Los egipcios imaginaban al espíritu ka como la porción del alma que se quedaba junto al khat (cuerpo) para protegerlo hasta su resurrección. Los fantasmas del Inframundo lo percibían como poco más que un zángano sin mente, incapaz de abandonar el cuerpo que le tenia encadenado como Grillete. Sin embargo, el espíritu ka era un feroz guardián y pocos fantasmas se atrevían a hacer frente a uno de ellos. Los espíritus más jóvenes, que no recuerdan gran parte de las antiguas costumbres, llaman a los Ka "Custodios de Tumbas". Con la aparición de las Amenti el término se ha traducido de nuevo al egipcio medio como Kher-minu. Aunque el Ka no solía tener problemas para proteger a su cadáver de los demás muertos, las incesantes intrusiones de ladrones, nuevas religiones e invasores del mundo físico eran más problemáticas.
Generaciones de codicia y saqueos arruinaron las protecciones magnificas de los ka, profanaron las tumbas sagradas y dispersaron a los cuatro vientos los tesoros que contenían... entre ellos el propio khat. Doctores y charlatanes molían los cadáveres para hacer medicinas. Los cazadores de fortunas privaban a otros de sus amuletos, sus ropas y sus ataúdes, mostrándolos desnudos para diversión pública. Los Kher-minu desesperaban al ver como desaparecían sus protegidos y sólo un puñado logró defender sus cadáveres en todos estos siglos.
Entonces el Reino Oscuro de Arena quedó reducido a polvo por la Dja-akh y los que sobrevivieron se aferraron a una pasión por la responsabilidad que había resistido sin flaquear a incontables desastres a lo largo de los siglos. Estos Kher-minu poseen amor por la vida y respeto por el cuerpo como templo definitivo de lo divino. El ka escoge a su anfitrión mortal entre la gente que tiene poco instinto protector o amor por sus vidas y sus cuerpos. Sin embargo, a veces la elegida es una hermosa persona florero que se miraba en el espejo del mundo y sólo veía fealdad reflejada. Al ser un devoto admirador de lo material, el Kher-minu disfruta sabiendo que toas las cosas son bellas a su manera. Su compañera moderna suele ser casi siempre víctima de un estilo de vida trágico o autodestructivo, en especial individuos de gran talento. El ka normalmente evita los anfitriones famosos, aunque personajes como James Dean, Kurt Cobain y Marilyn Monroe serían ejemplos perfectos. Prefiere escoger a su nehem-net entre personas al borde de la fama, pobres diablos que abandonaron su envoltura mortal habiendo disfrutado sólo de un estrellato secundario. Lo característico de sus vidas es su obsesión con el vicio. El anfitrión ideal ha de ser algo atractivo, pero sin un propósito en su vida. Se pierde en su infelicidad y muere de forma prematura.
En su Tercera Vida, el Kher-minu es inmune a la tentación de los viejos vicios, aunque recuerda su anterior desesperación con claridad cristalina. La nueva momia puede hablar de los horrores de la Segunda Vida con celo que roza el fanatismo. Hay muy pocos individuos que puedan igualar el impulso de autopreservación de aquellos que antes ni siquiera se molestaban en salvar su propia vida. Como corresponde a su papel de defensor de los cuerpos y las tumbas, el Kher-minu se especializa en los Hekan de creación de amuletos mágicos. Esta magia confiere habilidades protectoras o energizantes a las joyas o las prendas. La fascinación de la mayoría de los Kher-minu parece contradictoria para quienes no comprenden sus orígenes. Los espíritus ka seleccionaban sus anfitriones entre la gente hermosa, pero siguen vinculados irremisiblemente a los muertos marchitos. De igual forma, las joyas exquisitas y a veces delicadas de estas momias esconden magia defensiva potente y una tremenda fuerza. Los Custodios de Tumbas se han convertido en obras de arte exóticas y atemporales al combinar su belleza eterna con su fanático sentido de la responsabilidad. Otros tem-akh, en particular los Sefekhi, consideran a los Kher-minu unos cobardes mezquinos, pero sus aliados y amigos respetan los talentos de estos guardianes que siempre están alerta. Ya estén salvaguardando los cadáveres de sus compañeros más preciados, de su familia o sus propios restos momificados, los Custodios de Tumbas tienen un objetivo de una nobleza equiparable a la elegancia de sus nuevas formas.
