El Culto de Isis

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Desde que descendió a la tierra, la diosa Isis había servido como figura maternal para la humanidad. Mientras su hermano y esposo se enfrentaba a las responsabilidades de gobernar un gran reino y proteger a la humanidad de la corrupción, la diosa estudiaba las artes místicas a la diestra del dios Thoth. Su experiencia como madre, hermana, maga y protectora de su marido en la muerte dotó a Isis de gran paciencia y le ganó el amor del pueblo. Antes de morir, Isis impartió su sabiduría a muchos de sus adoradores.

Los más fieles de sus partidarios mantuvieron viva la fe en los dioses egipcios durante miles de años. Protegieron y sirvieron al hijo inmortal de Isis, Horus, y resistieron las voraces depredaciones de los sirvientes de Set. Por desgracia, el paso de los siglos diluyó esta fe, la sabiduría se desvaneció y el Culto de Isis cayó en la desidia. El usurpador, Set, casi destruyó el culto en tiempo de Cleopatra, e incluso logró robarles el valioso Hechizo de la Vida original.

El culto sobrevivió a duras penas esta devastación y las mismas momias que antes habían ayudado a crear ya no confiaban en él. Resulta irónico, pero la invasión romana de Egipto aseguró la supervivencia de la secta. El Culto de Isis se vio renovado cuando se extendió por el imperio de los invasores. Algunos adeptos estaban preocupados por la reducción de las enseñanzas de Isis a meros ritos sexuales cuando se transmitían a otras culturas, pero no podían ignorar la utilidad que esto tenía a la hora de mantener vivo el nombre de la diosa. Muchos fragmentos del culto se escindieron y olvidaron su herencia y no quedó de ella más que el nombre, otras facciones se unieron a las sociedades místicas herméticas y comenzaron a practicar magia dejando de lado todo interés en lo divino. Con el paso de las décadas, los recuerdos de Isis fueron volviéndose cada vez más nebulosos. Durante la última década del siglo XX el Culto de Isis volvió a la actividad, en cierto modo.

Algunos miembros buscaban los espíritus de antiguas momias que vagaban por el Inframundo en un desesperado intento de devolverles la vida y otros intentaron restaurar el perdido Rito del Renacimiento. Atisbos de estas actividades se difundieron por el mundo exterior, animando el estudio de la egiptología a un nivel nunca visto desde comienzos de siglo. Este frenesí religioso, sin embargo, no poseyó a todos los miembros del culto, sino que algunas ramas del mismo, cegadas a lo sobrenatural, siguieron con sus farsas o su ocultismo político. Otros se aferraron a grupos de hechiceros en los que no confiaban los leales a Osiris, e incluso algunos aún mantenían su enemistad con Horus por lo que consideraban milenos de menosprecio como hijos bastardos. A medida que se acercaba el nuevo milenio, los miembros del culto que seguían siendo fieles a Osiris y estaban en armonía con sus costumbres recibieron visiones de un futuro en el que se auguraba su regreso. Se apresuraron a marchar a las Tierras de la Fe para prepararse, trabajando con desesperación  mientras las visiones de alguna especie de catástrofe les llenaban de temor. Cuando el dios de la vida habló a los adeptos desde los lugares sagrados de la Red de Fe, varios grupos pequeños estaban ya dispuestos y para cuando las Amenti comenzaron la peregrinación imparable a su hogar, el Culto de Isis estaba cerca para asumir el papel que hace tiempo asumió la antigua diosa madre.

El Culto de Isis trajo a los Renacidos de vuelta a la vida usando el nuevo Hechizo de la Vida. Sus miembros consideran a las momias modernas elegidos de los dioses y creen que sus deber es enseñar a las Amenti la hechicería y conocimiento místico que puedan haber perdido los tem-akh. Gracias a esta ayuda, los adeptos de Isis suelen ser el grupo que cuida mejor de las nuevas momias, aunque la mayoría  espera algún tipo de recompensa de los dioses a cambio. Consideran a los Inmortales representantes de los poderes divinos y suelen esperar favores por su papel como ayudantes de los Renacidos. Como consideran a los que resucitan bendiciones divinas, los adeptos son muy protectores con las nuevas Amenti y su instinto maternal puede manifestarse como celos y sentimiento de culpa mientras el culto lucha por dirigir la educación de su protegido o como amor y orgullo semejantes a los que cualquiera sentiría por los logros de su hijo. Su naturaleza protectora también empuja al Culto de Isis a tachar a otros grupos de esforzados pero ignorantes de lo que están haciendo. A causa de esta actitud condescendiente, no resulta sorprendente que los Hijos de Osiris u otros grupos no les aprecien demasiado.
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