Frente a la Baronesa se sentaba el objeto de su atención actual: el coronel Arthur Basingstoke, un Ventrue de cierta importancia 400 años y dos Generaciones más joven que ella. Estas deficiencias se compensaban por la utilidad del Ancilla, pues era un estudioso de la historia y la política, y generalmente era alguien que sabía cosas. Comerciaba con información y eso era tan valioso para el Clan Ventrue que pasaban por alto sus… relaciones más desagradables. Después de todo, alguien tenía que trabajar regularmente con los Nosferatu o quién sabe en qué líos acabarían metidos. A la derecha de Fee estaba el joven chupóptero que presentó a Arthur como Ethan Marshall, su Chiquillo más joven. Parecía tener veintimuchos, sentado en silencio mientras trataba de no mostrar su inseguridad. Basingstoke sabía que el Retoño no había sido presentado ante la corte y, de hecho, no había sido presentado a ningún Ventrue de la ciudad. Por consiguiente, asumió que Fee lo había elegido para probar al muchacho, para ver si podía sentarse frente a sus iguales sin hurgarse la nariz o algo así. Era osado si el chico llevaba menos de veinticinco años muerto, pero supuso que la Baronesa quería acelerar el entrenamiento de su nuevo Chiquillo.
Por ahora, el comportamiento de Ethan había sido aceptable. Había charlado competentemente y no había parecido abiertamente aburrido en ningún momento. Incluso hizo un comentario perspicaz acerca del papel de los Brujah en varias protestas políticas recientes. —Arthur, querido —dijo ella lánguidamente—. Me encantaría continuar nuestra conversación pronto, pero tengo algunos asuntos menores que tratar con uno de los miembros del club antes de que se haga demasiado tarde. —Ella vaciló y luego sonrió en una simulación de afecto razonablemente buena—. Mientras estoy fuera, ¿puedo confiar en ti para que compartas tu sabiduría con el joven Ethan? Lo he instruido principalmente en asuntos prácticos, pero confieso que he descuidado su educación en la historia y las políticas del Clan. Quizá podrías llenar alguno de los huecos en su educación. Arthur le dedicó la Sonrisa Nº17 (medianamente condescendiente, aunque caballerosa). Era consciente de que la mayoría de los habituales de Boodle’s eran parte de su rebaño. La Vitae que necesitaba podía ser de cualquier par del reino, pero ella prefería hombres y mujeres que hubieran hecho algo para merecerse el honor en vez del último famosillo en recibir una Orden del Imperio Británico. —Estaré encantado, querida dama. ¿Debo comenzar con la fundación de Londinium? —Su jovialidad ocultaba su curiosidad. Asumió que ella estaba tendiendo una trampa, aunque probablemente no una mortal, pero ¿para él? ¿O para su Chiquillo, el ingenuo sentado a su lado que aún era incapaz de parpadear adecuadamente? —Oh, no, Arthur —exclamó ella maliciosamente—. ¡Mucho antes que eso! ¡Él quiere aprender mitología! —Ah —replicó Arthur—. La Primera Ciudad, entonces.
—¿Fue bien? —preguntó Fee mientras ella y su “Chiquillo” recorrían la noche londinense en el asiento posterior de su limusina. El rostro de Ethan asumió al instante una expresión determinada e inteligente, descartando su personalidad ingenua. —Un poco demasiado, me temo. Al final, presioné en exceso y dedujo que yo no era realmente un Neonato, sino un Vástago más viejo sonsacándole información. Luego comenzó a despotricar contra los Amos Secretos antes de marcharse hecho una furia. Fue mi error y no se corresponde con la información que nos hicisteis llegar sobre el buen coronel. Si decidimos reclutarlo, espero poder reparar el daño luego. En nombre del Justicar, os agradezco de nuevo el proporcionar una tapadera para mi entrevista. —¿Es peligroso, Arconte? —No había miedo en su voz, sólo curiosidad. —Sólo para sí mismo, Strategos Langton. Como dijisteis, colecciona secretos, aparentemente sin considerar los riesgos que comportan. Sabe de los Baali. Sabe de la Pregunta Roja. Sus teorías sobre los orígenes de los Clanes son reveladoras. Sospecho que hasta sabe la verdad sobre Hardestadt y cree en los Daeva. Ella resopló. —Entonces es sabio. La Grey tiene un dicho, Arconte, “que seas un paranoico no significa que no te persiga nadie”. No dijeron nada durante el resto del paseo. No había nada más que decir.
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