"Es el Mundo Yomi", explicó Tieh Ju al curioso hombre serpiente. "Infierno en la Tierra. Si nada lo contiene pronto, cubrirá el mundo. Al abrir las puertas de los Mundos del Ying y el Yang, los Bodhisattvas pueden haber actuado de forma imprudente".
A su alrededor, los acólitos del Crisantemo de Hierro aplastaban a los fantasmas y demonios. Cada vez más, no obstante, sentía su atención fijada en las agitadas y gruesas nubes que les empapaban a ella y a sus estudiantes. Algo más que el combate estaba afectando a las nubes. Extendió sus sutiles sentidos y sintió a los aviones volando sobre las nubes, empujando la borrasca con aliento mágico. Los Cinco Dragones de Metal. Por supuesto que estarían aquí. Se calmó mentalmente y percibió cómo el Camino susurraba en su alma. Demasiado pronto, dijo. Se volvió hacia el hombre serpiente. "Honorable señor, ¿cree que podrá hacer que las nubes se hagan más gruesas?
Chou Li le devolvió una mirada misteriosa. "Parecen bastante gruesas... ¡Ah! ¡Pretenden abrirlas! Qué curioso". Hizo una reverencia. "Haré lo que mejor pueda, reverenda anciana, en memoria de pasados favores hechos a mi estirpe". El hombre serpiente se concentró y entonces se tambaleó. "Demasiado fuerte..." susurró. "Un gran poder está atacando la tormenta. No sé cuánto tiempo aguantaré haciendo esto".
"Yo te ayudaré", contestó el Crisantemo de Hierro. Hábilmente se hizo un corte en las palmas de las manos con sus uñas lacadas y las colocó sobre los hombros del hombre serpiente. Inmediatamente se recobró.
"Me honras, anciana reverendísima", dijo. "No te fallaré".
"¡Algo nos esta combatiendo!" Schiavelli escuchaba lo que decía el piloto. "Algo debe estar alimentado el tifón". Schiavelli tragó con dificultad. Ahora que el momento estaba cercano, no se sentía como un endurecido instrumento de precisión. Se recordó que, según todas las probabilidades, las masas de gente cercanas al campo de batalla estaban ya muertas. Tecleó de nuevo y dijo unas palabras a través del micrófono. Miles de kilómetros sobre sus cabezas, un satélite recibió instrucciones y apuntó. Silenciosamente expulsó cohete tras cohete, que cayeron como un rayo hacía Bangladesh. Parecían estrellas fugaces.
Crowe rezaba mientras combatía. Un demonio con orejas de elefante había eliminado a dos miembros de su jauría cuando le estaban dando muerte. Ahora luchaban contra espectros que siseaban espantosas promesas y burlas, despertando tanto su terror como su furia. Algunas veces podía tajarlos con sus garras o machacarlos con sus fauces antes de que se desvaneciesen. Pero por cada uno que lograba (¿matar?), otro ocupaba su lugar. Convocó a todo espíritu que alguna vez le había ayudado o a cualquiera que conociese, rogando porque alguien salvase a sus camaradas y a él mismo. Una increíble explosión de luz destiñó el mundo en un austero blanco y negro. Para su sorpresa, Crowe sintió el impacto con su sentido espiritual también. Lo sentía como el aura que rodeaba los lugares sagrados de su especie. Cada uno de los fantasmas se disolvió en el deslumbramiento blanco azulado. Entonces, un rugido igual al de una montaña derrumbándose golpeó como un martillo al chamán. En un momento, sus ojos cegados por la luz se aclararon. Un nuevo viento soplaba, caliente, cargado de radiación profana. No, no podría ser... Otra bomba explosionó a unos pocos kilómetros a su izquierda. ¿Bombas nucleares? ¿Bombas nucleares espirituales? Jesucristo, ¡ahora sí que lo he visto todo! La siguiente bomba cayó muy cerca de él. Solo sintió momentáneamente una dislocación mientras su cuerpo era vaporizado y para entonce sus pensamientos ya habían pasado a la historia.
Las cinco videntes gritaban, "¡Está ardiendo! ¡Él está ardiendo! ¡El Sol ha caído del cielo y está ardiendo!" La Dra. Reage sostenía la cámara mientras el Dr. Netchurch luchaba por pegar los EGG en la frente de Wendy. El EGG nunca había funcionado antes con vampiros, pero con vampiros como estos uno nunca sabía...
