Nuestra unión siempre ha venerado los linajes y el
pasado. Aunque hemos mantenido los aspectos más
sectarios en nuestras reuniones privadas, todos nosotros, especialmente los Ventrue, hemos recitado nuestros linajes en la corte, hemos usado una retórica que
recuerda a los grandes discursos y hazañas de nuestros
antepasados y hemos hecho celebraciones para marcar
los grandes momentos de nuestro pasado. Cuando un
Antiguo entre en la corte, contempla la reverencia y
el sobrecogimiento de que un semidiós camine entre
nosotros. La aspiración de muchos Príncipes es convertirse en objetos de tal reverencia, pero es un don que
reservamos para los más nobles de nuestra Sangre.
Personalmente conozco una docena de cultos a
Matusalenes, poblados por los pilares de sus Clanes y
acérrimos defensores de nuestra jerarquía, y más de la
mitad adoran a Ancianos de Sangre inferior a la mía.
Esto es bueno y adecuado, y en los últimos años estos
cultos a nuestros oscuros santos han ganado preeminencia y aceptación pública.
También los cultos que
rinden homenaje a las criaturas que llamamos Antediluvianos, las criaturas más viejas de nuestra raza de
cuya existencia tenemos indicación alguna.
Creo que esto es en parte una respuesta directa de
un desarrollo menos afortunado que alcanzó su cumbre
en el cambio de milenio: el ascenso de los cultos nodistas de la Gehenna. Cuanto menos se hable de ellos, mejor, pero me satisface decir que están en declive, ya que
ni Ancianos sedientos de sangre se han alzado de sus
tumbas ni el juicio divino nos llueve en forma de fuego.
Si son los auténticos Antediluvianos, no muestran los
destructivos apetitos que se les atribuyen.
Al contrario, su existencia fortalece nuestras aseveraciones, pues significa que tenemos (perdona mi blasfemia) verdaderos dioses de nuestra parte.
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