Al tercer día, Dios separó los mares de la tierra, y cedió el
suelo a un selecto grupo de ángeles. Estos Celestiales, llamados
Artífices, gobernaban —y amaban— la tierra y todo lo que en
ella habitaba. Recibieron el don de la afinidad con la tierra, las
gemas y la roca; con los fuegos que ardían bajo la superficie de la
tierra; y sobre todo, con el metal.
Los Artífices recibieron asimismo la responsabilidad de
enseñar a la humanidad a usar la tierra: labrar los campos,
extraer los metales y forjar las herramientas que necesitarían para dar forma a su mundo. Los ángeles se aplicaron a su tarea gustosos, ansiosos por compartir su
amor por la tierra con sus protegidos.
Pero la humanidad no estaba preparada para
asumir tamaña responsabilidad. Intentaron utilizar
los milagrosos instrumentos de los ángeles, pero no
sabían hacerlos funcionar adecuadamente, en el
mejor de los casos. La humanidad se volvió recelosa
de sus misteriosos maestros, y temerosa de su perfección, mientras que los Artífices se sentían confusos y
desconcertados, incapaces de relacionarse con los humanos del mismo modo que se relacionaban con elementos
tan predecibles como la tierra o el fuego.
Cuando estalló la guerra entre los ángeles rebeldes
y las fuerzas del Cielo, muchos Artífices gravitaron hacia el bando de Lucifer. Se sentían rechazados por los
humanos que habían intentado amar, y furiosos con el
Creador, que les había atado las manos prohibiéndoles
ayudar directamente a los mortales. Es más, se aliaron
con los rebeldes porque sentían que sólo sus semejantes
los comprendía, los amaban, mientras que los humanos
se habían negado a hacerlo.
Cuando los rebeldes perdieron la guerra y fueron
apresados en el Infierno, los Malefactores lo pasaron muy
mal, separados de la tierra y el fuego que constituían su razón de ser. Esa terrible soledad volvió a muchos Malefactores fríos y distantes, incapaces de interactuar incluso con sus
congéneres demonios.
Se tornaron arteros y meditabundos,
prefiriendo la cavilación y la paciencia a los estallidos emocionales de ira e inmediatez.
Ahora, huidos del Infierno, los Malefactores se encuentran en un mundo transformado. La humanidad ha abrazado
al fin el empleo de herramientas y se ha convertido en una
raza de hacedores, pero en el proceso, han devastado la tierra
y la han dejado herida y desatendida. Los Malefactores que
continúan al servicio del Infierno se tragan su dolor y buscan nuevas oportunidades de sembrar el caos entre los
humanos. Para los caídos, el mundo es una herida
abierta, y el impulso de derrumbarse y llorar es abrumador a veces. Pero si quieren sanar el mundo, los Malefactores
tendrán que soportar su dolor y ponerse manos a la obra, igual
que hicieran milenios atrás.
Facciones: Muchos Malefactores son Fáusticos, y lo han sido
desde los últimos días de la guerra. Con su afición a manipular a los
humanos con sus cálices envenenados y regalos malditos, y su
deseo por devolver a la humanidad a su posición servil y
respetuosa, esta Facción es la elección natural de la Casa.
Los Reconciliadores constituyen el siguiente
gran bloque dentro de los Malefactores, sobre todo
entre los caídos. Pese a todos sus intentos por dejar
de preocuparse por el mundo, estos demonios jamás
podrán desvincularse por completo de la tierra y la naturaleza. Sueltos en el mundo, muchos Malefactores se
sienten abrumados por un amor olvidado, y dejan a un
lado antiguas afrentas para intentar redimirse.
Los Crípticos Malefactores dedican su astucia e inteligencia naturales a intentar desentrañar los misterios de la guerra y la
Caída. Para muchos Malefactores, esta facción les proporciona el
propósito que tanto necesitan, amén de ser improbable que los
obligue a entrar en contacto con los humanos.
Los Malefactores Luciferinos no son muy comunes.
La mayoría sufrió demasiado en todos los sentidos durante la Caída para conservar la fe en su desaparecido
líder. No obstante, la esperanza es algo que difícilmente
pierden los demonios, y hay algunos Luciferinos en esta
Casa. Estos demonios tienden a ver la causa luciferina
como una vocación sagrada a la que se entregan con
inmensa pasión.
Con su amor por la tierra y las herramientas —cosas cuya creación requiere tiempo y gran atención— el
apetito por la destrucción es algo que rara vez sienten
estos demonios. Los pocos que sí lo sienten y pertenecen a la facción de los Voraces son verdaderamente
aterradores, a menudo los miembros más destructivos
y violentos de la facción.
Preludio: Al escapar del Infierno, los Malefactores
suelen gravitar hacia aquellas almas que hayan sufrido un
daño emocional semejante al suyo. Los Malefactores son
en más de un sentido seres solitarios e inseguros, aislados de la tierra que antaño quisieron más que nada. Sus
huéspedes tienden a ser individuos parecidos: personas
solitarias y necesitadas que hayan sentido siempre que
faltaba algo en sus vidas, algo que los haría completos.
Buenos ejemplos de tales individuos son los drogadictos,
los deformes o desfigurados, los que insisten en no abandonar a un cónyuge mezquino o los adolescentes que intentan cambiarse por medio de los tatuajes y el piercing.
