Antes de que hubiera tierra
siquiera, los grandes océanos
llenaban el mundo. Los
ángeles que dominaban
este reino vasto y poderoso eran llamados
Nereidas, y se contaban entre las creaciones más hermosas de
Dios. Ellos eran los
númenes y las musas,
y sus poderes resonaban con las pasiones
que conducían al arte
y las búsquedas del conocimiento y la verdad.
Las Nereidas debían inspirar a la humanidad, seducirla con
misterios y espolearla
para que se atreviera
a explorar el mundo y
descubrir sus numerosos
prodigios ocultos. Eran el
espíritu del anhelo personificado, siempre incitante, pero
siempre fuera del alcance.
Su poder les proporcionaba
la mejor comprensión de los
deseos humanos, pero el designio de Dios aseguraba que
las vastas extensiones marinas
se interpusieran siempre entre
ellos. No hubo de pasar mucho
tiempo antes de que comenzaran a lamentarse de su deber
para con el Cielo y el amor
que profesaban por la humanidad. Al volver la vista atrás,
muchos corruptores creen que
si Lucifer no hubiera salido al
paso para enarbolar la bandera
de la revolución, habría sido
sólo cuestión de tiempo que lo
hiciera alguna Nereida.
La Caída vigorizó a los Corruptores, que se valieron de sus
poderes para inspirar a mortales
y ángeles rebeldes por igual en la lucha contra el Cielo. Se convirtieron
en símbolos vivientes del conflicto, reflejando las mejores cualidades de la
resistencia y animando a otros a hacer lo mismo. Lo más importante era
que mantenían alta la mortal de los rebeldes, incluso durante los momentos
más crudos de la guerra, sanando heridas espirituales que ningún Azote ni
Devorador podría restañar. La devoción que inspiraban estos caídos dio pie a
algunas de las proezas más célebres de la contienda, cimentando así románticas epopeyas que resuenan todavía en el alma colectiva de la humanidad.
La derrota supuso un terrible revés para los Corruptores, que jamás
dudaron de que la rebelión fuera una causa justa. Aunque estaban más
acostumbrados al aislamiento que la mayoría de los caídos, los Corruptores se contaron entre los primeros en sucumbir a las agonías del Abismo,
cauterizando las heridas de su pérdida con cuchillos de odio al rojo vivo.
Ahora que se han roto las puertas del Abismo y los Corruptores vuelven a ser libres, pueden obrar sus artificios en el seno de una civilización
que valora las apariencias sobre todo lo demás. Empujan a hombres y mujeres a cometer actos de obsesión, celos y deseo capaces de arruinar familias
enteras, tirar carreras por la borda o destruir gobiernos. Pero también pueden avivar la comprensión humana de la filosofía, la camaradería y el arte,
del mundo moderno. Fueron creados como misterios vivientes, peligrosos
y seductores, destinados a inspirar actos de coraje y fuerza que impulsen el
crecimiento el alma humana.
Facciones: Los Corruptores probablemente sean Fáusticos o Voraces.
En el primer caso, se sentirán cautivados por la humanidad. Reaccionarán
con deleite, o al menos respeto, ante su renovada relación con los mortales.
Los Voraces se comportan como amantes despechados, vengándose sutilmente (pero sin piedad) de quienes consideran que los han traicionado.
Rompen corazones y mentes, y fomentan la discordia para ver cómo se
disuelven los grupos en medio de una vorágine de amargas recriminaciones
y violencia.
Por otra parte, algunos Corruptores se sienten decepcionados por la
civilización humana actual, por lo que se vuelven Fáusticos. Añoran la hermosa visión que tenían antes de la guerra, y comprenden que los humanos
forman parte esencial de ella.
Algunos Corruptores podrían sentirse fascinados por las empresas de
los Luciferinos o los Crípticos, según cuáles fueran sus contactos y sus experiencias durante el conflicto. No obstante, son muy pocos los que comulgan
con los Reconciliadores. Aunque quisieran, muchos Corruptores saben que
no hay camino de vuelta al paraíso, y ahora que han caído las antiguas
barreras, no pueden ser reconstruidas.
Preludio: Los Corruptores se sienten atraídos por los vanidosos y los
apasionados. No es probable que sus huéspedes hayan sido pensadores espirituales ni lógicos en vida, sino más bien personas atraídas por lo físico y
lo inmediato. No tenían por qué ser necesariamente promiscuos, pero sí es
posible que se gastaran todo lo que tuvieran en vestir a la última y comprarse los juguetes más rápidos. A menudo se obsesionarían con trivialidades,
restringiendo toda su atención para hacer oídos sordos a los vientos de
cambio que solapaban a su alrededor.
Los idealistas que atraen a un Corruptor no se interesan por las teorías
abstractas ni las realidades pragmáticas, sino por la acción inmediata para
cambiar el mundo. Los candidatos más previsores son artistas que intentan
reflejar grandes porciones de la realidad en su obra, seguros de que pueden
capturar las sutilezas que los rodean.
