La Casa de la Naturaleza gozaba de dominio sobre todo ser
vivo que se arrastrara, corriera, volara o reptara sobre la tierra.
Cuando lo salvaje se extendió por el mundo, los Ángeles de la Naturaleza tejieron las incontables hebras de vida en un intrincado
tapiz de belleza, majestad y poder. Los Ángeles de la Naturaleza
desempeñaban su labor con solemne orgullo y un fuerte sentido
del honor personal, gobernando su reino con justicia
y compasión.
El nacimiento de la humanidad fue una fuente
de maravilla y consternación a un tiempo para los
Ángeles de la Naturaleza. Aunque Dios había subrayado que la humanidad debía dominar lo salvaje
y a cada ser vivo que lo habitara, los seres humanos desconocían por completo su funcionamiento.
Esto planteaba una paradoja a los ángeles: Su deber consistía en proteger y preservar la naturaleza,
pero la mayor amenaza para el orden natural era
la ignorancia de la humanidad, contra la que no
podían hacer nada.
Pese a su reputación de bestias impetuosas
que se dejaban guiar por el instinto, los Ángeles de
la Naturaleza eran los miembros de la Hueste que más
dudaron antes de desafiar la voluntad del Cielo. Al final,
sin embargo, los que se unieron a las filas de los caídos creían
que no había otra manera de ser fieles a sus órdenes. Una vez
comprometidos, no hubo nadie más valiente ni devoto que los
Devoradores, que inundaron las filas de las legiones rebeldes y
se enfrentaron a sus antiguos camaradas sin cuartel a lo largo y ancho del
Paraíso.
Los Devoradores eran temidos
y respetados por ambos bandos, y nunca perdieron la fe en su victoria final,
ni siquiera cuando ésta se sabía imposible.
Al principio, los Devoradores aceptaron su exilio estoicamente, pero la lejanía del mundo vivo les pasó factura. Peor
aún, la desaparición de Lucifer supuso un terrible golpe para la
moral de la Casa al completo, lo que condujo a muchos a pensar
seriamente que habían sido traicionados. Cuando creció su ira y
su dolor, revirtieron cada vez más a su naturaleza salvaje, cambiando la razón y la culpa por el instinto irracional.
Cuando escaparon del Abismo, los Devoradores se sorprendieron al descubrir cuánto había cambiado el mundo. Los humanos
por los que habían luchado y sufrido se habían olvidado de todo lo
que les habían enseñado después de la Caída, arrebataban al mundo sus menguantes recursos y provocaban la extinción de especies
enteras. Comprender esto fue gota que colmó el vaso para muchos
Devoradores, que se rindieron por completo a sus impulsos monstruosos y desearon hacer que la humanidad pagara por sus crímenes contra
la naturaleza. Para el resto, el dolor de la tierra moribunda bastó para
sacarlos de su ensimismamiento e incitarlos a restaurar la tierra y
apartar a la humanidad del borde de la aniquilación.
Facciones: Los Devoradores tienden a encajar dentro de
una de dos facciones, según cómo les ayudaran sus convicciones a soportar la agonía del Abismo. Muchos Devoradores
creen todavía que su lealtad a Lucifer y la causa de los caídos
se merecen respeto, y su nueva libertad viene acompañada de la obligación de reformar las filas de
las legiones infernales y reanudar la guerra
contra el Cielo. Los que no son Luciferinos
suelen convertirse en Voraces, puesto que
su sentido de la traición tras la guerra y
la destrucción de lo salvaje por parte de
la humanidad, los impulsa a buscar
cruenta venganza contra los hijos
predilectos de Dios.
Aparte de estas dos facciones, el grupo más numeroso de Devoradores puede
encontrarse en el seno de
los Reconciliadores. Los
Devoradores que integran sus filas tienden a
ser aquellos que ya están
cansados de la guerra y el
derramamiento de sangre, y creen que la única
forma de pagar por sus antiguos crímenes consiste en
reconstruir los jardines destruidos
por el tiempo.
Menos comunes son los Devoradores Crípticos, aunque un número considerable busca respuestas al misterio de la desaparición de Lucifer, empujados tanto por su sentido
del honor como por el respeto que sienten por
su antiguo líder. Estos devoradores cosechan más
éxitos de los que cabría esperar, dado que los demás
caídos tienden a menospreciar su inteligencia y astucia.
Más raros son aquellos Devoradores que siguen la llamada de los Fáusticos, sencillamente porque el subterfugio es
algo ajeno a su naturaleza, y les falta la paciencia necesaria para
urdir elaboradas confabulaciones. Los leales a esta facción lo
son porque creen que la única manera de restaurar la tierra
pasa por sojuzgar a la humanidad.
Preludio: A primera vista, se diría que los Devoradores se sentirían atraídos por personas como soldados,
traficantes de droga, pandilleros o agentes de policía,
individuos que hayan visto sus almas erosionadas por
una vida de violencia. Pero también les interesan los agentes de bolsa, los
vendedores, los bomberos y los activistas políticos: individuos que deben
enfrentarse a circunstancias adversas y exhiben cicatrices emocionales provocadas por la experiencia.