La hajj: Gracias a siglos de contemplar a exploradores e invasores de diferentes culturas, el ka que hace su hajj pueda pronunciar frases lacónicas en idiomas relativamente modernos. El ka suele intentar visitar el lugar de descanso de sus restos originales en el trayecto para atender cualquier asunto inacabado.
La Tercera Vida: Los Custodios de Tumbas recién resucitados tienen como prioridad la protección de sí mismos. Su espíritu ka le anima a aprender sencillas precauciones, técnicas de supervivencia avanzadas y a resistir cualquier impulso de correr riesgos estúpidos. El mundano arte de la autopreservación alcanza nuevas cotas con el desarrollo de la poderosa magia protectora y una nueva sensibilidad para todo tipo de peligros, precauciones que se extienden a cada aspecto de la vida de Kher-minu. Deja las drogas, el tabaco y el alcohol, se pone el cinturón de seguridad e incluso empieza a practicar ejercicio con regularidad. Esta conservación no tiene su origen en el egoísmo, sino que es más bien el descubrimiento de que la vida es algo precioso que no debe desperdiciarse con un comportamiento frívolo y arriesgado. Las consecuencias de maltratarse a uno mismo son innegablemente adversas (al fin y al cabo, fue eso lo que acabó con la Segunda Vida de la momia). Se acabó abusar del propio cuerpo por descuido o de forma deliberada: es hora de vivir como dios manda. Los Custodios de Tumbas suelen comenzar una nueva vida que les permita concentrarse en defender un lugar o una persona, viva o muerta. No es raro que los Kher-minu se conviertan en enterradores, vigilantes de cementerios o guardias de alguna clase. También pueden intentar llegar (o volver) al estrellato.
Su profesión más común es guardaespaldas profesional, un compromiso que cumple su impulso de proteger a los demás y les otorga acceso al glamour y la fama que no llegaron a alcanzar en su Segunda Vida. Cuando el Kher-minu acepte que cuidar de sí mismo es una parte de la vida según Ma'at, podrá comenzar a proteger a otros. Suele ser tan sencillo como actuar en defensa de alguien en peligro. Los riesgos inmensos a los que se enfrentan los demás bastan para que el ka preste la suficiente atención como para marcar la diferencia en la suerte que corren los otros. A medida que el Kher-minu avanza por la Senda de Ma'at, va responsabilizándose cada vez más de las vidas y los cuerpos de los demás. Cuando el Kher-minu conoce más a fondo su propósito, su ka empieza a considerar toda la vida una extensión de su cuerpo. Al final intenta proteger la existencia y el bienestar de todos los seres vivos y gradualmente abandona toda costumbre que haga daño a otros. Se hace vegetariano, evita con diligencia dejar residuos que afecten al medio ambiente e intenta promover la paz en la tierra. Es difícil reunir la paciencia y comprensión necesarias para actuar de forma tan benevolente a escala universal. Las almas menos iluminadas no pueden ni soñar que alcanzarán los estados mas elevados.
Afiliaciones: Tarde o temprano la mayoría de los Custodios de Tumbas acaban en dos tipos de facción dentro de la coaligada sociedad Amenti. El fuerte atractivo del dios rey Horus atrae a muchos bajo su estandarte y se convierten en los Shemsu-heru más jóvenes. Es innegable que Horus representa un símbolo viviente, visible e impactante dedicado a guiar a la humanidad al Ma'at. Los Kher-minu más fanáticos en su devoción por proteger se unen a los Eset-a y a su búsqueda de los restos diseminados del cuerpo de Osiris para proporcionar al dios su propia resurrección.