Otro fuerte grupo de candidatos lo integran aquellas personas que
estén aislados del resto de la humanidad y se sientan más a gusto con las
máquinas o la tierra; esto encaja casi a la perfección con la psique del Malefactor. Se trata de una categoría amplia, que podría incluir a cualquiera,
desde un pirata informático que sólo se sienta cómodo estando en la Red,
a un sociópata que vea a las demás personas como meros objetos, pasando
por el activista medioambiental que desprecia a la humanidad por echar a
perder el planeta.
Fe: Los Malefactores a menudo tienen problemas para reunir la Fe de
los mortales, debido a dos factores. Primero, evidentemente, está el hecho
de que les cuesta entender y relacionarse con los humanos, que no son tan
predecibles y lógicos como la roca. Al ser incapaces de conocer realmente
a los humanos, a los Malefactores les cuesta inspirarlos.
Un impedimento aún mayor es la confianza que depositan los Malefactores en sus instrumentos y artefactos mágicos. La voluntad humana sin duda
se sentirá atónita y sobrecogida por los poderes de un espejo mágico, pero eso
no significa que vaya a asociar automáticamente al espejo con el demonio que
lo creara o se lo diera. A menos que el humano establezca una fuerte conexión
entre el objeto y el Malefactor, la Fe simplemente se desvanecerá en el éter.
Al segar la Fe de los mortales, el Malefactor deberá hacerlo valiéndose
de un objeto que haya creado. Éste podría ser algo mundano —como un
cuchillo de plata utilizado para despellejar a su víctima— o una creación
milagrosa, como un espejo que muestre la belleza interior de una persona.
El demonio podrá utilizar herramientas distintas cada vez que intente segar
Fe; lo importante es que el objeto sea una creación propia, y que el mortal
esté concentrado en él en el momento de recoger su Fe.
Los Malefactores se sienten atraídos por el mismo tipo de personas
que los atraían estando en la hueste: los perdidos, los necesitados, los heridos. En particular, los Malefactores suelen concentrarse en aquellas personas que estén buscando algo que les arregle la vida, que ponga fin a sus
problemas... una solución concreta, no un concepto metafísico. El gilipollas
que sólo quiere ser guapo, el escritor bloqueado con su nuevo libro, el parapléjico que desea volver a caminar... todas estas personas pueden recibir
la “ayuda” de un Malefactor, capaz de construir un ordenador que inspire la
creatividad o una máscara que convierta en un Adonis a quien se la ponga.
Creación del personaje: Los Malefactores tienden a enfatizar los
Atributos Mentales, sobre todo la Astucia, que gobierna la creatividad y
la sagacidad. Como mineros y obreros, también suelen gozar de elevadas
puntuaciones en Resistencia y Fuerza. Los Atributos Sociales suelen ser
bajos, debido a sus problemas para relacionarse con los humanos, aunque a
menudo tienen una elevada Manipulación, dado que los demonios se les da
bien utilizar a los humanos como instrumentos.
Para reflejar su posición de inventores demoníacos, casi todos los Malefactores tendrán una puntuación elevada en Pericias. Muchos tendrán
excelentes valores de Documentación. El Subterfugio está extendido; si
bien los Malefactores no tienen la propensión natural a la manipulación de
los Diablos, se esfuerzan por suplir sus deficiencias.
Tormento inicial: 3
Saberes de la casa: Saber de la Forja, Saber de las Sendas, Saber de
la Tierra
Debilidades: La mayor debilidad de esta Casa es su dificultad para
comprender a los seres humanos. Los humanos son criaturas impredecibles
y volubles, y a los demonios les cuesta cogerles el tranquillo, aun después
de haber saqueado los recuerdos y la personalidad de sus huéspedes. Los
demonios tienen incluso algo de miedo a la humanidad. El rechazo de la
humanidad confundió e hirió a los Malefactores, y el temor a otro posible
rechazo, puede subvertir e influir inadvertidamente en los planes y acciones
del demonio.
Cita: “Sé cuánto has sufrido. Aquí tengo algo que hará que tu vida vuelva a ser mejor”.
Estereotipos
Azotes: El aire y la tierra no casan, como tampoco afecta la enfermedad a la roca. Los Malefactores consideran a los Azotes como
inconsecuentes en el mejor de los casos, molestos en el peor.
Corruptores: Al igual que los Malefactores, los Corruptores
comprenden la Creación. Respetan a los Corruptores, pero no confían en ellos necesariamente.
Devoradores: Los Malefactores no encuentran sentido a la
breve y desordenada vida animal. Prefieren mantener a los Devoradores a distancia, aunque respetan su fuerza.
Diablos: Los Malefactores a menudo envidian a estos taimados
manipuladores que con tanta facilidad se aprovechan de la fragilidad
humana. Para los Malefactores, esto requiere esfuerzo y concentración, por eso envidian el talento de los Diablos.
Perversos: La profecía, los presagios y el movimiento de las
estrellas... ¿qué importa todo eso en el gran orden de las cosas? Los
Malefactores son demonios prácticos, y los Perversos no les parecen
nada útiles.
Verdugos: La vida y la muerte humanas son tan misteriosas
como irrelevantes para los Malefactores, que prefieren la compañía
de la roca inmortal. Respetan esta Casa, pero no le prestan mucha
atención.
Si te gustó o fue útil no olvides compartir
Suscribirse a:
Enviar comentarios
(
Atom
)
0 comentarios:
Publicar un comentario