica para los Aprendices. —Entonces, ¿cuál es mi crimen si no es tal? —Te pillaron— sonrió Matthias —. Ahora bebe.
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