Creación del personaje: La infinita belleza de la humanidad fascina al ka y la oportunidad de escoger un anfitrión entre las masas de la población actual permite al espíritu seleccionar a un compañero con Atributos Físicos y Apariencia elevados. La Naturaleza original del anfitrión suele presentar una personalidad dependiente o deseosa de atenciones y sus habilidades artísticas suelen ser lo único que queda de carreras meteóricas de corta pero intensa vida. Los siglos que pasan vigilando tumbas egipcias enseñan al ka como sobrevivir de formas que los otros tem-akh desconocen por completo. El ka trae consigo un fuerte sentido de la responsabilidad además de recuerdos de diversas Técnicas y Conocimientos relacionados con su función de guardián de los muertos. Cabe destacar que los Custodios de Tumbas fueron testigos de la llegada de los invasores griegos, romanos, árabes, franceses, ingleses e incluso alemanes. Desde sus puestos de vigilancia eternos, los ka se dedicaron a aprender lo que pudiesen de estos extranjeros con la esperanza de que toda información que pudieran sonsacar los ayudaría a ejecutar con más eficiencia su tarea sagrada. Los Kher-minu suelen tener un alto valor en Fuerza de Voluntad gracias a la perseverancia del ka a lo largo de los siglos. Son muy comunes los trasfondos que destacan la belleza que supone defender la vida, como Ka, Aliados y Fama.
Hekau principal: Amuletos.
Determinación: El Yo Defensor o Escudo. El poderoso ka tiene la misión de defender el cuerpo del Kher-minu de todo daño. El espíritu se ha hecho tan fuerte en este aspecto que el alma del Amenti puede desviar el daño independientemente de los actos de su cuerpo físico y afecta de forma sutil al mundo material, provocando que los atacantes pierdan el equilibrio, tropiecen o se distraigan. En cada turno en el que un Custodio de Tumbas sea atacado, recibe una reserva adicional de dados equivalente a su puntuación en Equilibrio que solo puede aplicar a acciones defensivas. Ten en cuenta que esta reserva de dados no refleja un intento de esquivar, sino protección física debido a la interferencia del ka.
Deuda: El ka se vuelve extremadamente protector con su forma física. Cada vez que la momia intente hacer cualquier cosa que el Narrador considere dañina en potencia, su jugador debe tener éxito en una tirada de Fuerza de Voluntad para que el personaje pueda completar la acción. Si falla la tirada, la Amenti evita hacerlo para alejarse de todo daño. El Narrador es quien determina la dificultad según el peligro que represente. La dificultad básica es 7. Consumir una droga menor como alcohol sólo tendía dificultad 5, mientras que entrar en combate con un enemigo superior sería dificultad 9. Algunos Kher-minu llevan al extremo esta deuda y abandonan las peleas, las drogas, el alcohol, la conducción peligrosa, el sexo sin protección y otras actividades potencialmente peligrosas. Puede que los demás consideren a los Custodios de Tumbas más cobardes que cautos, pero esa imagen es imprecisa: muchos se arriesgarán con pasión para defender a los demás o a favor de causas que merezcan la pena.
Cita: "Nuestros cuerpos son templos, toda vida es un don sagrado."
Puntos de Vista:
Khri-habi: Compartimos un profundo sentimiento de responsabilidad con los Portadores de Pergaminos, su devoción para curar mente, cuerpo y espíritu resulta admirable.
Mesektet: Cuando llega la oscuridad el lirio diurno se marchita, los Sahu vivían en el Paraíso y abandonaron el mundo a Apofis. Solo ahora que el Inframundo se desmorona recuerdan su deber para los demás.
Sakhmu: Idolatras, el cuerpo es la obra de arte perfecta, ¿cómo esperas superar la obra del divino Moldeador?
Sefekhi: Los Desatados comprenden el poder de lo físico, quizás mejor que nosotros. Sin embargo resulta inquietante la forma en que desfiguran el don divino.
Udja-sen: Les han dado una segunda oportunidad, pero es obvio que necesitan que les enseñen una buena lección. Los que más sufren son los que asumen riesgos innecesarios en su búsqueda del poder.
Los Otros: La prueba de que las Amenti son las elegidas, ningún otro inmortal está realmente vivo. ¡Si algunos ni tan siquiera tienen un cuerpo de verdad!
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