Los ángeles son criaturas inmortales, y cuando se compara con el alcance de una vida infinita, cualquier inconveniente menor que la destrucción es algo temporal.
No todos los espíritus relegados al Infierno perdieron la fe. No todos
los ángeles caídos renunciaron a la esperanza. Incluso en la derrota, algunos
se atuvieron a los principios que los habían impulsado a rebelarse. El amor
a la humanidad. La lealtad a Lucifer. La Creencia de que su causa era justa,
y que el Cielo y los ángeles obedientes se equivocaban.
Los Luciferinos están dispuestos a luchar por sus creencias hoy en día
tanto como cuando fueron expulsados, escupiendo desafíos, a su sórdida
prisión. Aunque muchos se sientan humillados, amargados y atormentados,
no se han doblegado. A decir verdad, muchos encuentran coraje en su
nueva circunstancia.
Quizá el mundo esté devastado y sea un lugar singular y mecánico,
pero al mismo tiempo, parece que ya no hay ángeles que dicten las normas.
Incluso un ejército al límite de sus fuerzas puede alzarse con el triunfo en
un campo de batalla vacío.
Súmese a eso el alentado hecho de que han conseguido escapar de su
prisión.
Si en verdad son anatemas para Dios, odiosos a Sus ojos y, según
las palabras de Su mensajero, condenados a la tortura eterna... ¿cómo es
posible que tantos de ellos hayan entrado en el mundo de los hombres?
Puede que los Crípticos musiten acerca del subterfugio divino, pero ¿no es
más fácil pensar que el poder de Dios, sencillamente, se desvanece? ¿Qué
los demonios del Infierno encuentran la libertad porque las jaulas de Dios
han perdido su fuerza?
Lo más importante, señalan triunfantes la ausencia de Lucifer en el
Infierno. Los Luciferinos creen, no que se mereciera un castigo extraordinario, sino que consiguió eludir su pena. ¡Puede que el más fuerte de todos
ellos permaneciera libre porque sus enemigos fueron incapaces de confinarlo! ¡Quizá el resquebrajamiento del Abismo sea obra suya! Quizá el Adversario aguarde en estos momentos, a la espera de ver quiénes siguen estando
dispuestos a combatir... y quiénes demuestran ser demasiado débiles.
Rivales: Los Luciferinos se muestran sorprendentemente tolerantes
con los Voraces. Dado que los Voraces conservan su vena belicosa, los Luciferinos tienden a verlos como soldados admirablemente motivados. Sólo
necesitan un poco de disciplina para volver a resultar útiles.
El mismo tipo de condescendencia y buena voluntad de doble filo se
extiende a los Fáusticos, sólo que al revés. Para el Luciferino, los Fáusticos
disponen de la disciplina adecuada y la idea general correcta... pero tienen
que recordar quién es el que manda.
No, las facciones que acaparan las iras de los Luciferinos son los vacilantes, los cobardes, los mojigatos y los indecisos: Los Crípticos y los Reconciliadores.
Los Crípticos son como nadadores que se cuestionan el salto a medio camino del agua. Están tan obsesionados con la miríada de posibilidades que no
se paran a pensar en los hechos palpables, en el aquí y ahora. Los neurasténicos
aficionados a mirarse el ombligo no son dignos de llamarse Elohim, pero eso es
justo lo que son los Crípticos.. para los Luciferinos, orientados a la acción, los
interrogadores contemplativos son en definitiva unos débiles y unos inútiles.
Si hay algo peor que ser un enclenque es ser un traidor. Por tanto, lo único
peor que un Críptico tembloroso es un Reconciliador lameculos. Estos Elohim,
patéticos y engañados, son como nadadores que intentan dar media vuelta en
el aire y volar hacia el trampolín. Parece que no estaban prestando atención
cuando se discutieron las implicaciones de la rebelión, ni cuando la Hueste
Celestial los condenó al Abismo. Cualquiera creería que pasar una temporada
en el Infierno les habría enseñado la verdad acerca del perdón de Dios, pero
ellos siguen aferrados como lampreas a la idea de hacer las paces con Él.