No es de extrañar que los Devoradores se sientan atraídos a su vez por
aquellos huéspedes que estén obsesionados por proteger —o abusar— a
los animales y la naturaleza. Un activista medioambiental cuyas fanáticas
cruzadas le hayan costado su propia humanidad o un despiadado cazador
furtivo, serán opciones igualmente probables, dependiendo de la personalidad del demonio.
Fe: Los Devoradores dominan el arte de la siega de Fe. Su naturaleza
impulsiva les hace sentir más cómodos con este tipo de recompensa inmediata, que casi a cualquier otro demonio.
Los Devoradores que tengan un valor de Tormento, bajo tendrán cuidado de restringir la siega a criminales o individuos cuyas acciones sean
inequívocamente destructivas para el medio ambiente. Aun así, evitarán
matar al individuo en la medida de lo posible, prefiriendo ganarse la Fe
mediante actos de dolor o terror con la esperanza de que la víctima se tome
la experiencia como un aviso y rectifique su estilo de vida.
Los Devoradores cuyo valor de Tormento es muy alto no son tan escrupulosos a la hora de escoger a sus víctimas. Cualquiera, incluso aquellos mortales que simpaticen con la causa de los demonios, puede ser su
objetivo. La Fe es Fe, y estos demonios la cogen allí donde la encuentran,
generalmente asesinando a la víctima en el proceso.
Los Devoradores se sienten inclinados a encontrar esclavos entre las
personas fuertes y agresivas. Pueden tratarse de individuos que estén familiarizados con la violencia, como pandilleros, policías o soldados. Por otra
parte, podrían ser intelectuales fanáticos, activistas políticos, ejecutivos
agresivos o emprendedores. Cuando se trata de esclavos, los Devoradores
no tienen paciencia con los débiles ni los mojigatos.
Creación del personaje: No es de extrañar que los feroces Devoradores prefieran sobre todo los Atributos Físicos, aunque los Atributos Mentales los sigan de cerca. Muchos Devoradores tienen al menos dos puntos
en Alerta, Esquivar, Intimidación, Pelea, Sigilo, Supervivencia y Trato con
Animales. Quizá hereden también de sus huéspedes algún punto en Armas
Cuerpo a Cuerpo y Armas de Fuego.
Los Devoradores orientados a lo social, menos comunes, tienden a
tener valores altos en las Habilidades de Intimidación y Liderazgo, así como
en aquellos conocimientos que se adecuen a su profesión. Estas Habilidades
se equilibran a menudo con cierto grado de Atletismo, pero las Habilidades
orientadas al combate serán mucho menos comunes, al menos de salida.
Los Devoradores recurren a una amplia gama de trasfondos. Los esclavos son una de sus opciones predilectas, para formar una manada que acudirá al servicio del demonio cuando éste lo ordene. También pueden disponer
de aliados y contactos que les echen una mano, heredados generalmente del
huésped. Los Devoradores más sociales podrían tener carreras en las que
gocen de influencia y poseer una elevada puntuación en Recursos.
Tormento inicial: 4
Saberes de la casa: Saber de la Bestia, Saber de la Carne, Saber de
la Naturaleza
Debilidades: Los Devoradores nunca han sido célebres por su sutileza,
y la mayoría no sabe cuándo tener la boca cerrada. En aquellas situaciones
en que la diplomacia sea fundamental, los Devoradores pueden ser brutalmente francos e irritables, propensos a iniciar peleas a la menor provocación. Es muy común que un Devorador convierta una situación delicada
en una situación peliaguda, por el mero hecho de hacer acto de presencia.
Debido a su falta de habilidades sociales, muchos Devoradores son
presas fáciles de la manipulación. Algunos demonios los engañan para que
hagan de guardaespaldas o asesinos aludiendo a su sentido del honor y
la obligación. Estos subterfugios no están exentos de riesgo, no obstante,
puesto que si el Devorador llegara a descubrir la farsa, no vacilaría en buscar inmediata y sangrienta venganza.
Cita: “Hace demasiado tiempo desde que saboreé por última vez la sangre en el viento. Esta noche volveremos a cazar”.
Estereotipos
Azotes: En el campo de batalla, los Devoradores preferirían
luchar junto a los Azotes y no contra ellos. El sufrimiento que inflige
su poder, sin embargo, repele a todos los Devoradores salvo a los más
Atormentados.
Corruptores: A los Devoradores les gustan los Corruptores
por su pasión e inspiración, pero su naturaleza veleidosa exaspera al
Devorador constante y comprometido.
Diablos: Durante la guerra, los Devoradores respetaban a los
Diablos como nobles líderes que hacían un gran sacrificio por la
causa. Respetan sus conexiones mortales, y parece que no les faltan
oportunidades de entrar en combate.
Malefactores: Los Devoradores disfrutan de una estrecha afinidad con los Malefactores que se remonta a los días en que ambas
Casas trabajaban hombro con hombro, antes de la Caída. Los Devoradores respetan y admiran a los demonios de la tierra, y los consideran amigos a menos que se demuestre lo contrario.
Perversos: Los Devoradores no tienen paciencia para comprender a los Perversos y sus empresas arcanas. La traslación de los
planetas y la agrupación de los astros parecen asuntos triviales en
comparación con el éxtasis visceral de la caza.
Verdugos: Los Devoradores respetan y conmiseran por igual a
los Verdugos, de quienes admiran su entrega a una vocación onerosa
y dolorosa.
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