No me importa lo enferma que está tu madre, y no me importa lo cercano que estuviésemos antes. Esto es duro para ti ¿eh? ¿Qué hay de mi? ¿Qué hay de Gracie? ¿Verlos a los dos poniendo caras besuconas en su jodido funeral? Vamos, fuera de aquí, si alguno de nosotros te coge en el barrio de nuevo eres carne muerta. ¡Y llévate al maldito perro!
-Benny Zubrowski, cabecilla anarquista.
Uno podría pensar que los anarquistas son aliados naturales de los de sangre débil: después de todo, los primeros son responsables de crear un considerable número de los últimos. Lo más frecuente, sin embargo, es que los nuevos vampiros sean considerados imanes para los desastres, invitaciones para el azote y de este modo son apartados. Lo que es más, los neonatos que han intentado crear Vástagos han fracasado y se han vuelto increíblemente amargados. En su decepción, se volvieron contra sus hermanos más desafortunados y les han acusado de acaparar secretos ocultos.
Tales rivalidades han roto más de un nido anarquista. Los visionarios anarquistas, con retraso, se han dado cuenta de la utilidad potencial de los de sangre débil, y ahora intentan extender una retórica más conciliadora. Hasta ahora, sin embargo, se ha hecho oídos sordos a sus ruegos. Los rebeldes están cansados. Su ímpetu se ha deteriorado, acosado desde todas partes por los truculentos antiguos y la recalcitrante realidad. Recientemente ha aflorado una ola de pactos de suicidio entre miembros de las pandillas anarquistas, grupos de cuatro o cinco caminando cogidos de la mano hacia el amanecer, o arreglándolo todo para que se le prenda fuego a sus refugios mientras duermen. Aquellos que aguantan darían de buen agrado la bienvenida a una nueva raza de salvadores, pero convencerles de que crean será ciertamente una dura tarea.
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