Para algunos vampiros, un culto es demasiada organización. Quizá han sucumbido a la inestabilidad de los Malkavian. Quizás tan sólo han estallado después de demasiados años reprimiendo sus sentimientos e instintos. Cualquiera que sea la razón, la histeria religiosa ha invadido la sociedad de la Estirpe como un virus, multiplicando y mutando de cien formas diferentes:
• Movimientos penitentes: Auto flagelación, piercing, hambre, incluso exposición superficial al sol; cualquier tipo de mortificación, humillación o mutilación podría servir a un vampiro que busca expiar sus pecados a tiempo para el fin del mundo. Los Vástagos del Sabbat y de varios cultos (especialmente los cultos a Lilith) también emplean otros métodos ara probar la fuerza de su carne y la firmeza de su propósito. En cada caso, una ceremonia considerable puede asistir al masoquismo. Miembros de una jauría de guerra en México se decoran los unos a los otros con exquisitos desollamientos que representan sus acciones pasadas. buenas y malas, mientras que el Príncipe Matusalén de Colonia exige que los solicitantes de su corte se dirijan a él como el "infeliz hereje" y le den cincuenta latigazos en la espalda desnuda antes de que oiga sus peticiones.
• Imitación: Por blasfemos pueden parecer, muchos antiguos sienten un raro consuelo al adoptar los adornos y apariencias externas de sus santos y profetas favoritos. Algunos llevan mantos de monjes y se afeitan la cabeza. Otros ayunan, lavan los pies de los sin hogar, caminan sobre carbones ardientes, ceden todas sus posesiones, se sientan en arpilleras y cenizas, se crucifican boca abajo, etc. Más de uno pocos han vagado por los páramos y nunca han vuelto a ser vistos. Los más jóvenes pueden burlarse de la idea de que unos pocos gestos vacíos puedan contrarrestar siglos de maldad; pero los Vástagos que se complacen con estas prácticas vienen de una era en la que los hombres mundanos se habían enterrado en hábitos de monje, con la esperanza de que el Todopoderoso pudiese ser engañado con un cambio de costumbres. Además, cuando el destino es todo menos cierto, un pequeño seguro espiritual es mejor que nada, n'est-ce pas?
• Danzas: Algunos Vástagos todavía pueden recordar la danza de la locura que se apoderó de la tierra del Rin durante la época de la Peste Negra. Afirmando que estaban poseídos y gritando los nombres de los demonios, o contando salvajes visiones de María o Jesús, incontables campesinos saltaban y daban vueltas hasta quedar exhaustos sin ninguna razón discernible. Los danzantes modernos normalmente no declaran revelaciones místicas, pero no son menos vehementes en sus gritos. Esta manía es especialmente popular entre los Vástagos más jóvenes (Griterío Brujah enteros se han convertido en inarticulados frenesís de la danza), pero los antiguos no son inmunes. En Boston, en la apertura de una galería de arte, mortales curiosos fueron regalados con una espontánea representación de danzas fúnebres y de la fertilidad muertas desde hace tiempo.
• Llorar: Totalmente peligrosa para la Mascarada es la manía más difícil de controlar; viene y va demasiado rápido. No ocurre en masse, como muchas otras. Una noche, un ancilla Toreador de repente comienza a llorar en el Elíseo. La semana siguiente, un primogénito Tremere que no tuvo más que una agrietada sonrisa durante cuatro siglos se descubre vertiendo incontrolables lágrimas de sangre en el puesto de periódicos. Un mes después, un antiguo Setita que apenas les conocía rompe a llorar en los brazos de su desconcertada víctima. Uno por uno, los candidatos más improbables sucumben, dejando abatida a toda la población de vampiros de una ciudad.
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