Anarquista o Camarilla, cada ciudad vampírica se
caldea con la política de la Caza. En su aspecto más
duro, casi en todas partes, demasiados vampiros compiten por demasiado poco ganado. Por extensión de
las dinámicas depredador-presa del mundo natural, un
vampiro debería tener unos 60 kilómetros cuadrados
de ciudad como su territorio de caza exclusivo; en la
mayoría de ciudades, los Vástagos se consideran afortunados con un 1% de eso. La Caza debe limitarse por
razones prácticas: si todos los vampiros de la ciudad
acechan en el mismo club nocturno, éste no puede
mantenerse como negocio solvente, y no digamos
ya mantener la Mascarada. Aun así, los gobernantes
vampíricos también limitan la Caza como un juego
de poder, una forma de ejercer su predominio como
depredadores.
Cada ciudad cambia: en algunas, el concejo de la
Primogenitura o de los Anarquistas declara el Coto (el
distrito de clubes nocturnos de la ciudad, lleno de humanos tentadoramente ebrios... y de policías) vedado
a la Caza. En otras, lo reserva para sí, declarando que
sólo se puede confiar en que los vampiros experimentados y responsables Cacen en él sin cometer errores.
En algunas ciudades, ciertos barrios se convierten en
el “bosque del Príncipe” o “reserva natural” vedada sin
un permiso especial. En otras, los gobernantes dividen
los derechos de Caza según los dominios y permiten
Cazar por toda la ciudad en día de fiesta, conceden
licencias a cambio de servicios especiales o cualquier
otra cosa que asegure su control y haga peligrar a sus
rivales.
Los nuevos Vástagos en la ciudad deben, por tanto,
asegurarse de conocer la ley del lugar antes de que
pasen muchas noches. A veces los Vástagos locales
confunden a los recién llegados y los conducen a
territorios prohibidos como forma de poner a prueba
a sus amos sin una rebelión abierta o sólo para reducir
la competencia. Romper la ley parece fácil (¿está el
Príncipe vigilando el aseo de este sórdido bar?), pero
los castigos son extremos. Algunos gobernantes hacen
que las leyes para Cazar sean turbias, onerosas o contradictorias a propósito. Así, casi cualquier vampiro de
la ciudad termina rompiendo la ley antes o después. Si
el Príncipe o el consejo desea deshacerse de un rival,
simplemente espera al inevitable incidente de Caza
ilegal y destierra o ejecuta al ofensor con este aparentemente justo pretexto.
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