Casas: Lucifer gobernaba la Primera Casa, y la lealtad de un ángel
no se pierde así como así. Muchos Diablos siguen todavía la insignia de su
antiguo (¿y futuro?) señor. Hay quienes creen simplemente que, como Espíritus del Amanecer, su lugar en el nuevo mundo del Lucero del Alba será
de privilegio. Otros —aunque jamás lo admitirían— esperan que Lucifer
ocupe el vacío dejado por el rechazo de Dios. Añoran recibir órdenes que
puedan ejecutar, y al Adversario siempre se le dio bien darlas.
Algunos Devoradores que combatieron bien durante la guerra permanecieron leales, mantenidos a flote por sus recuerdos de gloria y sus
sueños de venganza. Con mucho, a estos Devoradores les molesta menos
el Tormento que a sus camaradas de la facción Voraz. Al contrario que los
nihilistas, los Devoradores Luciferinos aún albergan la esperanza de poder
construir algo en el mundo... después de barrer los escombros, claro está.
Los Azotes también se sienten atraídos por la causa luciferina casi por
las mismas razones que los Diablos. Como segunda Casa de mayor abolengo, les seduce la idea de aliarse con el que fuera el mayor de todos los ángeles. Más que eso, les atrae profundamente la idea que la Hueste Sagrada
no sólo no volverá a alzarse, sino que en realidad nunca cayó. De ser eso
cierto, quizá se puedan frustrar también los castigos dictados por Dios y
pronunciados por Miguel, sobre todo la devastadora maldición de la vejez y
la muerte lanzada sobre la humanidad.
A pesar de esta promesa, pocos Verdugos son Luciferinos. Como
miembros de la Última Casa, el esnobismo no funciona con ellos. Más que
eso, no obstante, los Verdugos, cuyo castigo fue discutiblemente el más
espantoso, parecen ser los menos dispuestos a creer que la primera guerra
fuera algo más que una pérdida decisiva para los rebeldes.
Liderazgo: Grifiel, el mayor rebelde de la Casa de la Naturaleza, mantiene su lealtad a Lucifer pese a toda la miseria y la derrota que ha tenido
que soportar en nombre del Lucero del Alba. Grifiel, antiguo noble y honorable guerrero, ha ido descartando uno a uno sus escrúpulos y su ética...
junto a su belleza, su cordura y su capacidad afectiva. Sigue al Adversario
no tanto por convicción como por obsesión. Negar a Lucifer equivaldría a
admitir que todo lo que ha perdido y sufrido no significa nada. Preferiría
regresar al Infierno o ser reducido a la nada antes de renunciar a la rebelión.
Si bien Grifiel conserva la astucia y el talante despejado que cabría esperar de un líder bélico, la Azote Nazriel se ha erigido en líder definitivo de
los Luciferinos... hasta que regrese el Lucero del Alba, evidentemente. Haciéndose llamar Nazathor, Princesa de la Majestuosa Liberación, manipula
su facción con cuidado y cautela, golpeando con fuerza pero retirándose
enseguida a la seguridad de la noche. Se cree que fue la amante de Lucifer,
y son pocos los que osan contrariarla.
Objetivos: El objetivo principal de la facción Luciferina es, lógicamente, encontrar a su líder. Para ello se ha trazado un plan en tres partes.
Primero, los exploradores luciferinos registran el orbe en busca de actividad
demoníaca. Al principio partían en solitario, pero fueron demasiados los
lobos solitarios que cayeron abatidos por los Encadenados, las facciones de
demonios hostiles o seres aún más misteriosos. Ahora viajan en manada.
Segundo, los Luciferinos siguen atentamente los medios de comunicación. Concretamente, intentan invertir dinero en la industria y obtener
esclavos influyentes, con los que enterarse antes que nadie de información
relevante que pudiera atañer a los demonios. También les proporciona la
ventaja de encubrir sus actividades, además de servirles de plataforma para
enviar mensajes en clave. Pero, al igual que los exploradores, los Luciferinos
se han topado con una inesperada oposición también en los medios.
Tercero, los Luciferinos están organizando una agresiva campaña de
comunicación entre los caídos. Lucifer todavía no ha respondido a la llamada, pero antes o después, hasta el último Elohim condenado al Infierno
cuyo nombre recuerde un solo Luciferino, puede esperar ser llamado a declarar lo que sepa.
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