A los Vástagos les gusta el poder. Les gusta ser
accionistas mayoritarios en los imperios bancarios, que
un narcoemperador les deba la vida, participar en la
crianza de niños prodigio y poner en marcha rebeliones.
Tal vez buscan influir en los demás porque tienen
muy poco control sobre sí mismos. Son esclavos de
una adicción que nunca puede curarse. Y, sin importar
lo poderosos que sean, siempre existe el riesgo de
convertirse en sirvientes o presas de sus Sires ancestrales.
La Jyhad es quizás lo que sucede cuando la guerra
entre el engendrador y el engendrado nunca se resuelve.
Una lucha interminable entre generaciones de Antiguos
que fueron Neonatos hace milenios y que han dejado
que sus descendientes hereden sus conflictos. Impulsada
por vendettas personales y sueños utópicos, la Jyhad es el
huso que teje el tapiz de la historia vampírica. Coloca a
los jóvenes y a los idealistas como peones de los Ancianos
en el tablero de la política no-muerta. Y a menudo deja
marcas, si no cicatrices, en el mundo mortal.
El recuento de las batallas que alteraron el mundo
que se libraron en la Jyhad comenzó con la Primera
Ciudad y continúa hasta esta noche. La destrucción
de Enoch probablemente fue causada por la Cuarta y
la Quinta Generación de Vástagos, que se volvieron
contra sus progenitores Antediluvianos, quienes a su
vez se habían enfrentado antes entre sí. Las guerras púnicas fueron un síntoma mortal de la implacable lucha
entre Antiguos Ventrue y Malkavian bajo la máscara
de patricios romanos por un lado y soñadores utópicos
liderados por la Brujah africana Troile por el otro. Allí
y entonces, la gran visión rebelde, vivir abiertamente
entre los mortales, fue derrotada. No fue la primera vez
ni la última. Ésta ha sido aplastada por la fuerza o por
su imposibilidad inherente una y otra vez a lo largo de
los años. El ascenso de la Herejía Cainita y de los Altos
Clanes de la Île-de-France desencadenaron los horrores
de la cruzada albigense. Los propios Vástagos prendieron la llama de la Inquisición que casi consumió la
Maldición de Caín sobre la faz de la Tierra. La caída de
Constantinopla durante la locura de la cuarta cruzada
se elevó como una tormenta de sangre en torno a la
Diablerie del “Arcángel” Miguel y vio el final del sueño
del Triunvirato Bizantino.
Las últimas noches de la Edad Media y de la Guerra
de los Príncipes coincidieron con la formación de las
grandes Sectas, forjadas por múltiples levantamientos
y traiciones que mataron el antiguo orden de los Altos
y Bajos Clanes y volvieron al Chiquillo contra el Sire
una vez más. La fundación del culto de la muerte del
Sabbat y las Diableries de al menos dos Antediluvianos
anunciaron el inicio de una nueva era. Pero, incluso
después de que los Vástagos de la Camarilla eligieran
ocultarse para escapar de la ira de los mortales en la
Convención de Thorns, la Jyhad continuó sin cesar. La
destrucción de cualquier antiguo régimen es siempre
una tapadera conveniente para los muertos y tanto
la Revolución Francesa como la de Octubre vieron
derramar la sangre de los nobles por parte de los Vástagos que buscaban destruir a sus Antiguos. Ya en estas
noches de posmodernidad, de luces de neón y circuitos
cerrados de televisión, Matusalenes como Helena y
Menelao todavía luchan entre ellos, aunque Troya no
sea más que ceniza y leyenda.
Todo Vástago quiere creer que conoce su lugar
en la Jyhad, pero pocos lo hacen. Los planes
del Príncipe de El Cairo para liberar a
su ciudad de los infieles Anarquistas
en el caos de la Primavera Árabe
no son suyos, sino que beben de
los planes de un Matusalén en las
catacumbas bajo Turín.
Capas
sobre capas de intrincados juegos
políticos y alianzas estratégicas oscurecen la realidad, pero
mientras el Sabbat aúlla sobre
la Gehenna, los Anarquistas
vuelven a tomar las armas y los
Antiguos de la Séptima Generación
o inferior son Llamados de vuelta
a donde empezó todo, parece que el
final se acerca.
Los Antiguos que permanecen en sus
refugios se atiborran de la Vitae de Retoños
para mantenerse cuerdos y resistir esta llamada. En vez de gobernar directamente se retiran a la
reclusión paranoica, dejando a Neonatos mal preparados para gobernar en su lugar. Hay “coteries hereditarias” por todas partes, que sostienen feudos y bandas
criminales, mientras sus amos se han ido a Oriente o
están gritando a los fantasmas invisibles de su locura
de Sangre. Muchos de los gobernantes suplentes no
planean devolver lo obtenido cuando los Antiguos
regresen. ¿Por qué el apocalipsis de una Generación
no debería ser el comienzo de otra?
Pero sí, los vampiros viven para siempre, así que
¿quién puede decir que su apocalipsis no durará toda
una era mortal? Si éste es realmente el final. Los libres
sacuden la cabeza y describen los últimos incidentes
del sangriento melodrama de la Jyhad como meros
planes y vendettas personales disfrazados de profecía y
destino. Para ellos, los Antiguos son simplemente gente
con poder, rencor y demasiado tiempo libre.
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