La Fe es el núcleo del poder de los
caídos, ese algo que antaño les permitía —
literalmente— mover montañas. Aunque
su poder ya no sea lo que era, los demonios
siguen pudiendo manipular la Creación de
diversas maneras mediante su Fe. La Fe es
una combinación de la seguridad en sí mismo
del demonio, de su conocimiento de la naturaleza de la Creación y la proximidad al poder que
gobernó en el pasado.
Antes de la Caída, los demonios depositaban su fe en el Creador y extraían
poder de Él. Ahora los caídos sólo tienen fe en sí
mismos (y a veces en la humanidad) y extraen fe
de esa creencia en sí mismos y de la que depositen
los mortales en ellos.
Al contrario que la mayoría de los rasgos, la
Fe se mide en una escala que va del 1 al 10, puesto que trasciende los límites de la mortalidad.
Cuanto mayor sea la Fe de un demonio, mayor
será su poder sobre las fuerzas de la Creación.
Gasto de Fe
Los personajes caídos tienen dos
valores de Fe, su Fe permanente y su
reserva de dados de Fe. La Fe permanente es como cualquier otro
rasgo. La reserva de Fe comienza
siendo igual a la Fe permanente,
pero los demonios recurrirán a esta
reserva para potenciar sus diversas
habilidades sobrenaturales y lograr
así llevar a cabo proezas sorprendentes. Los poderes demoníacos se
dividen en tres categorías, todas
ellas alimentadas por la fuerza de la
Fe: habilidades innatas, forma apocalíptica y saberes. Estos poderes se
detallan en el Capítulo Siete.
Algunos poderes simplemente precisan que el demonio tenga algo de
Fe, aunque sea un solo punto en su reserva de dados. Esto permitirá al
caído utilizar sus habilidades innatas a voluntad, por ejemplo. Otros poderes, como la activación de la forma apocalíptica o el empleo de saberes,
requerirán superar una tirada de Fe (semejante a una tirada de Fuerza de
Voluntad) o el gasto de puntos de Fe.
Revelación
Los demonios, pese a estar dotados de asombrosos poderes, corren el
riesgo de utilizar sus habilidades con demasiada frecuencia y tener una Revelación. Cuanta más Fe gaste el demonio en una sola escena, más probable
será que los mortales puedan ver su verdadera naturaleza tras su máscara
de carne mortal. Esta naturaleza podría infundir temor reverencial o pavor, según el Tormento del demonio, pero para el mortal siempre será una
experiencia impactante. La Revelación anuncia también la presencia del
demonio a otros seres capaces de percibir las interferencias que acontecen
cuando alguien manipula la Creación. De este modo, al demonio le resultará más difícil ocultar sus actividades a sus adversarios. La intensidad de
la Revelación dependerá de la cantidad de Fe que consuma el demonio en
una escena determinada. A mayor gasto de Fe, más poderoso será el efecto.
Recuperación de la Fe
Los caídos, tras perder la fe en su Creador, sólo pueden recuperar Fe
tomándola de los mortales. Esto se consigue de dos maneras: mediante la
siega —extracción de Fe gracias al miedo o la reverencia de un mortal— y
mediante los pactos, tratos acordados con los mortales para adquirir su Fe
a cambio de algo que pueda proporcionar el demonio.
La Siega
La siega es una manera rápida y provisional de adquirir Fe. Lo único
que hace falta es un mortal que crea en la existencia del demonio y en su
poder por un momento. Ese momento bastará para que el caído se adueñe
de la fe del mortal y la haga suya. La siega puede adoptar cualquier forma
que convenza al mortal, sin lugar a dudas, de que el demonio es realmente
un ser sobrenatural. A un ser mortal desollado vivo por una criatura del
Infierno no le cabrá duda de que es real. Del mismo modo, el mortal que
reciba el auxilio de un resplandeciente ángel de la guarda sabrá que ha
intervenido un poder divino. Una Revelación no será suficiente de por sí,
no obstante. El demonio debe interactuar de alguna manera con el mortal.
Será el Narrador quien juzgue si una acción en concreto es suficiente para
constituirse en siega. Los caídos afrontan la siega con prudencia, aunque
sólo sea porque les obliga a mostrarse a los mortales, lo que aumenta el
riesgo de llamar la atención de cazadores de demonios u otros enemigos
que anden tras su pista.
Los Pactos
Para los caídos, una forma más fiable de recaudar Fe consiste en forjar
pactos. Un pacto es una relación entre un demonio y un mortal. El demonio proporciona al mortal un servicio de algún tipo y, a cambio, el mortal
abastece al demonio de Fe. Los pactos necesitan tiempo para forjarse y
mantenerse, pero suponen varias ventajas, entre ellas un aprovisionamiento constante de Fe y el hecho de que el mortal no tiene por qué conocer la
verdadera naturaleza del demonio (por lo menos al principio).
Forjar un pacto es relativamente sencillo. El demonio se ofrece a cumplir un deseo del mortal a cambio de la devoción y el culto de éste. Si el
mortal accede, el demonio gastará un punto de Fe y satisfará el deseo del
mortal para sellar el pacto. A fin de tener éxito, el demonio deberá hacer
realidad el deseo del mortal y éste tendrá que aceptar libremente el obsequio y las condiciones del pacto.
El intento será frustrado si el demonio incumple su palabra o si el mortal rehúsa pactar. Una vez establecido el pacto,
sólo el demonio podrá romperlo. Siempre y cuando el demonio mantenga
su palabra, no habrá nada que pueda hacer el mortal (aparte de destruir al
demonio, que se dice pronto).
La naturaleza del pacto depende por completo del demonio. Los demonios con un elevado nivel de Tormento son proclives a forjar pactos
perversos, ofreciendo a los mortales la satisfacción de sus más oscuros deseos, tentándolos con la promesa del poder y la abundancia. Los demonios
de Tormento menor preferirán pactos de genuina gratitud y devoción por
parte del mortal, como cumplir el deseo de alguien que sueñe con convertirse en un gran artista, o sanar a una persona desahuciada. Los demonios a
menudo hacen favores a los mortales antes de forjar un pacto con ellos. Si
el mortal rehúsa las condiciones, el demonio siempre podrá revocar su favor
para dar algo en que pensar al humano. Como se suele decir, la primera
corre a cuenta de la casa...
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