Otros candidatos podrían haber estado más profundamente afectados
por los asuntos de la carne. Quienes amaran profundamente o a menudo y
fueran rechazados, quienes apoyaran una causa y fuesen traicionados por
ella... también estas personas podrían estar atrapadas en el presente, donde
la autocompasión y los deseos de mezquina venganza reemplazan el sincero
pesar o la ira.
Otra categoría de huéspedes probables comprende a quienes hayan
sufrido por su arte de forma literal: artistas muertos de hambre, escritores
frustrados y músicos callejeros con el espíritu roto por el rechazo, las deudas
y las adicciones.
Fe: La siega de fe es un acto peliagudo para muchos Corruptores, porque no están acostumbrados a intimar con humanos. Llamar la atención de
la gente es sencillo; concentrarla no. Mediante el uso indiscriminado de su
saber, el Corruptor puede reunir muy deprisa un gran grupo de seguidores
(y provocar posiblemente algunos disturbios en el proceso), pero esta multitud no le será de mucha utilidad. La adulación ciega y el ansia de autodestrucción no son iguales que la fe, aunque con paciencia, podrían proporcionar los cimientos sobre los que sustentarla. En esencia, el Corruptor debe
convencer a sus seguidores de que son dignos de los dones que les conceda.
Muchos de estos dones implican expandir la percepción más allá del
demonio para abarcar el mundo en general. Permiten a los esclavos desarrollar su conocimiento y, lo más importante, su comprensión intuitiva
de su entorno. Esto podría traducirse en una sensación general de iluminación, o una concentración más específica en un tema en concreto. A
menudo se manifiesta en forma de obras de arte o expresiones más directas, como el activismo político o social. Esta comprensión a menudo viene
acompañada de una confianza renovada, capaz de sobreponerse incluso al
miedo o la coacción sobrenatural.
Creación del personaje: Priman los Atributos Sociales. Todos ellos son
importantes, y con independencia de la condición del cuerpo del huésped, su
Apariencia siempre debería ser de 3 como mínimo. Los Talentos como la Empatía, la Intuición y el Subterfugio son innatos, al igual que la Supervivencia.
Los orígenes como espíritus del agua de los Corruptores les proporciona una
esbeltez que se suele traducir en una elevada Destreza y buenas puntuaciones
en Esquivar y Sigilo, y quizá también en Pelea. Pocos se preocupan del conocimiento detallado del academicismo moderno y otros temas relacionados, y
consideran la política humana como algo de mal gusto.
Tormento inicial: 3
Saberes de la casa: Saber de la Añoranza, Saber de las Tormentas,
Saber de la Transfiguración
Debilidades: Los Corruptores saben ser criaturas frustrantes y obstinadas, dadas a salirse por la tangente y arrastrar todo un grupo a un inmenso cenagal de trivialidades. Pueden llevar el subterfugio mucho más allá
de lo que resulta útil, responden con petulancia y mal carácter a la menor
provocación. Para evitarlo, sólo necesitan un poco de espacio. Cuánto más
ordenada y claustrofóbica sea una situación, más probable es que hablen
con brusquedad a sus compañeros, cometan alguna imprudencia o simplemente se alejen en otra dirección. Este comportamiento es impredecible,
y puede manifestarse días después del suceso que lo desencadenara, o no
manifestarse en absoluto.
Cita: “Puedo enseñarte cosas que te maravillarán. Sólo tienes que darme la mano y cambiaré tu vida para siempre”.
Estereotipos
Azotes: Existen muchas similitudes entre ambas Casas, dado
que las dos se preocupan de los elementos físicos y los misterios de
la vida. Esto facilita que se trabe amistad y se confíe en los Ángeles
del Viento, tendencia que a menudo desemboca en tragedia.
Devoradores: Se da una curiosa afinidad entre los Corruptores y los Devoradores, o eso creen los Corruptores. Ambos combinan elementos de lo salvaje y, en cierto modo, comparten un
interés por los asuntos de la carne.
Diablos: Los Corruptores suelen recelar de los Diablos, dado
que éstos parecen intentar imponer siempre su visión del mundo
aun después de mil años de tragedia. Antes fueron la voz de Dios,
pero ahora su mensaje es pura y detestable demagogia.
Malefactores: Esta Casa es la que más interesa y atrae a los
Corruptores, porque parece que los Malefactores comprenden de
verdad la intersección de la belleza, el misterio y la función, aunque sea sólo en lo inanimado.
Perversos: Los Corruptores no comprenden realmente a esta
Casa ni las zonas que componen su dominio. Los Perversos prefieren la intuición a la fría razón, que consideran anatema de la
verdadera maravilla y la inspiración.
Verdugos: En gran medida, los Corruptores ven a los Verdugos como espíritus afines que comprenden el dolor de la auténtica
soledad y el aislamiento, aunque la hosquedad de los Verdugos y
su tendencia a la introspección hacen que la relación entre ambas
Casas sea tirante.
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