El Océano de tormentas es famoso entre la sociedad de
los caídos. Aunque no se ha encontrado ninguna evidencia de su existencia, los eruditos han consultado cientos de
textos mortales y han llegado a identificar el Océano de tormentas como un antiguo bastión de un terrible Encadenado.
Ophegel fue una diosa para su pueblo, horrible y maravillosa. Este caído Lammasu fue uno de los primeros Encadenados en ser invocado del Abismo, estableciendo un
dominio firme sobre el pueblo que la servía. Debido a la
influencia de las creencias de sus adoradores, la diosa acabó
convirtiéndose en la reina que todos querían ver. Conforme
las noticias de su existencia y su culto fueron extendiéndose su rebaño aumentó considerablemente llegando a rivalizar con los Encadenados más antiguos y poderosos.
En la cúspide de su poder, Ophegel inició la construcción de un bastión digno de su gloria para reafirmar su dominio sobre el mundo y proteger a su pueblo de cualquier
amenaza externa. Los rituales para hacer emerger el bastión del seno de la tierra fueron realizados por Encadenados sometidos a su voluntad.
El bastión tomó la forma de una poderosa ciudadela de
cristal situada en la cima de una cadena montañosa europea (ningún texto detalla con exactitud el lugar exacto).
Desde lejos, los muros son completamente transparentes,
ocultando a los mortales y objetos mundanos de su interior
de las miradas de los enemigos potenciales. Un viajero que
se acerque hacia él (y sepa con exactitud donde buscar),
verá como el castillo se vuelve opaco conforme la distancia
disminuye, hasta adquirir su forma verdadera. Los visitantes no deseados pueden llegar frente a él sin ver nada en
absoluto, hasta chocar contra un muro y verse consumidos
por las pasiones encerradas en él.
El Océano de las tormentas está construido con delicadas teselas de cristal con reflejos rosados. Los muros exteriores son tan translúcidos que son casi transparentes, mientras
que el cristal incrementa su opacidad conforme se adentra
en el corazón de la ciudadela. Unas venas nubosas tiñen los
muros, otorgándole una apariencia sucia, aunque su tacto es
perfectamente suave. Los muros exteriores pueden reducir a
un hombre a cenizas si son tocados merced a la fuerza de las
pasiones contenidas en su interior.
El viento (omnipresente
en las montañas) hace gemir los muros con sonidos oceánicos de olas chocando contra el rompiente, llegando a un
crescendo ensordecedor durante las tormentas.
Como todo lo que proviene de un Encadenado, la belleza del Océano de tormentas sólo alberga podredumbre.
Las paredes reflejan el incremento de la perversión y la corrupción conforme nos acercamos al corazón del bastión.
Algunos textos afirman que la simple mirada a los muros
interiores despierta los deseos más oscuros.. La depravación de los adoradores de Ophegel fue legendaria, incluso
para un culto Encadenado, y el implacable Corruptor hizo
todo lo posible para incrementarla. Aunque la vida diaria
de los mortales que moraban en el interior del bastión era
perfectamente normal, cada acción estaba mancillada por
la influencia de Ophegel, una influencia que inducía a la
aquiescencia.
A pesar de los rumores acerca de los horrores que poblaban el Océano de tormentas, este bastión atrajo un gran
número de peregrinos Se rumoreaba que entre los vicios de
Ophegel se incluían la avaricia, y sus seguidores adquirieron fama por sus ataques contra otros Encadenados. Nadie
sabe con certeza las maravillas que se ocultan en el interior
del bastión, aunque algunos se han aventurado a hacer una
suposición. Es improbable que cualquiera que haya emprendido el viaje hacia el bastión regrese con vida.
En la actualidad, el bastión está protegido por su camuflaje, por lo que es invisible para cualquier visitante excepto para los que saben adonde mirar. Existen defensas
adicionales creadas por el ritual que hizo emerger el bastión
de la tierra. En vez de arrojar rocas sobre las cabezas de
los atacantes, las puertas y las torres del bastión utilizan
las evocaciones de Humanidad, Añoranza y saber oscuro
para insuflar compulsiones irresistibles y quebrar la cordura
de los visitantes no deseados. Para aquellos que deseen sucumbir a estas pasiones, el Océano de tormentas tiene sus
puertas abiertas.
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