Il-Ilum, perdición de marinos y pueblos costeros, fue
uno de los bastiones situados en el fondo del mar. En la actualidad se ha convertido en el último lugar de descanso de
incontables mortales esclavizados por los cantos de sirena
de los misterios que yacen en su interior.
El maestro Encadenado de Il-Ilum fue Ocaedien, un
Corruptor amargado cuyo paso de ángel caído a monstruoso Encadenado fue sorprendentemente corto. Construyó
este bastión para que actuara de santuario, no para proteger a su rebaño (incluso para los estándares de los Encadenados, Ocaedien era un amo cruel y perverso). El bastión
estaba situado en el lecho del Mar Mediterráneo, habitado
por el relicario de Ocaedien y cientos de extrañas criaturas
marinas. Las sendas de los calamares gigantes se entrecruzaban con bancos de peces con rostro de sirena y aletas
afiladas, mientras que cosas más oscuras se ocultaban en
los lugares ocultos del bastión, mirando el mundo con odio.
II-Ilum hizo su aparición súbita en el lecho marino,
y aunque permanece bajo el mar, su creación generó olas
y tormentas terribles durante más de un año mientras el
océano se ajustaba a las corrientes antinaturales generadas
por los pensamientos de Ocaedien. El bastión es un templo
submarino carente de adoradores humanos. Construido
como una burla de los lugares sagrados humanos, su arquitectura es retorcida y utiliza la difracción para jugar con los
sentidos y darle una apariencia imposible.
Conforme la vida del mar fue empalideciendo, Ocaedien comenzó a atraer a los mortales que habitaban los
pueblos costeros cercanos. Los marinos comenzaron a experimentar visiones de hermosas mujeres sobre las rocas
que les atraían inexorablemente. Durante las noches de
luna llena, el mar mostraba reflejos de tesoros imposibles o
cualquier otra cosa que los mortales desearan en aquel momento. Cuando las olas susurraban un nombre mortal, el
desgraciado se adentraba en el mar para no regresar nunca.
Su último viaje lo hacía acompañado de extrañas criaturas
marinas, era capaz de respirar bajo el agua y su mente rebosaba de visiones de los placeres que le esperaban en II-Ilum.
Con el paso del tiempo, cuando Ocaedien se cansaba de él,
dejaba que sus huesos se unieran al resto.
Además de por los extraños seres que constituían el
rebaño de Ocaedien, el bastión estaba defendido por poderosas corrientes capaces de desviar la senda de cualquier
intruso, haciendo que fuera casi imposible acceder al templo sin contar con el permiso del Encadenado. Asimismo,
Ocaedien poseía el poder necesario sobre las corrientes
para arrastrar a cualquier desventurado mortal del que se
hubiera encaprichado. El dominio que el amargado Corruptor poseía sobre las aguas era tal que podía manchar
las corrientes que rodeaban a su bastión con ácido y aceite
con sólo pensarlo.
En la actualidad, Il-llum yace en silencio. Los incontables siglos de mareas han transformado el color de sus torres, dándole una apariencia fantasmagórica. En su interior
descansan cientos de huesos reconvertidos en hermosas estatuas que alcanzarían precios astronómicos en las galerías
de arte de las ciudades más sofisticadas. Bajo estos huesos
descansan los artefactos del Encadenado, objetos capaces
de hacer enloquecer a los mortales. Cientos de bancos de
peces y otras criaturas marinas entran y salen del templo,
esperando el regreso de su amo, cuyo ídolo ha permanecido
en silencio desde hace tanto tiempo.
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