Despierta, pero ciega, la mujer yacía tendida sobre el sofá. Dos fornidos ghouls la mantenían acostada. Cyprian estaba sentado cansadamente en un sillón junto a ella. El sol había salido hacía horas; deseaba desesperadamente dormir, pero los terribles sueños le mantenían despierto otra vez. El hecho de no poder recordar el contenido de sus pesadillas le frustraba cada vez más. Bien podría hacer algo. Miró a la joven mujer y demandó, "¿Cómo te llamas?"
"V. Harriet Bakos", replicó la mujer. "Vampira Harriet Bakos".
¿Vampira? Vaya padres... "¿Qué edad tienes... Harriet?"
"Casi veinte"
"¿Dónde vives, Harriet?"
"En un estacionamiento de camiones..."
De momento, seguía igual. "¿Qué son esos sueños que tienes, Harriet? ¿Cómo haces que otras personas los vean?"
Harriet se debatió entre las fuertes manos de los ghouls. "¡Todos muertos! ¡Los tres señores, los tres muertos cuando cayeron las estrellas!" Sus ojos se abrieron de golpe. La habitación se iluminó cuando cuatro esferas de terrible luz blanca brillaron sobre ella y se elevaron en forma de minúsculas nubes fungiformes. Cyprian gritó mientras su carne se cubría de ampollas y salió corriendo de la habitación. Los ghouls vacilaron un momento, dudando entre obedecer las ordenes o sus emociones. Se apresuraron detrás de su señor. Harriet se puso en pie y se tambaleó hacia otra puerta. Al fin, dio con un camino para salir de la casa.
Los acólitos gritaban y corrían mientras la salvaje luz blanca abrazaba sus cuerpos, pero el Crisantemo de Hierro se mantenía en su sitio. Solo dos de las bombas cayeron lo bastante cerca como para que su luz la quemara. Chou Li permanecía junto a ella, haciendo que las nubes no se disipasen, agarradas por su fuerza de voluntad. El torbellino de huesos, sangre y casquería se difuminó a la vez que pilares de fuego ascendían perforando las nubes.
"Un poco más", susurró Tieh Ju al hombre serpiente. "Solo un poco más". El camino ardía en su corazón largamente muerto mientras el universo se balanceaba para restaurar el equilibrio. El momento para dejar de actuar se acercaba cada vez más, más. Se mordió la mejilla y expulsó una bocanada de sangre difuminada al viento.
Minutos después, una forma vagamente humana se tambaleó hacia ella a través de la lluvia. Supuso que debía ser masculina, pero no estaba segura. Escamas de ceniza negra cubrían los restos de su cuerpo desnudo y arrugado. Un brazo pendía como un muñón de carne hacha jirones. Irradiaba alucinaciones de dolor, como la vibrante luz interior de una migraña. Había sobrevivido a la ira de tres Bodhisattvas y un baño de fuego nuclear. Tieh Ju sabía que, incluso debilitado como estaba, no podía combatirle. Si lo intentaba, el monstruo recuperaría energías con su chi.
Aunque la cosa no tenía ojos, solo dos fosas rezumantes de sangre negra, se volvió para encarar a la pareja. Sus mandíbulas repletas de colmillos funcionaron y dijo con voz áspera, "Sangre. Comida. Hambre". Hablaba en sánscrito, la antigua lengua de la India. El Crisantemo de Hierro dominada el idioma moderadamente bien. Liberó los hombros de Chou Li y asintió hacia él. El hombre serpiente se derrumbó en el suelo.
Tieh Ju hizo una reverencia a la figura que se mecía. "Sean las buenas noches contigo, hermano de Zao-Lat", dijo "O quizá debería decir buenos días? En cualquier caso, adiós". A la vez que la carbonizada figura saltaba hacia ella, ésta se hundió en la tierra. La figura siseó en protesta y se volvió hacía el hombre serpiente. Chou Li encomendó su propia alma al Paraíso... y libres del poder de Chou Li, las nubes se dispersaron de horizonte a horizonte. Una línea de cuatro soles se extendía en el cielo. La figura gritó atrapada por el fuego de la luz solar cuadruplicada. Chou Li pensó que el mundo entero debía haber oído aquel estridente e inhumano alarido. La cosa corrió solo unas pocas zancadas y entonce cayó. Un instante después, nada que daba salvo un montón de cenizas disueltas ya en el lodo.
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