Los más antiguos Hijos de Osiris afirman que antes eran gules... lo que los europeos llaman vampiros. En la antigüedad se alimentaban de humanos para sobrevivir y cuando Osiris proclamó el fin del canibalismo, algunos de ellos se rebelaron y fueron incinerados hasta la muerte por la furia de Ra en respuesta a su desafío. Los demonios de la sangre supervivientes se ocultaron en las sombras y siguieron viviendo según sus viles costumbres. Entonces un sabio gul llamado Kethamon se desvió del camino de la oscuridad y se presentó antes Osiris. El dios-rey obsebó el corazón de Kethamon y vio que en verdad deseaba dejar de alimentarse de los vivos, pero que no le era posible. El Primer Faraón bendijo al arrepentido Kethamon y le enseñó cómo luchar contra la corrupción que acechaba en su espíritu. Se rumorea que Osiris dejó incluso que Kethamon bebiese su sangre para purificarse. Al ser testigos de la compasión del rey dios, otros demonios de sangre buscaron también la redención. Ya que la estricta disciplina religiosa y la enseñanzas filosóficas de Osiris eran las que les habían proporcionado un nuevo sentido a sus vidas, los gules arrepentidos comenzaron a llamarse a sí mismos los Hijos de Osiris.
Sin que Osiris supiese, Set regresó de su exilio lleno de la corrupción sanguínea del Corruptor. Al haberse convertido en un poderoso gul, Set atacó a su hermano como ya lo había hecho en el pasado, pero esta ves recurrió a la astucia y la traición, ayudado por sus nuevos poderes ocultos. Osiris cayó ante la vil conspiración de su hermano, y el dios oscuro convirtió la corte del Faraón en un nido de víboras inmortales. Aunque habían perdido a su señor frente a la traición de Set, los Hijos aún siguieron las enseñanzas de Osiris. Kethamon cumplió la función de líder del culto durante siglos antes de que los servidores de Set le matasen. El odio de los gules de Set lleva eras dañando a los Hijos de Osiris cual veneno. Durante milenios, se ocultaron en las sombras de extraños templos practicando una forma de autodisciplina ascética que denominaban Bardo. Algunos hicieron de estas prácticas el foco central de sus no vidas, pero la mayoría veían muy difícil adherirse a las rígidas doctrinas que había dispuesto Osiris, e incluso los hay que llegaron al extremo de cumplir esas normas (y los principios de Maat) sólo de forma nominal siempre que fuesen útiles para sus propios fines.
Entonce, después de varios milenios, Osiris despertó al fin. Sintió la presencia de los gules y vio que muchos de ellos eran criaturas de isfret: oscuridad, discordancia y desequilibrio. Osiris les juzgó, como era su derecho, pero a sabiendas de lo difícil que era mantenerse fiel a los dictados de Maat, templó su juicio con compasión. El dios rey destruyó con rayos de fuego solar a los "hijos" que se habían dejado llevar por sus lados oscuros y pro lo tanto, por Apofi, y convirtió a los que se habían abstenido de consumir sangre humana y habían retenido valores cercanos a la humanidad, en humanos de nuevo... con todos los goces y limitaciones de los mismos. Dotados del conocimiento del Gran Rito, los Hijos de Osiris, nuevamente mortales, regresaron a la zona de Abidos, el más sagrado de los antiguos lugares donde rezaban los sacerdotes de Osiris. Otros se unieron a ellos en el trayecto, mortales que nunca había conocido la maldición de los gules y ahora todos los Hijos de Osiris son humanos... aunque algunos recuerdan con claridad el pasado remoto.
Los Hijos de Osiris buscan ahora los espíritus dispersos de Amenti como servicio al dios de la vida. Algunos de los que han recobrado la mortalidad sólo han empezado a contemplar a los Renacidos con compasión y piedad recientemente. Han contemplado siglos de oscuridad y no desean que nadie se vea condenado a ese sufrimiento, pero sea como sea, respetan las enseñanzas del Primer Faraón y apoyan su voluntad sin cuestionarla. Algunas de las Amenti que llegan para recibir el Hechizo de la Vida son peligrosas, por su incapacidad para sobreponerse a su khaibit, por lo que son los Hijos de Osiris quienes ayudan a otros seres a dominar a su estado bestial: siglos de lucha contra una naturaleza sedienta de sangre les han familiarizado con los peligros de la bestia interior. Sus esfuerzos por ayudar a las nuevas momias y el hecho de que Osiris haya creído adecuado purgar a los fieles de su maldición y devolverles la mortalidad cuentan menos de lo que esperaban los Hijos. Tanto el Culto de Isis como los Shemsu-heru desconfían bastante de un grupo formado en torno a lo que una vez fueron criaturas sanguinarias de la oscuridad. Puede que sean mortales, pero los otros seguidores de Maat se preguntan cuáles son las verdaderas motivaciones que cobijan los corazones de los Hijos de Osiris.
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Me gustó el compendio. Gracias!
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